El Toro de Osborne, uno de nuetros más incontestables iconos, cumple 65 años disfrutando de una espléndida salud que ni siquiera pudo quebrantar la ley que en 1988 ordenaba la eliminación de la publicidad en las carreteras españolas.
La historia de Osborne se remonta mucho más allá de los 65 años de su símbolo más conocido. Fue a finales del siglo XVIII, en 1772, cuando un joven y emprendedor comerciante inglés, Thomas Osborne Mann, se instala en Cádiz y crea una de las empresas que más de doscientos años después identifica a España en el resto del mundo.
Fue en 1956 cuando Osborne encargó a la agencia de publicidad Azor que estudiase la creación de un símbolo que representara a su brandy Veterano para instalarlo en los márgenes de las carreteras.
Uno de los creativos de la agencia, Manuel Prieto, propuso utilizar la silueta de un toro bravo. La idea prospera inmediatamente y da comienzo la construcción de las vallas publicitarias de madera de cuatro metros de alto que un año después comenzarían a poblar nuestras calzadas. Aquellos primeros toros lucían una cornamenta pintada de blanco y llevaban un rótulo: "Veterano-Osborne".
Con el tiempo se comprobaron dos cosas, primero que las condiciones meteorológicas que soportaban los toros a la intemperie dañaba seriamente su estructura de madera y segundo que su aceptación por el público fue, desde el primer momento, entusiasta.
En consecuencia, respecto al primer tema, en 1961 se sustituyeron los toros de madera por otros de metal que resistían mejor las inclemencias del tiempo y respecto al segundo se decidió aumentar su tamaño hasta los 7 metros y poco después, en 1962, hasta los 14 metros, una aumento de medidas que también propició la entrada en vigor de una ley que ordenaba el alejamiento de los carteles publicitarios del borde de las carreteras.
Salvar al Toro
Durante décadas las siluetas de los toros bravos de Osborne acompañaron a los automovilistas que recorrían España hasta llegar a identificarse tanto con lo español que pasaron a convertirse en un símbolo indiscutible de nuestro país, dentro y fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, en 1988, la Ley General de Carreteras obligó a retirar de las calzadas estatales cualquier tipo de publicidad en aras de la seguridad vial. Fue entonces cuando se suprimió los rótulos de las vallas que, no obstante se mantuvieron en pie.
Casi de inmediato se puso en marcha en todo el país un movimiento con un claro objetivo: Salvar al Toro. Las muestras de apoyo al entrañable icono se multiplicaban en todos los ámbitos de la cultura, los colectivos de artistas, diseñadores, escritores y periodistas, en una reacción que pronto contagió al entorno de la política a nivel de ayuntamientos y Comunidades Autónomas que se sumaron con entusiasmo a la misión de conseguir el indulto para el Toro de Osborne.
Desde la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, que fue la primera en pedir su declaración como bien cultural, hasta la de la Comunidad de Navarra que, amparada en su Ley Foral, decidió mantener los Toros en las carreteras que atraviesan su territorio, todas las instancias políticas del país intercedieron en favor del mantenimiento de las vallas.
Cantabria, Murcia y Cataluña se desmarcan
Finalmente, en 1997 el asunto llega hasta el Tribunal Supremo que zanja la discusión reconociendo el "interés estético o cultural que la colectividad ha atribuido a la esfinge del toro". El alto tribunal estima los recursos presentados en su momento por Osborne y entiende que la silueta "supera su inicial sentido publicitario y se ha integrado en el paisaje", permitiendo así que ahora celebremos sus primeros 65 años de existencia.
Los toros de Osborne, que hoy se construyen con 70 chapas que configuran una superficie de 150 metros cuadrados con 4.000 kilos de peso y una altura equivalente a la de un edificio de cuatro plantas, son en estos momentos cerca de 90 y se reparten por todas las Comunidades Autónomas españolas a excepción de tres: Cantabria, Murcia y Cataluña.
Precisamente fue en ésta última Comunidad donde el Toro desató una nueva polémica al ser sistemáticamente boicoteado por los nacionalistas catalanes la silueta instalada en El Bruc (Barcelona), que finalmente fue retirada.