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"Cuando veo las cosas muy mal, pienso que peor era cazar un mamut, que te cazaba él a ti nueve veces de cada diez", reflexiona Martín Almagro Gorbea (Barcelona, 5 de enero de 1946), antropólogo, arqueólogo, historiador, exdirector del Museo Arqueológico Nacional (@MANArqueologico) y anticuario perpetuo de la Real Academia de la Historia, entre otros títulos y cargos. Su especialidad es la protohistoria de la península ibérica, Tartessos y la cultura céltica. Aunque está jubilado formalmente, continúa muy activo, ahora centrado en la investigación de las peñas sacras, unos monumentos arqueológicos diseminados por la España vaciada y cuya historia "es urgente recopilar y estudiar, porque las personas mayores de pueblos de Galicia, León o el Alto Aragón son las únicas que conocen dónde están las peñas y cuál es su significado y sus ritos".
Está deseando dejar atrás la pesadilla del coronavirus, una pandemia que ha evidenciado "lo mal administrados que estamos en España, por culpa del sistema clientelar. Tenemos un sistema de caciques (en la política, en la sociedad, en la universidad) que es la base de la corrupción, y eso se paga a la hora de la verdad en la falta de eficacia, porque en los puestos claves no están los más capacitados, sino quienes menos guerra dan, o los más amigos". A Martín Almagro le parece inconcebible "que España no sea capaz de producir en una semana lo que necesitemos: los respiradores, las caretas, las mascarillas", asegura que "quienes están a cargo de la situación han demostrado una enorme falta de cultura, una absoluta incapacidad", y le horroriza la dejadez que sufren las personas mayores en las residencias.
De no haber sido arqueólogo, le hubiera gustado dedicarse a la medicina o a la astronomía. "Todo lo relacionado con el ser humano me apasiona porque nosotros somos la clave de nuestra existencia", asegura este erudito que solo aguantó ocho meses como director del Museo Arqueológico Nacional. "Lo dejé por no tener problemas con la estructura clientelar que se me imponía", confiesa en su entrevista con 65Ymás.
PREGUNTA.- La España que salga a la calle tras el coronavirus, ¿será la misma?
RESPUESTA.- Soy optimista y sé que como sociedad saldremos de esta crisis, pero vamos a pagar un enorme coste. La pandemia afecta al mundo entero, aunque cada país la sufre según su capacidad de enfrentarse a ella, y en este sentido quienes la están gestionando demuestran una incapacidad absoluta. Debemos tener sentido crítico y pedir responsabilidades.
"Estamos muy mal administrados. Y la culpa es del sistema clientelar, que es la raíz de la corrupción"
P.- Esta pandemia ha reavivado las críticas a España e Italia. ¿Por qué parece que el sur de Europa lo hace todo peor?
R.- Porque somos los países más clientelares; somos países de mafia. No es necesario andar a tiros para que haya mafia. Y algunos episodios que hemos vivido, como el de los tests, o los sanitarios trabajando con impermeables comprados en los chinos, son de película. Tenemos un sistema de caciques en la política, en la sociedad, en la universidad, y eso se paga a la hora de la verdad en la falta de eficacia, porque no ponemos en los puestos claves a los más capacitados, sino a quienes menos guerra dan. Tenemos que cambiar el sistema clientelar, que es la raíz de la corrupción.
P.- Quien no conoce la historia, ¿está condenado a repetirla?
R.- En historia, cada etapa es consecuencia de la anterior y explica la siguiente. Si se pierde la memoria colectiva, se pierde la capacidad de autoidentificarse y de actuar en consecuencia, y ese es uno de los problemas de base que padecemos hoy día en España. No existen tantos problemas de convivencia, yo creo que lo que pasa es que hemos perdido la autoconciencia colectiva.
P.- ¿Se refiere al problema catalán, aunque ahora esté aparcado por el estado de alarma?
R.- Por supuesto. No entendemos que estamos en el mismo barco, en una península, y no podemos tirar cada uno por nuestro lado. Deberíamos remar todos juntos.
P.- ¿Por qué nos cuesta tanto entendernos a los españoles?
R.- Porque hoy, como en el tercer milenio antes de Cristo, predomina el interés de mi castro frente al del vecino. Quizá los españoles deberíamos preguntarnos: ¿no es posible que haya intereses de fuera aprovechando los problemas de España? ¿Deciden otros por nosotros, les dejamos tomar el timón mientras nos peleamos?
"La España anterior al Covid era una sociedad con alzhéimer. Confiemos en que algo de eso cambie"
P.- Las voces que más se oyen no invitan precisamente al entendimiento...
R.- Uno de los grandes problemas de España desde siempre es que vivimos en el siglo XXI con la estructura clientelar que se creó en el tercer milenio a.C. al surgir las sociedades complejas: el caciquismo. La universidad funciona así, los partidos políticos también, la sociedad en general se rige por intereses caciquiles, que todo el mundo conoce y admite. Si no, ¿cómo es posible que únicamente se pueda entrar en un departamento universitario siendo amigo de los que ya están dentro? ¿Cómo es posible que se utilicen las lenguas para descartar a profesores o investigadores? Todo eso es consecuencia del caciquismo.
P.- ¿Qué nos enseñan la arqueología y el estudio del pasado?
R.- Estudiar los restos antiguos nos da una perspectiva amplia y, al alejarnos, podemos acercarnos más a la objetividad. Y, en mi caso, conocer el pasado me ha proporcionado optimismo histórico, por ejemplo, cuando veo las cosas muy mal, pienso que peor era cazar un mamut, que te cazaba él a ti nueve veces de cada diez. También me ha ayudado a entender lo que es la vida. Me parece fundamental afrontar los problemas con perspectiva y optimismo, aunque lamentablemente la gran mayoría de españoles no sabe qué hacer con la experiencia del pasado. En ese sentido, la España anterior al coronavirus era una sociedad con alzhéimer. Confiemos en que tras la pandemia algo de eso cambie.
"Tuve un buen ambiente formativo en mi familia, que es de las cosas más importantes en la vida de un niño"
P.- Es usted hijo del eminente arqueólogo Martín Almagro Basch. ¿Le influyó su padre para seguir sus pasos?
R.- En mi familia nunca se me dijo que tenía que ser arqueólogo, salió espontáneamente, pero es cierto que yo desde niño he estado en excavaciones con mi padre, como las de Ampurias. Me gustaban las piedras y además tenía un buen ambiente formativo en mi familia, que es de las cosas más importantes en la vida de un niño.
P.- ¿Qué le llevó a especializarse en la protohistoria de la península ibérica?
R.- Me interesa la protohistoria porque es la etapa de la humanidad en la que se empieza a vivir en una sociedad compleja. Es esa etapa que llega con la explosión demográfica después del neolítico, al surgir las sociedades complejas, donde se plantea el todavía no resuelto problema de gestionar la convivencia de una sociedad que a medida que se desarrolla se hace cada vez más compleja.
P.- Si tuviera que elegir cuatro o cinco cosas de su vida, ¿con qué se quedaría?
R.- Sobre todo, me he centrado en la investigación, porque considero que crear saber y transmitirlo es lo que más contribuye al bienestar de la humanidad.
"Nos enfrentamos a un auténtico genocidio cultural en la España despoblada"
P.- En 2018 recibió el Premio Vaccea por su contribución al conocimiento de las culturas célticas de la península Ibérica. ¿Qué siente al ver el drama de la España vaciada?
R.- Nos enfrentamos a un auténtico genocidio cultural en la España despoblada. Si viajamos por Castilla, Galicia, muchas áreas de Extremadura o de Aragón, da pena ver los pueblos muertos y las zonas totalmente abandonadas. ¿Cómo es posible? Yo he visto pueblos donde solo quedan personas mayores que en invierno se marchan a vivir con sus hijos porque, como me dijo una de ellas en una ocasión, “si me caigo, no hay nadie para levantarme”.
P.- Ahora está volcado en investigar y difundir las peñas sacras. ¿Qué ligazón tienen con la cultura popular en esa España despoblada?
R.- Las peñas sacras son conjuntos pétreos que existen en muchos pueblos, ligadas a lo que la gente llama supersticiones y donde se realizaban ritos ancestrales. Aunque es muy difícil datarlas, todas pertenecen a épocas anteriores a la cristianización. Yo percibí como arqueólogo que esas supersticiones eran los restos de ritos de época prerromana, de los celtas y a veces muy anteriores. No habían sido estudiadas porque los etnólogos las interpretaban como una tradición más, sin explicar de dónde venían. Los arqueólogos tampoco las consideraban monumentos. Pero, a partir de dos congresos realizados con el Instituto de Estudios Altoaragoneses (@iea_huesca), hemos conseguido que se valoren como verdaderos monumentos arqueológicos, testimonios de ancestrales cultos animistas. Todo eso ha quedado ahí, en torno a estas peñas, en forma de tradiciones populares que forman parte de nuestro rico Patrimonio Cultural.
P.- ¿Qué distingue a las peñas sacras de otras piedras?
R.- La peña era la materialización del numen, de un espíritu. Por lo general, era un berrocal que un iluminado, alguien con una visión, interpretaba como alojamiento del espíritu, y a partir de ahí la gente realizaba ritos como tirar una piedra sobre la peña, y si se quedaba arriba, pues interpretaban que el numen les estaba contestando que iban a tener un hijo o que se iban a casar.
P.- Una especie de oráculo…
R.- Sí, la peña tenía función oracular. Esa era la verdadera religión popular, los ritos que la gente practicaba de verdad. Esta es la gran aportación que supone el estudio de las peñas sacras, que además nos permiten entender mejor determinados ritos que se dan en Australia o el animismo de ciertas tribus de África.
"Los ritos y tradiciones de las peñas sacras solo los conocen las personas mayores de los pueblos. Si perdemos su memoria, perdemos todo ese mundo"
P.- Dice que la memoria de esas peñas está ligada a las personas mayores de los pueblos...
R.- Sí. Hay que estudiarlas a contrarreloj, porque las gentes que de verdad conocen las tradiciones tienen ya ochenta y tantos años, y si perdemos su memoria, perdemos todo ese mundo.
P.- ¿Las peñas sacras pueden ser un aliciente turístico para la España vaciada?
R.- ¡Ojalá! Visitar esas zonas es como visitar un dolmen o una iglesia románica. Están en paisajes maravillosos a los que a veces cuesta llegar. Para el turista amante de la naturaleza, la arqueología y el folclore popular, es una actividad lúdica muy enriquecedora.
P.- ¿Tendremos pronto una guía turística de peñas sacras?
R.- Es una buena idea, pero sinceramente, no lo sé. Ahora estamos empezando a tener una visión de las peñas sacras: cuando comenzamos a convocar congresos sobre este tema, apenas había un centenar, y en este momento conocemos unas 1.200. Nuestro propósito es elaborar una síntesis e incorporarlas al patrimonio cultural español y europeo. Es muy importante sintetizar, por ejemplo, lo que se sabe en Galicia, que conserva todavía mucha tradición. También trabajamos en la zona del antiguo Reino de León. Otros equipos trabajan en Extremadura, en Ávila o en Burgos. Y está asimismo la zona del Pirineo de Huesca, con el Instituto de Estudios Altoaragoneses.
"Hay que desdramatizar las crisis. Existe gente que con el viento en la cara capea temporales, y gente que con el viento en popa se estrella"
P.- Qué rutinas físicas e intelectuales sigue para estar tan activo?
R.- Creo que si se trabaja a gusto y se hacen las cosas a gusto, los propios estímulos crean las enzimas y los recursos que nos animan hasta el final. Ya no subo las peñas como hace 20 años, y hasta hay algunas a las que no puedo ver la cúspide superior, y acepto que debe ser así. Me cuido, pero sin exagerar, porque no sirve de nada obsesionarse con las fórmulas para no envejecer o mantenerse joven.
P.- ¿Hay que desdramatizar las crisis?
R.- Desde luego: tenemos etapas más felices y otras más difíciles, pero a lo largo de la vida se mezclan unas con otras. Y siempre hay gente que con el viento en la cara sabe capear temporales y gente que con el viento en popa se estrella.
P.- ¿Y la edad influye? ¿Conforme se va envejeciendo llega el desencanto?
R.- Puede pasar, pero también es el momento en que se posee una mejor visión de lo que es la vida. Yo admiro a los viejos que tienen juventud de espíritu; y existen jóvenes que no hace falta que lleguen a viejos porque ya lo son.
"En los pueblos, como hay más relación humana, la gente mayor está más integrada"
P.- ¿Qué opina del edadismo, los prejuicios sobre los mayores?
R.- Es un tema interesante sobre el que es necesario reflexionar. Considero que en los pueblos, como hay más relación humana, la gente mayor está más integrada. En las ciudades, a veces vamos pegados unos a otros y, sin embargo, estamos absolutamente solos. La situación de soledad, de la que se ocupan organismos y asociaciones, es particularmente aguda en la ciudad, más incluso que la soledad en el campo, porque es más angustiosa. Y esto está en relación con que los mayores pueden ser despreciados porque ya no están en la cabeza del pelotón de la sociedad y de la historia. Esto hay que procurar paliarlo. Sobre todo, viendo la cantidad de cosas positivas que puede hacer la gente mayor, y que puede y debe aportar a la sociedad.