Las fotografías de los 'Inmigrantes invisibles'
Todos conocemos el fenómeno de la emigración española hacia América, según datos de la Secretaría de Estado de Migraciones, en los 50 años transcurridos entre 1880 y 1930 salieron de España hacia el Nuevo Mundo 3.471.755 de personas. El destino de la inmensa mayoría de aquellos emigrantes estuvo al sur del río Grande, sin embargo, varias decenas de miles lo hicieron hacia el norte, a Estados Unidos y Hawai. Así lo demuestra el periodista, viajero, escritor y realizador de documentales Luis Argeo, natural de Piedras Blancas, concejo asturiano de Castrillón, con películas documentales en las que participan los descendientes de aquellos emigrantes.
Documentales como AsturianUS, donde cuenta la historia de los mineros de Arnao que tras el cierre de la Real Compañía de Minas se vieron obligados a emigrar a West Virginia; o La paella de Daniel Albert, donde narra la vida de un descendiente de alicantinos y responsable de la mejor paella de California gracias a la receta de su madre emigrante. En La plomada, recupera los recuerdos de un abuelo asturiano que pescaba con un cebo de plomo en Tampa (Florida). Y en Un legado de humo en Tampa, habla del legado de los españoles tabaqueros que llegaron a Florida.
Además, junto al catedrático de Literatura y Cultura españolas de la New York University y nieto de asturianos James D. Fernández, Luis Argeo es también autor del libro Inmigrantes invisibles. Españoles en los Estados Unidos: 1868-1945, en el que recogen 350 fotografías personales, documentos, carteles y recortes de prensa sobre los españoles en EEUU desde 1880 hasta después de la segunda Guerra Mundial.
“Su bajo número en comparación con los españoles que emigraron a países como México, Argentina o Cuba y la imposibilidad de poder regresar a nuestro país tras la Guerra Civil que les forzó a integrarse en la sociedad norteamericana les ha convertido en prácticamente invisibles, pero existieron”, explica Luis Argeo.
La relación de Argeo con aquellas gentes que en su momento hicieron las américas del norte viene de lejos. “Tengo un vínculo casi personal con este proyecto porque soy de la comarca asturiana de Avilés, en la que no solo hermanos de mis abuelos emigraron a Estados Unidos sino también casi todo el vecindario. Los familiares americanos de mis abuelos venían a vernos cuando yo era pequeño y nos traían regalos, esa es la génesis de la curiosidad que siempre me ha causado este tema”, cuenta el periodista antes de añadir que tras terminar sus estudios, se puso a investigar qué había sido de aquellos familiares: “Me encontré con que estos emigrantes olvidados no eran un asunto familiar sino de toda la comarca y de ahí nació mi primera película AsturianUS, sobre los asturianos que fueron a trabajar a las fábricas metalúrgicas de West Virginia”.
Esa película documental la vio James D. Fernández que se puso en contacto con Luis. Ambos decidieron unir fuerzas y descubrieron que el fenómeno no fue exclusivamente asturiano sino de toda España: “andaluces en Hawai, gallegos en Nueva York, vascos que cuidaban ganado en el oeste, cántabros que llegaron a trabajar en las de granito de Nueva Inglaterra, valencianos haciendo carreteras en Connecticut... También desde las minas de Riotinto en Huelva pasaron a las de Arizona, otros dieron el salto desde Cuba hasta Tampa (Florida) y fueron tabaqueros…”. Es una historia apenas conocida y que corre el riesgo de perderse, una hitsoria que "ahora está en manos de los descendientes de aquellos emigrantes; en sus recuerdos, sus historias familiares y sus desvanes", nos cuenta Argeo.
AsturianUS from whitestoneridge on Vimeo.
“Históricamente las relaciones culturales que compartimos con Estados Unidos se quedan en lo sucedido durante la conquista, las misiones de California, la fundación de ciudades como San Francisco o Sacramento y sin embargo, desde 1880 hasta 1940 la presencia española en todo el continente americano supera con creces la que hubo durante los cuatro siglos anteriores. Siempre se ha querido hablar del imperio español y la grandeza española pero estos hombres eran obreros y campesinos que emigraban para buscarse la vida. Cuando desaparece el imperio es cuando se establecen las relaciones a pie de calle y aparecen estos hombres y mujeres a los que nosotros estamos intentando poner en el mapa”, apunta Luis Argeo.
Al contrario de los emigrantes españoles que fueron a países de habla hispana en los que la relación, quizás por motivos idiomáticos, se ha mantenido más viva y aún tienen una presencia significativa; los que eligieron Estados Unidos se han vuelto invisibles porque eran menos y han sido poco estudiados. Llegaron y se asenatron en sus lugares de trabajo, porque trabajaban allí en lo mismo a lo que se dedicaban aquí: su nueva patria era su trabajo.
Su historia ha sido de fogonazos. Como todos los emigrantes tienen la idea de trabajar, ahorrar dinero y volver a España a plantar una palmera en su casa de indiano, pero llega nuestra Guerra Civil, la gana el bando franquista y se desvanecen sus sueños de regresar. Entonces se asimilan, obligan a sus hijos a convertirse en más americanos que los propios americanos para prosperar y adecuarse a la nueva sociedad que les acoge y que terminará por hacerles suyos. A partir de los años 50 van desapareciendo las casas regionales, comienzan a estudiar, compran apartamentos en los suburbios de las ciudades en que viven, adquieren coches, se van de vacaciones a otros sitios que no son España… En definitiva, adoptan los hábitos de vida de la nueva potencia en la que se insertan.
No resulta fácil encontrar a los descendientes, nietos muy mayores e hijos de avanzada edad, de aquellos emigrantes y en ocasiones, como detalla Argeo, "es imposible reconstruir las historias familiares. No puedes entrevistarte con ellos en su casa y explicarles que ese puño cerrado al final de un brazo en alto era de su padre o de su abuelo que estaba en un pic nic recaudando fondos para enviarlos a la España republicana. ‘¡No, él no era comunista!’ te dicen. Volvemos a la invisibilidad de la que venimos hablando. Los emigrantes eran gente que en su mayoría, al conocer una sociedad más libre, se posicionaron a favor del bando republicano durante la guerra, porque con la llegada de la democracia habían visto que las cosas estaban mejorando, había voto femenino, estaba más controlado el poder de la Iglesia... cosas que les hacía pensar que tal vez había llegado el momento de volver y que se perdieron con la guerra. Después llegó la segunda Guerra Mundial y tras su fin, lo hizo el Macartismo con la persecución de izquierdistas y la caza de brujas y volvieron a la invisibilidad porque todo lo que oliera a sindicalismo, lucha de clases… había que esconderlo, y esconderlo a sus hijos. Por eso sus hijos o sus nietos ya mayores no pueden entender que una figurita encontrada en un cajón representando a un niño con el puño en alto y que guardaban como oro en paño porque pensaban que era un amuleto, resulta ser un niño republicano que compraron en una venta para recaudar fondos".
Normalmente se repetía el esquema clásico de la emigración, primero se va el marido y conforme se asentaba iba llamando a su mujer y a sus hijos. Pero en la emigración a Estados Unidos no siempre fue así. "En el caso de Hawai, las compañías dueñas de las plantaciones de caña de azúcar vinieron reclamando a familias enteras y cuantos más llegaran mejores condiciones les ofrecían: más sueldo, una casa y posibilidad de adquirir tierras, –cuenta Aregeo–. Esas empresas buscaban mano de obra blanca para deshacerse de la población asiática y que estuvieran lo suficientemente lejos como para que no se plantearan volver. Por eso buscaron en Portugal y España, donde entonces se trabajaba la caña de azúcar en muchas localidades andaluzas como Granada o Málaga y para allá se fueron, entre 1907 y 1912, más de 8.000 personas que llegaron hacinados como animales en las bodegas de cargueros de madera después de 55 días de viaje y de atravesar el temible Cabo de Hornos, porque aún no se había inaugurado el Canal de Panamá, y cruzar el océano Pacífico hacia el norte. Por cierto, hemos descubierto que en esos barcos no sólo iba gente que sabía cortar la caña de azúcar, también viajaban personas de pueblos de las provincias de Zamora o de Salamanca, que seguramente ni siquiera habían probado el azúcar".
La respuesta a la pregunta de si queda algo de aquella emigración hoy en día es doble. “Por un lado, algunos consiguieron volver y entre ellos encontramos historias que no responden a la del típico indiano, porque cuando regresaron se encontraron con la España más dura del franquismo y tienen una sensación de haber dado primero un paso adelante y luego otro atrás en sus vidas. Pero también es cierto que hay un espejo entre entonces y ahora, y la gente hoy tiene que emigrar por necesidad y no por aventura, como se nos ha querido vender a veces, aunque por supuesto que ahora es gente con estudios e idiomas, y tiene en esencia el mismo motivo: buscar fuera lo que no tienen en casa".
Cuando hablas a Luis Argeo de las historias que ha encontrado entre los que se fueron suponiendo que habrá de éxitos y de fracasos el periodista lo confirma. “Hay de todo. Hemos encontrado héroes de lo cotidiano, porque irse sin saber a dónde desde una aldea sabiendo escribir tu nombre y contar o sumar un poco y lograr, gracias a su esfuerzo personal y familiar, que tu hijo estudie y se convierta en médico o abogado, para mí es, sin duda, un rotundo éxito. Y también hay éxitos que son de gente que supieron hacerse un hueco en la historia de su comunidad, por ejemplo, Café Bustelo (@CafeBustelo) es una marca que puso en marcha una familia asturiana y hoy es un café que se puede encontrar en cualquiera de los millones de supermercados de Estados Unidos. Lo mismo sucede con las latas de conservas y bebidas Goya (@GoyaEuropa), que no sólo triunfan allí sino que ya empiezan a conocerse aquí, las fundó un burgalés y el negocio sigue siendo familiar".
También, cuenta Argeo, hay españoles en el Salón de la Fama del Fútbol. "Incluso el primer árbitro estadounidense que participó en una competición internacional, concretamente en el Campeonato Mundial de Brasil en 1950, fue un crío que salió de Asturias para reunirse con su padre y llegó a fundar clubes, se hizo árbitro y tras la Guerra Mundial se nacionalizó como norteamericano".
"Estas son las historias de éxitos que encontramos en trasteros, en viejas fotografías, en conversaciones de café durante una tarde como otra cualquiera… Eso es lo que hacemos, rescatar esos legados e intentar darles una nueva visibilidad. Buscamos qué es lo que queda hoy y ver cómo podemos, desde el presente, bucear en el pasado", concluye Luis Argeo.