Desde que comenzó la crisis sanitaria del coronavirus, el doctor Pedro Arcos, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Oviedo, lleva estudiando muy de cerca la evolución de la pandemia y recomendando tomar medidas con anticipación para controlar la transmisión del virus. Sin embargo, este experto reconoce que no siempre es fácil que los políticos sigan las recomendaciones de los científicos y que, en muchos casos, se llega tarde. “Lo que más me ha descolocado de esta pandemia es el nivel de contaminación política que hay”, crítica.
PREGUNTA - ¿Estamos más cerca del fin de la pandemia? ¿Qué le parece el anuncio de la empresa Pfizer sobre su vacuna? ¿Es algo esperanzador?
RESPUESTA - Hay unas 10 vacunas en desarrollo actualmente, varias de ellas en la fase final del ensayo clínico. Por el momento, lo que tenemos sólo es una nota de prensa de la compañía diciendo que la vacuna tiene una eficacia del 90%. No obstante, en investigación los resultados se comunican publicándolos en revistan científicas con revisión por pares. Si los resultados que se publiquen confirman este comunicado, será un excelente avance científico. La compañía ha indicado que la vacuna necesita conservarse a menos 75 grados y ello complica un poco el proceso logístico de distribución y de vacunación de la población que exigirá una buena organización.
P.- Y hasta que haya una vacuna, ¿qué se puede hacer?, ¿por qué se ha descontrolado la pandemia en el último mes en muchas partes de España?
R.- El proceso expansivo ocurrido en España es el mismo que están afrontando muchos países de Europa y que en nuestro país sufrió antes por el desconfinamiento precoz e inadecuado que se hizo. Acortamos las últimas fases para facilitar el regreso del turismo y evitar parte de las pérdidas económicas a los sectores de hostelería y turismo. En ese momento, el Ministerio de Sanidad transfirió la gestión de la pandemia a las comunidades autónomas y cada una adoptó su propio conjunto de medidas. Probablemente esto redujo la coordinación a nivel del Estado. Unas comunidades adoptaron medidas más rápidamente y, otras, menos. Se hizo una transferencia sin tener suficientes criterios comunes de intervención que no estuvieron listos hasta septiembre/octubre. El Ministerio se desentendió un poco del tema.
Además, en Junio apareció una nueva variante del virus que comenzó a circular por España, Holanda e Italia y ahora, es la mayoritaria en Europa. Esta variante tiene tres mutaciones en su cadena genética y, una de ellas, afecta a las proteínas que se unen con las células y facilita su adhesión a la mucosa respiratoria haciéndola más transmisible.
También ha afectado la vuelta a la normalidad en Septiembre con la reincorporación al trabajo y el inicio del curso académico que aumentan la movilidad.
"No puedes pretender hacer el mismo trabajo con el mismo número de rastreadores si tienes 1 millón de habitantes que si tienes 5".
P.- Y la estrategia de rastreo, ¿ha fallado?
R.- Algunas CCAA han hecho rastreos excelentes y en otras, como Cataluña al principio o Madrid todo el tiempo, este proceso ha sido deficiente. Si el rastreo no se hace bien desde el inicio, luego es muy difícil de controlar la transmisión del virus. Por ejemplo, en Asturias se hizo un fuerte rastreo y llegamos a tener una tasa de incidencia mínima. Y fue porque se hizo muy precozmente y desde los primeros brotes.
P.- ¿Ha influido la densidad de población a la hora de hacer el rastreo? ¿Es posible trazar contactos en grandes urbes?
R.- Una cantidad de población alta significa que necesitarás más rastreadores. No puedes pretender hacer el mismo trabajo con el mismo número si tienes 1 millón de habitantes que si tienes 5 millones. No se puede hacer en Madrid con los mismos trabajadores que en Asturias.
Además, el rastreo es más eficiente para controlar la transmisión cuanto más precozmente se haga: si no lo consigues hacer pronto, la transmisión pasa a ser muy amplia y resulta menos eficiente. Aun así, el rastreo debe mantenerse actualmente.
"Si se espera mucho en confinar, el virus va a circular más y será más difícil de controlar".
P.- Y los cierres que se están planteando por parte de otras comunidades (hostelería, comercios, etc.), ¿serán eficaces?
R.- El objetivo que se persigue con los cierres es reducir al mínimo el contacto entre personas, que es la única medida que se puede tomar cuando la transmisión es muy alta y no hay vacuna. Y esto se puede hacer de varias formas: cerrar los bares, decir a la gente que no salga a determinada hora, prohibir grupos a partir de determinado número de personas o decretar un confinamiento que puede ser por horas, edades o total.
Lo importante es que los confinamientos, al igual que el rastreo, funcionan mucho mejor al principio que al final. Si se espera mucho, el virus va a circular más y será más difícil de controlar.
P.- Con las medidas actuales de cierres parciales, ¿se puede lograr bajar la incidencia a cifras como las que se está marcando el Gobierno?
R.- No es seguro. Seguramente deberían estabilizarse, pero bajar a niveles mínimos con medidas sólo parciales es difícil. Y el problema es que necesitamos reducir la incidencia a niveles muy bajos para que no se llenen los hospitales. Lo que se pretende es que haya capacidad de atender a los casos y, especialmente, a los casos graves. Hay que lograr un cierre que no sea excesivo, pero que permita controlar la presión hospitalaria.
"No ha sido acertado que el Presidente del Gobierno dijera en Junio que habíamos vencido al virus".
P.- Y si se acaba aplicando un confinamiento total, ¿piensa que la población lo aceptará? En Francia o en Reino Unido está costando más que se cumpla que durante la primera ola.
R.- Como cualquier medida restrictiva que afecta a la población, hay que contar con la adherencia y el cumplimiento de todos. Y eso, depende de la credibilidad que se tenga como autoridad sanitaria.
Además, también tiene que haber una coherencia del mensaje y de las medidas. Por ejemplo, no ha sido acertado que el Presidente del Gobierno dijera en Junio que habíamos vencido al virus. Este tipo de “contaminación política” de la gestión técnica afecta a la credibilidad de las autoridades sanitarias y a la percepción sobre las medidas de la población.
P.- ¿Se está abusando de medidas de brocha gorda? Es decir, por ejemplo, cierres de todo un sector sin distinciones, franjas horarias para todos por igual, etc. ¿Es posible hilar más fino?
R.- En Salud Pública, normalmente las medidas las proponemos los epidemiólogos pero quien finalmente las adopta son los políticos. Nosotros podemos decir por ejemplo: ‘Con esta medida se podría reducir esta situación a un determinado nivel’. Pero luego el político tiene en cuenta otra serie de consideraciones a la hora de decidir como cuestiones económicas o de coste político.
P.- ¿Hay argumentos sanitarios para confinar ahora y desconfinar en Navidad como proponen algunos políticos?
R.- Es algo relacionado con el carácter estacional de la economía de los países. Nos pasó en el verano con el turismo. Estas decisiones se toman teniendo en cuenta criterios económicos, que no siempre coinciden con lo que sería mejor para la salud pública. Así que esa idea de abrir en Navidad responde a un tema esencialmente económico.
P.- Entonces, ¿podríamos tener una nueva ola si se desconfina de golpe en diciembre?
R.- Probablemente. Sí, si tu abres a la movilidad y el contacto el virus va a circular y va haber más casos. Es automático. Es como el agua: cuando abres el grifo, corre. Y mientras no tengamos la posibilidad de vacunar, va a ser de esta manera.
"Poner un poco de gel en las manos no es igual de eficaz que lavarselas correctamente con agua y jabón".
P.- Y si nos confinamos totalmente y nos desconfinamos con incidencias muy bajas, ¿es posible convivir con el virus en invierno sólo con el uso de las mascarillas y el lavado de manos como pretendían con la ‘nueva normalidad’?
R.- Lo de la nueva normalidad fue una boutade política. Una ocurrencia. Para hacer frente a una epidemia se tiene un conjunto de medidas disponibles. Una medida es la mascarilla, otra, lavarse las manos y, otra, las restricciones de movilidad y contacto.
Con el paso de estos meses, algunas medidas se han han aplicado mejor y otras peor. Por ejemplo, la mascarilla se usa generalizadamente, pero se usa una mascarilla inadecuada y/o se usa mal. Por otra parte, el lavado de manos tampoco se ha logrado y se ha sustituido por un sucedáneo menos eficaz que son los geles (poner un poco en las manos no es igual de eficaz que lavarse las manos correctamente con agua y jabón). Y luego, se ha conseguido reducir los contactos cerrando la hostelería, pero la gente sigue celebrando reuniones en otros lugares. Cada medida ha tenido un grado distinto de cumplimiento.
P.- ¿Debe preocuparnos que se haya descubierto que la mayoría de la transmisión se hace por aerosoles?
R.- Sabemos que el virus se transmite por el aire. Y que puede hacerlo usando partículas grandes o más pequeñas, como en el caso de los aerosoles. La única diferencia es que, en el segundo de los casos, la difusión espacial es mayor y de mayor duración temporal. Pero realmente no ha habido un cambio de paradigma científico. Simplemente se ha reforzado la idea de que el riesgo de transmisión es fundamentalmente en interiores, pero eso ya lo sabíamos.
"Es un riesgo ir en un medio de transporte, donde no se puede mantener una mínima distancia de seguridad con otros pasajeros".
P.- Visto que la transmisión en interiores es importante, ¿deberían adoptarse medidas como limitar los aforos en el transporte público, volviendo a dejar espacios entre asientos como durante la primera ola?
R.- Es algo que debería aplicarse ya. Es un riesgo ir en un medio de transporte, donde no se puede mantener una mínima distancia de seguridad con otros pasajeros. ¿Por qué en el cine hay que tener tres butacas de separación y en un autobús habría de ser distinto?
P.- Determinados sectores como la cultura o la restauración señalan, cuando se les quiere cerrar, que son seguros. ¿Qué hay de cierto en esta afirmación?
R.- Los brotes aparecen cuando se reúnen grupos de personas en espacios cerrados. Sean cuales sean estos espacios. Es lo mismo que sea el comedor de una vivienda o el reservado de un restaurante. Si se reúne a un grupo de personas entre la que hay una de ellas infectante y hay proximidad entre ellas, es una zona cerrada y hay poca ventilación, el riesgo es muy alto.
Los brotes se produjeron al principio en los bares y, luego, la gente se reunió en otros lugares. El mecanismo es el mismo. Si se cierra el bar, algunos perderán la posibilidad de infectarse en un bar, pero los que participen en una fiesta o una reunión familiar podrán hacerlo.
Y, respecto a los lugares cerrados, debe mantenerse la distancia entre la gente y una adecuada ventilación y renovación del aire, los sistemas habituales de aire acondicionado, no filtran los virus.
P.- ¿Se aventuraría a hacer un pronóstico de cómo va a evolucionar la pandemia este invierno?
R.- El invierno aumenta la permanencia de la gente en espacios cerrados y ello implica un mayor riesgo de contagio. Si se mantienen unas determinadas medidas restrictivas se controlará más o menos el virus. Pero la incidencia subirá y bajará según el grado de estas medidas hasta que logremos vacunar a un porcentaje importante de la población.
En general, a mayor edad más vulnerabilidad, no solo con las enfermedades transmisibles sino también con las no transmisibles.
P.- Finalmente, respecto a la población mayor, a parte de por posibles enfermedades previas, ¿se sabe ya por qué los mayores tienen cuadros más graves?
R.- La edad es un factor de riesgo para todas las enfermedades transmisibles como esta porque a más años, menor respuesta del sistema inmunitario y mayor probabilidad de tener una serie de comorbilidades y enfermedades asociadas que compliquen el proceso. En general, a mayor edad más vulnerabilidad, no solo con las enfermedades transmisibles sino también con las no transmisibles.
P.- ¿Por qué hay menos infectados mayores que en la primera ola?
R.- Tiene que ver con que la población de más edad ha tomado más precauciones. Después del impacto enorme de la primera ola en la gente de esa edad, son más conscientes de que tienen más riesgo y han seguido las medidas a rajatabla. No tiene que ver con que el virus haya cambiado.