Las probabilidades de sufrir una enfermedad cardiovascular están cada vez más relacionadas con el estilo de vida que llevamos. Podemos hablar del colesterol, la hipertensión, el tabaquismo, el estrés, la obesidad, la frecuencia cardiaca o la herencia genética como factores de riesgo para tener problemas de corazón.
Por ello, mantener unos hábitos diarios saludables ayuda a prevenir los riesgos para desarrollar esta patología. En este sentido, la Doctora Josefa Rafel, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Universitari Sagrat Cor del grupo Quirónsalud, analiza y explica los diferentes factores de riesgo que aumentan las posibilidades de sufrir una enfermedad cardíaca:
Tabaquismo
El tabaquismo es la adicción al tabaco. Esta adicción está provocada por la nicotina, una sustancia que condiciona su consumo y abuso. La nicotina produce daños en la pared interna de las arterias, (estrechamiento y endurecimiento), alteraciones de la coagulación, de la frecuencia cardiaca y de la presión arterial. También aumenta los niveles de colesterol malo (LDL) y reduce el del bueno (HDL).
Curiosamente, la concentración de nicotina en sangre no depende de la cantidad que tenga el cigarrillo sino del grado de inhalación que se dé al fumar. Además, el monóxido de carbono que también contiene el tabaco disminuye el aporte de oxígeno que necesita el corazón. Los fumadores, por tanto, tienen tres veces más riesgo de sufrir un problema cardiovascular que el resto de la población que no fuma.
Hipertensión
Cuando los niveles de presión arterial están altos, se tiene hipertensión, para entenderlo mejor: el corazón ejerce una presión sobre las arterias para que puedan trasladar la sangre hacia los diferentes órganos del cuerpo, esta acción se conoce como presión arterial. Cuando el corazón se contrae, se obtiene la presión máxima y cuando se relaja, la mínima. Si se sufre de hipertensión, el corazón tiene que hacer un sobreesfuerzo para bombear la sangre. Esto implica un aumento de la masa muscular en el ventrículo izquierdo que se vuelve más irritable y se producen más arritmias.
Tener la presión arterial alta favorece la acumulación de grasa y colesterol en las arterias (arterioesclerosis) además de producir trombos que pueden provocar un infarto de miocardio. Además, la hipertensión arterial puede ablandar las paredes de la aorta lo que hace que ésta se dilate y provocar un aneurisma o que se rompa la arteria con consecuencias fatales.
Colesterol
Las células del cuerpo humano contienen una sustancia grasa natural que es fundamental para el correcto funcionamiento del organismo, esta sustancia es el colesterol. Los niveles elevados de colesterol en sangre son la causa del más del 60% de las enfermedades cardiovasculares. Cuando las células no pueden absorber todo el colesterol que circula por la sangre, el que sobra se va depositando en la pared de las arterias estrechándola poco a poco hasta provocar una aterosclerosis. Si los niveles de colesterol se mantienen bajos, se puede conseguir que ese colesterol que se ha depositado en las arterias pase de nuevo a la sangre.
Diabetes
La diabetes es una enfermedad que se produce cuando el páncreas no puede fabricar la insulina suficiente o cuando la insulina no actúa en el organismo porque las células no responden a su estímulo. Cuando esto ocurre, la glucosa se acumula en la sangre y obstruye los vasos sanguíneos, reduciendo el flujo de la sangre y aumentando el riesgo de arteriosclerosis y por tanto de padecer una enfermedad cardiovascular. Por tanto, las personas que padecen esta enfermedad tienen más riesgo de sufrir una angina de pecho o un infarto agudo de miocardio o insuficiencia cardiaca.
La diabetes puede afectar a los nervios que estimulan el corazón lo que provoca alteraciones del ritmo cardiaco o disminuir la sensación de dolor. Ante este problema, enfermos diabéticos pueden sufrir infartos silentes ya que no sienten el dolor previo de un infarto. De ahí la importancia de hacer controles glucémicos periódicamente.
Obesidad
La obesidad es una enfermedad que consiste en tener un exceso de grasa corporal. Quienes la padecen tienen más probabilidades de acumular la grasa en órganos vitales como el corazón, por lo que el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares es mayor para estas personas.
El exceso de peso también favorece el desarrollo de diabetes, gota o hipertensión. Por eso, es muy importante mantener un peso corporal dentro de los límites saludables para que el corazón, los vasos sanguíneos, los huesos y otros órganos puedan funcionar con normalidad.
Estrés, edad y hábitos
La tensión que provocan situaciones agobiantes se llama estrés y produce en el organismo una alteración que hace que el corazón se acelere, que aumente la presión arterial y hasta que aumente el colesterol. Está demostrado que el riesgo de infarto de miocardio aumenta en casi el doble de lo habitual, después de sufrir un cambio emocional importante. Las personas demasiado competitivas, muy exigentes consigo mismas y obsesionadas con el éxito y el trabajo, suelen ser más propensas a padecer estrés y por lo tanto con mayor riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular.
A medida que cumplimos años, las arterias se vuelven más gruesas y pierden la elasticidad, lo que hace que se acumulen depósitos de grasa en ellas, además el músculo cardiaco se debilita y las paredes del corazón se endurecen, lo que hace que la edad y el envejecimiento sean un factor de riesgo de enfermedades cardiacas. Los antecedentes familiares con enfermedades de corazón también aumentan las probabilidades de padecer un problema cardiovascular.
Y algo que normalmente no damos importancia como es la salud bucodental tiene una relación directa con la salud cardiovascular. Mantener limpios dientes y encías, realizar revisiones dentales periódicas y usar el hilo dental con frecuencia evitará que entren gérmenes en la sangre a través de la boca y que lleguen al corazón provocando una endocarditis bacteriana (una inflamación de la membrana interna del corazón).
Para que todos estos factores de riesgo disminuyan es fundamental que sigamos una dieta saludable. La más aconsejable es la dieta Mediterránea, compuesta fundamentalmente por frutas, verduras, fibras, frutos secos, pescado, té verde, cereales integrales, legumbres, aceite de oliva, agua natural y carne blanca. También es fundamental evitar el consumo de tabaco y alcohol, así como el sedentarismo.
A su vez, practicar ejercicio físico regularmente, quema calorías, lo que ayuda a controlar los niveles de colesterol y diabetes, además de fortalecer el músculo cardiaco y hace más flexibles las arterias. La pérdida de grasa corporal mejora la salud cardiovascular.
“La salud también se entrena y solo adquiriendo buenos hábitos en nuestras vidas, lo más tempranamente posible, es decir desde la niñez, conseguiremos alcanzar una vida saludable en la madurez y al llegar a la vejez disfrutaremos de mejor calidad de vida”, concluye la Dra. Josefa Rafel.
