La vida de este periodista jubilado llamado Eleuterio Romero (93 años), que reside en el barrio madrileño de Tetuán, podría inspirar la trama de una película de época. Su trayectoria profesional resume a la perfección la historia del periodismo español y latinoamericano de posguerra. Si hubiese que sintetizar su interesante recorrido, cabe desctacar que emigró a Argentina, fue empleado de la discográfica RCA Victor, trabajó en Clarín, fue uno de los fundadores de la agencia EFE en Latinoamérica, creó la delegación de ésta en Brasil y fue también su subdirector, entre otras muchas cosas.
65Ymás conoció al nonagenario gracias a la Fundación Alicia y Guillermo, que ayuda a los mayores del barrio de Tetuán. “Estaba jubilado y colaboraba con la Parroquia de San Eduardo (ha escrito un libro sobre ella). Hace cinco años, mientras estaba en el despacho parroquial, vi una propaganda de la ONG. Ofrecían actividades para mayores jubilados activos y me dije: ‘Hablan de mí’”, recuerda. El periodista se apuntó a un taller de Historias de Vida y fue entonces cuando los miembros de la fundación conocieron su apasionante vida. En aquel momento, tenía cerca de 90 años.
Eleuterio recibe a 65Ymás en su piso de Tetuán. Vive solo aunque, desde hace unos meses, suele acudir a su casa un hombre todas las noches para vigilar que no le pase nada. Todos los miembros de su familia, salvo un hijo, han fallecido.
Nuestro protagonista se muestra deseoso de contar su vida, aunque recuerda que lo dejó ya todo escrito en su biografía Eleuterio José Romero Fonseca. Una vida en permanente superación, de la cual sólo se han hecho unas pocas copias, para los cercanos, según él. Aún así, muy considerado, el veterano periodista dedica tres horas de su tiempo a 65Ymás en las que repasa, año a año, toda su trayectoria.
Infancia y juventud en la posguerra: cómo nace un periodista
Hijo de un cartero rural, Eleuterio nació en 1925 en Torremenudas, un pueblo a 20 minutos de Salamanca. Era la época de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Su padre, que años atrás había combatido en África, era muy devoto y ejercía de sacristán en la parroquia de la localidad. Por esta razón y porque no podían costearse su educación, cuando cumplió 12 años, ingresó en el seminario y tuvo que abandonar el pueblo e ir a Salamanca de la mano del párroco.
El problema era que no tenía vocación de sacerdote. “Les dije a mis padres que no quería volver. Pero me acabaron convenciendo”, comenta. Durante unos años siguió en el seminario, becado, aunque de una manera muy poco usual. “Recuerdo que fuimos con mi madre a casa de una duquesa que era la esposa del dueño del Banco de Salamanca. Era muy católica y ayudaba a muchos seminaristas. Me dio una peseta mensual, con la condición de que tenía que sacar una media de notable durante mi estancia en el seminario. Costaba tres la mensualidad y las otras dos las pagaba mi familia”, recuerda. Al final, acabó dejando sus estudios de seminarista a los 20 años. Eran los años 40, Franco estaba en el poder y España había quedado devastada por la guerra.
Al no haberse consagrado como sacerdote, no se pudo librar de la mili y le tocó hacerla en la provincia de León. No fue un servicio militar común porque tuvo que ir a hacer la instrucción a Astorga (el Bierzo), zona en la que aún había maquis antifranquistas: fue destinado al batallón que habían mandado allí para combatirlos.
“Como era el único que tenía estudios y sabía escribir a máquina, me trasladaron a la Plana Mayor”, comenta. Por ello, no hizo maniobras. “A cambio, tenía que alfabetizar a 40 soldados, hacer copias de los apuntes del hijo del comandante, darle clases particulares, así como escribir los informes de guerra de excombatientes de la Guerra Civil, muchos de los cuales se reconvertirían posteriormente en guardias civiles o policía armada”, añade y recuerda que, por esta razón, no pudo cogerse casi ningún permiso.
Emigrar a Argentina: cómo se hace un periodista
Después de hacer la mili, siguiendo el consejo de un tío suyo que vivía en ese país, decidió viajar a Argentina. “Llegué en los años 50. En aquella época Perón era presidente. Conseguí el permiso de residencia y mi tío me dijo que me apuntase en la sección de avisos de los diarios”, señala. Al poco tiempo, consiguió un trabajo de oficinista en un taller, en el que estuvo durante seis meses. A raíz de este empleo, un cliente que venía a engrasar el coche a menudo le ofreció trabajo en la RCA Victor, una de las discográficas americanas más importantes de la época. Aceptó y gracias a este trabajo, conoció más de cerca el panorama cultural argentino de la época. Fueron años buenos para él. Aunque aún no había empezado a ejercer como periodista, los recuerda con cariño.
Al mismo tiempo que trabajaba para la discográfica, trató de convalidar sus estudios en el seminario, pero no fue posible. En el intento, conoció a un profesor de la Universidad Católica de Argentina que se dio cuenta de el don que tenía para escribir y le recomendó hacerse periodista. Eleuterio no lo dudó y se apuntó a una academia privada que costeaba con su salario y a la que asistía por las tardes. Tres años después se sacó el título.
Una vez formado, ingresó en el Diario Pueblo de Buenos Aires, por sus dotes como escritor y por su conocimiento de la religión. En ese periódico estuvo 3 años, hasta que Perón, que era anticlerical, lo cerró.
“Fui entonces a Clarín”, relata y le dieron un puesto como periodista especializado en temas relacionados con el clero. “Por ejemplo, cuando había una encíclica nueva del Papa, me tocaba sintetizarla o hacer crónicas de Semana Santa”, recuerda.
En el diario argentino estuvo ocho años y tuvo la oportunidad de sacar varias exclusivas. Por aquel entonces, el Almirante Rojas había derrocado a Perón y hubo un escándalo porque se había batido en duelo con otro hombre, cosa prohibida en el país. Por ello, fue excomulgado y a Eleuterio le tocó cubrir ese caso. Tras unas oscuras negociaciones, le levantaron la excomunión y el periodista consiguió la exclusiva.
Asimismo, otro de sus hitos periodísticos fue el poder entrevistar al presidente Arturo Frondisi, tras “ser derrocado y encarcelado por sus encuentros con el Che Guevara en los años 60”. “Fue otra primicia de Clarín”, comenta.
Los inicios de la agencia EFE en América del Sur
“Estando yo en Clarín, un periodista famoso exiliado español que se llamaba Mariano Perla se pasó al franquismo y fue nombrado director de EFE en América del Sur”, recuerda. “Hablé con él y me pusieron como redactor jefe del Servicio Internacional. Trabajaba por la tarde en el diario argentino y por la mañana colaboraba con EFE”, explica.
Desde esa delegación se cubría toda la región y también se distribuían las noticias de la agencia a América del Sur. “Abrimos delegaciones en casi todos los países, pero en Brasil no teníamos”, comenta. Un día, Laureano López Rodó, que por esa época aún no era Ministro de Asuntos Exteriores, visitó, en calidad de “comisario de desarrollo o algo así”, el país carioca. Al no tener a nadie destinado en el lugar, decidieron mandar a Eleuterio.
“No había estado antes”, apunta. Y, como pasa muchas veces en la profesión, al ser el único que conocía el terreno, le volvieron a enviar para cubrir las siguientes visitas, hasta que “pensaron que estaban gastando mucho dinero en aviones y hoteles y decidieron abrir una delegación”. “Fue el abuelo de José María Aznar, Manuel Aznar, que dirigía EFE, el que me designó como delegado por tres años”, recuerda.
En su corto periodo como jefe de la agencia en Brasil, publicaron en exclusiva varios artículos de Pelé, en los que comentaba el Mundial de 1970, celebrado en México. Fue su máxima hazaña o, al menos, de la que se siente más orgulloso. “La FIFA nos dio un premio como reconocimiento a la labor de la agencia por nuestro interés en la difusión cultural”, comenta entusiasmado.
Asimismo, otro de sus reportajes más destacables fue sobre los indígenas de la Amazonía. Vivió durante 15 días con ellos y aún conserva las flechas envenenadas, hechas con hueso de mono, que le regalaron. “También pertenecía al Club de Corresponsales Extranjeros y me nombraron segundo secretario”, cuenta orgulloso. Fueron, sin duda, los años más emocionantes de su vida.
Un regreso a España accidentado
“En el 71 me dieron la opción de volver a Buenos Aires o viajar a España”, cuenta. Sus hijos habían estado un mes en verano en la Península para ver a la familia y les había gustado, así que decidieron volver a su país de origen.
“El problema es que yo pensaba que, al haber sido delegado, me darían un cargo proporcional aquí, pero me asimilaron a jefe de sección de EFE”, señala. La razón: no tenía un título homologado de periodista. “En esa época se llevaba mucho la titulitis. Habían cerrado la escuela de Fraga y se abría la primera Facultad de Periodismo. Me dijeron que si quería optar a puestos más elevados tenía que sacarme el diploma”, recuerda.
A sus 46 años y pudiendo haber sido maestro de periodistas, tuvo que hacer “el preuniversitario y cursar los cinco años de la carrera”. “En el 77 me dieron el título”, comenta. Sólo entonces, le hicieron redactor jefe en la agencia EFE y, poco después, subdirector, cargo que desempeñó hasta su jubilación. Desde ese momento, Eleuterio no ha parado de ejercer como periodista y además de sus memorias, también escribe regularmente artículos que atesora en su casa. Además, a sus 93 años, sigue haciendo el despacho parroquial en la Iglesia de su barrio.