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Cuando una persona se registra en una aplicación de citas en línea, lo hace esperando encontrar ahí una pareja afín a sus gustos e intereses. Sin embargo, la realidad es muy diferente, ya que la elección de esa pareja no depende solo del usuario, sino también la inteligencia artificial (IA), y el problema es que "no siempre tiene en cuenta los intereses de los usuarios", alerta Juan Linares-Lanzman, investigador del grupo de investigación Communication Networks and Social Change (CNSC), del IN3 de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), recoge una nota de prensa remitida a los medios.
"La IA reproduce y amplifica estereotipos de todo tipo: racistas, sexistas y también de edad. Solo hay que entrar en Google y buscar 'age dating apps' [edad para aplicaciones de citas] para ver preguntas como ¿30 años son demasiados para las aplicaciones de citas? para enterarnos de que el debate edadista está vivo en la red", añade.
Tanto en la recopilación de datos como en el procesamiento que hace el algoritmo se pueden producir sesgos de edad y otras formas de discriminación: "Es en estos momentos que los sistemas automatizados contribuyen a normalizar el edadismo", puntualiza.
La investigadora Andrea Rosales, del mismo grupo de investigación de la UOC, recuerda que la red Tinder ha sido acusada de ofrecer tarifas diferentes a los usuarios según su edad en más de una ocasión. "Las aplicaciones de citas piden a los usuarios la edad y la franja de edad con la que quieren hacer coincidencia", explica. Solo algunas aplicaciones permiten ocultar los años,pero solo a usuarios prémium. "La edad está en el centro del negocio de la colonización algorítmica del amor, y su uso restringe a los usuarios la posibilidad de explorar relaciones de pareja espontáneamente o más allá de ideas personales preconcebidas", comenta Rosales, también profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
Rosales añade que la plataforma favorece la visibilización de los usuarios que, según sus predicciones, son más populares y que posiblemente son los más jóvenes, los más atractivos o los que hacen más coincidencias regularmente, y no los que tienen los mismos objetivos a la hora de usar la aplicación, como formar una relación a largo plazo.
Todos estos sesgos de edad se conocen como edadismo digital. "El edadismo se basa en cómo la edad se representa y se manifiesta en relación con las tecnologías digitales", concreta Linares-Lanzman. En un mundo hiperconectado, este tipo de discriminación se expande por todos lados y está muy arraigada tanto en las relaciones interpersonales como institucionales, lamenta el investigador, que alerta que las mujeres mayores y racializadas son las más vulnerables a esta discriminación. "Las formas de exclusión edadistas conducen, por ejemplo, a reducir el potencial interés por las tecnologías digitales y, en definitiva, a mermar la autoestima de las personas mayores", añade.
¿A qué edad se sufre edadismo digital?
El edadismo digital afecta de manera negativa a todas aquellas personas que se consideran mayores en un contexto concreto. En el caso del edadismo digital, según el doctor Linares-Lanzman, no solo importa la edad, sino también aspectos individuales, sociales y culturales. "Responde a una construcción sociocultural", asegura.
Por ejemplo, en el caso de Tinder, la mayoría de sus usuarios tienen entre 20 y 30 años, y también son los que tienen más probabilidades de encontrar a gente de su edad, hacer más coincidencias y aparecer en más búsquedas. A partir de los treinta, la aplicación los califica como mayores.
En la industria tecnológica ocurre algo parecido: los programadores de más de 35 años ya se consideran mayores. "En Silicon Valley se habla de la dificultad de encontrar trabajo para la gente de más de 35 años. Es muy preocupante lo que dicen las encuestas en Estados Unidos: tres de cada cuatro trabajadores confirman la existencia del edadismo, y el 80 % de estos trabajadores está preocupado por cómo la edad puede afectar a su carrera profesional", comenta Linares-Lanzman.
Los jóvenes profesionales de la industria tecnológica influyen en la forma de concebir las tecnologías digitales, que normalmente están enfocadas a un público joven, mientras que los intereses, habilidades y valores de la gente son ignorados.
¿Puede vencerse el edadismo digital?
Los expertos cree que la solución a este problema "no es sencilla ni fácil de imaginar". "A menudo nos quieren hacer creer que esta solución vendrá de la propia industria tecnológica, porque es uno de los principales actores involucrados, pero su fórmula lo que busca es rentabilidad. Cuantos más problemas sociales hay, más soluciones tecnológicas quieren vendernos", recuerda Linares-Lanzman.
El investigador de la UOC apunta a que esta fórmula ya se es´ta viendo con el uso de la IA para la contratación: "Hay un doble discurso: por un lado, el de la legislación y la ética de la inclusión, la equidad y diversidad y, por el otro, el de las soluciones tecnológicas que eliminarán los sesgos de edad en el ámbito laboral con soluciones de IA, pero sin explicar cómo lo harán o cómo de efectivas serán partiendo de la realidad".
El principal problema del edadismo digital y sus soluciones radica en cómo funcionan estas empresas: "Son cajas negras; no sabemos nada de qué datos utilizan ni de los algoritmos, y es obvio que no hay transparencia real ni mucha voluntad de hacerlo", explica.
Por otro lado, está la ley de IA recientemente aprobada por la Unión Europea, que en cierto modo simboliza un adelanto en este contexto, según Linares-Lanzman. Eso sí, es "una lucha de David contra Goliat", matiza el experto.
Asimismo, Linares-Lanzman cree que hay muchas cosas que se pueden hacer para combatir el edadismo: "El primer paso es ser consciente de los gestos edadistas en la sociedad y levantar la voz contra el edadismo allá donde se identifica".
Proyecto europeo
Linares-Lanzman y Rosales de la UOC, junto con un equipo de investigadores de la Universidad de Brighton (Reino Unido), la Universidad Estatal de Leiden (Holanda) y el Instituto Weizenbaum (Alemania), están elaborando un estudio para evaluar, desde un punto de vista crítico cómo funciona el edadismo en sistemas, productos, servicios e infraestructuras donde tenga presencia la IA.
El proyecto en concreto se llama Ageism in AI: new forms of age discrimination and exclusion in the era of algorithms and artificial intelligence (AGEAI), y busca explorar áreas como la asistencia sanitaria, los sistemas de ocupación y contratación, la movilidad y el transporte, los servicios financieros y la industria cultural.