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¿Si una persona se alimenta adecuadamente y hace ejercicio con regularidad pero está estresada, puede ser más insana que una persona que fume y beba pero tenga una mente tranquila? Los datos que arrojó la investigación llevada a cabo por Eric K. Klapock, de la Escuela de Gerontología Leonard Davis (Universidad del Sur de California) demostraron que, efectivamente, el estrés social era directamente perjudicial sobre el sistema inmunológico, ya que acelera su envejecimiento y consecuente debilitación.
El sistema inmunológico va envejeciendo de forma natural con el paso de los años. Que envejezca quiere decir que va produciendo menos células defensoras que eliminen las células defectuosas e incluso peligrosas.
Este estudio comprobó que, además, aquellas personas con altos niveles de estrés social disminuían su producción de células defensoras, lo que disminuye su capacidad para depurar del cuerpo las células dañinas. En otras palabras, el estrés social afecta al envejecimiento prematuro del sistema inmune.
¿Qué es el estrés social?
Se trata de un mecanismo de alerta que desarrolló el ser humano para la supervivencia ante situaciones peligrosas. Sin embargo, en la sociedad actual, este estrés natural ha derivado mayoritariamente en estrés social. Esto significa que la alarma corporal está siempre encendida por situaciones negativas del entorno, como problemas familiares, laborales o económicos.
Células T vs. células senescentes
El agotamiento mental también agota la capacidad corporal para producir células defensoras, especialmente las células T. Se trata de células jóvenes que se producen en la médula ósea y se encargan de eliminar las células defectuosas de nuestro cuerpo, como las células infectadas por virus, las células cancerosas y las células senescentes.
Las células senescentes son células que han envejecido y han dejado de funcionar y de reproducirse, por lo que se van acumulando células disfuncionales en el organismo. De no ser por las células T, que se encargan de eliminarlas, la acumulación de células senescentes puede producir osteoporosis (si se acumulan en los huesos), cáncer (si se acumulan en los tejidos de un órgano) e incluso alzhéimer (si se acumulan en el cerebro).
Por este motivo, tener una producción constante de células T, llamadas informalmente las “células asesinas”, es imprescindible para prevenir el envejecimiento inmunológico, que además de protegernos de enfermedades muy nocivas puede hacer que las vacunas no alcancen toda su efectividad y sí, también con la vacuna del Covid-19.
El estrés, factor crucial
La investigación llevada a cabo por los investigadores de la Escuela de Gerontología Leonard Davis tomó como muestra a 5.744 estadounidenses de más de 50 años. Se le realizó a cada paciente un análisis de sangre junto con un test sobre sus condiciones vitales negativas relacionadas con el trabajo, el dinero o situaciones familiares.
Tras analizar los resultados, se demostró que existía una relacción entre la presencia de situaciones estresantes, traumas o ansiedad crónica y la baja cantidad de células jóvenes. Esta baja presencia de células defensoras repercute en la acumulación de una cantidad significativa de células senescentes. Lo más sorprendente es que incluso la gente con hábitos reconocidos como poco saludables –tabaco, alcohol, sobrepeso– tenian mejores resultados que las personas estresadas.
Además, el estrés aumenta la ansiedad y la depresión, enfermedades que conducen a acentuar algunas conductas dañinas, como la falta de sueño, la variabilidad del apetito o la falta de ejercicio; y que incluso afectan a las actividades sociales que contrarrestan el agotamiento mental, como ver a los amigos, realizar hobbies o tomarse un descanso del trabajo.
Cómo disminuir el estrés
Aunque no es posible a veces solucionar los factores estresantes, existen ejercicios que de incorporarse a la rutina pueden aliviar el estrés, como la respiración profunda, salir a caminar o rodearse de naturaleza. Además, tener acceso a recursos psicológicos puede mejorar la salud mental y física de las personas.