Qué es la solastalgia o el duelo por la pérdida del entorno natural

La conciencia de la gravedad de la crisis climática que atraviesa el planeta está cada vez más extendida. Los expertos no dejan de evidenciar que se acaba el tiempo para preservar el medio ambiente tal y como lo conocemos y esto, para muchas personas, supone un importante malestar psicológico.

Los episodios climáticos extremos, con cada vez más olas de calor asfixiante o largos meses sin ver caer una gota de lluvia, son el recordatorio diario del enorme reto que la humanidad enfrenta. No se trata solo de la impotencia de las personas concienciadas al ver que los gobiernos y grandes empresas se mantienen pasivos ante esta crisis, sino que también la identidad de las comunidades está amenazada.

Aunque no se considera un trastorno ni enfermedad, el malestar de las personas al observar los procesos de degradación de su entorno es real: ha sido observado y ha recibido el nombre de solastalgia. El catedrático de Psicología ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), José Antonio Corraliza, así lo ha explicado en una entrevista con Infosalus.

El término tiene ya algunos años, pues su origen se fecha en la primera década de los 2000. En Nueva Gales del Sur (Australia), una multinacional abrió una gran brecha en el paisaje: construyó una mina a cielo abierto con el objetivo de extraer minerales allí y, al abandonarla después, quedó como una gran herida. Después de este episodio, las personas del entorno comenzaron a sufrir problemas, lo que llevó al naturalista Glenn Albrecht a acuñar el término solastalgia, según explica Corraliza.

La pérdida de identidad

Los niveles de tensión y estrés aumentan cuando se es testigo de la destrucción del paisaje en el que se vive. “Nosotros somos los lugares que habitamos, y nuestra identidad se forja en contacto permanente con los lugares que habitamos”, explica Corraliza.

El arraigo de las personas a su entorno cotidiano puede pasar desapercibido, pero tiene gran fuerza y potencia. Nos sentimos identificados con él y, al ver que se daña o desaparece, sentimos que se esfuma la seguridad del lugar por el que transitamos y al que vinculamos nuestras rutinas y vivencias.

Aunque, como reconoce el experto, no hay una gran producción de investigaciones empíricas para contrastar la gravedad e intensidad del malestar, sí se sabe que se sufre cuando se produce una degradación intensa o brusca. Algunos ejemplos de esto son los incendios estivales, que arrasan grandes áreas que no se recuperarán en un largo periodo de tiempo.

Aunque existe un importante componente de preocupación por el daño ecológico, lo cierto es que la idea de perder el paisaje habitual es también muy dañina. La naturaleza actual es el producto de procesos centenarios y milenarios, por lo que un fenómeno como un incendio deja a las comunidades de la zona sin el paisaje que enmarcaba su vida, pues tardará mucho tiempo en recuperarse, si es que lo hace de la misma manera alguna vez.

¿Qué se siente con la solastalgia?

La estampa del pueblo de la infancia, las montañas en el horizonte o la calma de embalses y lagos son elementos que formar parte de nosotros, a pesar de que no siempre seamos conscientes. Su deterioro, por lo tanto, nos hace sentirnos desarraigados, disgustados e inseguros. “Es como una pérdida, no te das cuenta de su valor hasta que lo has perdido, forma parte de tu vida cotidiana más automática”, apunta el especialista.

Una vez se tiene conciencia de lo ocurrido, llega el vacío existencial. Algo que era importante en tu vida se ha esfumado y debes reconstruir tu identidad en un nuevo entorno. Es similar a un proceso de duelo, aunque muy difícil de compartir. La duración de este malestar, como en el caso de todas las pérdidas, dependerá de cada persona: algunas reconfigurarán su identidad con el nuevo entorno y otras vivirán con la herida permanentemente abierta.

La solastalgia no es el único malestar que se ha observado vinculado a los cambios de relación con el entorno. Hay otros, entre los que el experto subraya el trastorno por déficit de naturaleza, que sí son importantes problemas de salud.

Este déficit se produce especialmente en los niños y surge de la desconexión con los entornos naturalizados. Los patrones cotidianos de los países ricos han hecho cambiar de forma muy importante el crecimiento de los niños, que, en ocasiones, sustituyen la naturaleza por la tecnología. Esto tiene como consecuencia un aumento de las tasas de obesidad infantil, enfermedades neumónicas como el asma, trastornos de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o déficit de vitamina D.

Tanto la solastalgia como el trastorno de déficit de naturaleza evidencian la importancia del entorno natural en nuestra salud psíquica y física. Corraliza insiste en que muchas actividades nos ayudan a recuperarnos del exceso de estrés del día a día y subraya que también beneficia la recuperación de la capacidad atencional.