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Un estudio publicado en la revista científica Biological Psychiatry ha hallado un vínculo entre el racismo y la discriminación y la desregulación del microbioma cerebro-intestinal.
El racismo estructural no sólo tiene consecuencias psicosociales, sino también biológicas. Se ha demostrado que la discriminación contribuye a trastornos mentales y físicos como la obesidad, la depresión y la adicción, pero aún se desconocen las vías biológicas que conducen de una experiencia social a sus repercusiones en el organismo.
Este nuevo trabajo, realizado por investigadores de la Facultad de Medicina David Geffen de la Universidad de California en Los Angeles (Estados Unidos), ha examinado el papel del sistema microbioma cerebro-intestino (BGM) en los problemas de salud relacionados con la discriminación.
Investigaciones anteriores en torno a la discriminación y la enfermedad apuntaban al eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal, que regula el estrés, pero los autores quisieron ampliar su alcance. Estudios recientes han descubierto que el BGM también responde en gran medida a las experiencias estresantes.
La desregulación del BGM está asociada a la inflamación y a problemas de salud a largo plazo derivados de la señalización inmunitaria, neuronal y hormonal que vincula nuestras experiencias con nuestra salud.
Las conclusiones de la investigación
Este nuevo estudio pone a prueba la hipótesis de que la discriminación influye en los sistemas nerviosos central y entérico, alterando así la señalización bidireccional entre el cerebro y el microbioma intestinal mediada por la inflamación.
Reconociendo que las investigaciones anteriores que exploraban la discriminación y la enfermedad comparaban predominantemente a individuos negros y blancos, los autores investigaron múltiples grupos raciales y étnicos.
En el estudio participaron 154 adultos de la comunidad de Los Angeles que declararon que su raza o etnia era asiático-americana, negra, hispana o blanca. Los participantes rellenaron cuestionarios para evaluar sus experiencias de discriminación.
Los participantes de todos los orígenes étnicos y raciales informaron de experiencias de discriminación, aunque señalaron diversos motivos de discriminación, desde la raza hasta el sexo, pasando por la edad. "Estos diferentes motivos se asociaron a diferentes cambios en el sistema BGM en los distintos grupos raciales y étnicos", ha explicado el doctor Tien S. Dong, uno de los responsables de la investigación.
Los investigadores recopilaron datos de resonancia magnética funcional para evaluar la relación entre la discriminación y la conectividad cerebral. También recogieron muestras de sangre para medir marcadores inflamatorios y muestras fecales para evaluar la población microbiana y sus metabolitos.
En conjunto, estas métricas se utilizaron para evaluar las alteraciones de la BGM relacionadas con la discriminación y las variables psicológicas, controlando al mismo tiempo el sexo, la edad, el índice de masa corporal y la dieta.
"Nuestra investigación sugiere que para los individuos negros e hispanos, la discriminación conduce a cambios que incluyen un aumento de la inflamación sistémica. En el caso de los asiáticos, los patrones sugieren que las posibles respuestas a la discriminación incluyen la somatización, es decir, la producción de múltiples síntomas médicos sin causa conocida discernible", ha esgrimido Dong.
Entre los blancos, la discriminación estaba relacionada con la ansiedad, pero no con la inflamación. "Pero lo que es igual de importante, en todas las razas, la discriminación también produjo un aumento de la excitación emocional y de las regiones límbicas del cerebro, que están asociadas con la respuesta de estrés de lucha o huida. También observamos elevaciones en microbios proinflamatorios como Prevotella copri", ha apostillado.