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La ceguera facial o prosopagnosia es un trastorno que no permite distinguir los rostros de las personas, ya que aparecen 'difuminados' sin rasgos distintivos, convirtiéndolos en prácticamente iguales. Sin embargo, las personas que lo padecen son capaces de reconocer expresiones que definen estados de ánimo, así como también pueden reconocer comidas o lugares, aunque solo hayan ido una vez.
Este desconcertante trastorno puede hacer creer a quien lo adolece que reconoce a personas que no ha visto nunca o no reconocer a las que sí. Afecta a entre el 2% y el 2,5% de la población mundial.
Criterios de diagnóstico más inclusivos
Un estudio de la Harvard Medical School en el VA Boston Healthcare System (EE. UU.) sugiere que la ceguera facial puede ser más frecuente de lo que se cree. Las conclusiones, publicadas en la revista 'Cortex', indican que hasta una de cada 33 personas, es decir, un 3%, puede cumplir los criterios del trastorno. Esto significaría que más de 10 millones de estadounidenses, según el equipo de investigación, la padecen.
El estudio descubrió un rendimiento similar en el emparejamiento de rostros entre personas diagnosticadas con criterios más estrictos y menos estrictos, lo que parece indicar que los criterios de diagnóstico deberían ampliarse para ser más inclusivos. De esta forma, podría haber nuevos diagnósticos entre millones de personas que no saben que lo padecen.
Congénita o adquirida
Se descubrió que la ceguera facial se sitúa en un espectro que varía en gravedad y presentación en lugar de representar a un grupo discreto. Los investigadores también ofrecen sugerencias de diagnóstico para identificar las formas leves y graves de prosopagnosia, basándose en las directrices para los trastornos neurocognitivos graves y leves del DSM5, la 5ª edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.
Este trastorno neurológico puede provocar no reconocer el propio rostro en casos severos. Los expertos detacan que no está relacionado con la memoria, problemas de visión o aprendizaje. Se cree que es el resultado de una influencia, daño o deterioro congénitos en un pliegue del cerebro que parece coordinar los sitemas neurales que controlan la percepción facial y la memoria.
Puede surgir a raíz de un accidente cerebrovascular, una lesión cerebral traumática (TBI) o ciertas enfermedades neurodegenerativas. También puede ser congénito o estar presentes al nacer, sin daño cerebral. La prosopagnosia congénita parece darse en familias, lo que hace probable que sea el resultado de una mutación o eliminación genética.
Cuestionario web y pruebas
El estudio se basa en un cuestionario web y en pruebas realizadas a 3.341 personas. Primero preguntaron a los participantes si tenían dificultades para reconocer caras en su vida cotidiana. Después realizaron dos pruebas objetivas para determinar si tenían dificultades para aprender caras nuevas o reconocer caras famosas.
Descubrieron que 31 individuos del total tenían prosopagnosia grave, mientras que 72 tenían una forma más leve. Los investigadores también observaron que no había grupos claramente divididos de personas con mala o buena capacidad para reconocer caras. Por el contrario, la capacidad de reconocer caras parecía situarse en un continuo.
Por último, compararon las puntuaciones de coincidencia de rostros entre personas con prosopagnosia diagnosticada según distintos criterios y descubrieron que el uso de límites de diagnóstico más estrictos no se correspondía con puntuaciones de coincidencia de rostros más bajas.
Más beneficios de los tratamientos en casos leves
Joseph DeGutis, el autor principal del estudio, apunta que esta investigación "es importante a varios niveles: En primer lugar, ampliar el diagnóstico es importante porque saber que se tienen pruebas objetivas reales de ceguera facial, incluso de forma leve, puede ayudar a tomar medidas para reducir sus repercusiones negativas en la vida diaria, como decírselo a los compañeros de trabajo consecuentes o buscar tratamiento".
Estudios recientes han probado que los que la padecen de forma más leve pueden beneficiarse más de algunos tratamientos que las personas que tienen un grado más grave. Estos tratamientos incluyen entrenamiento cognitivo para mejorar las capacidades perceptivas o entrenamiento dirigido directamente a mejorar las asociaciones faciales.
Factores como el deterioro cognitivo relacionado con la edad y la ansiedad social pueden empeorar aún más las capacidades de reconocimiento facial. Saber si se padece en un grado leve ayuda a estar atento a futuros descensos de la capacidad de reconocimiento facial relacionados con la edad o las situaciones.