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Dicen que la historia se repite cíclicamente. La pesadilla que estamos viviendo este 2020 con el coronavirus ya se sufrió, de forma todavía más cruenta, en 1918 con la mal llamada gripe española, que realmente surgió en Estados Unidos y llegó a Europa a través de Francia. Es considerada hasta la fecha como la pandemia más mortífera de la historia, con más de 40 millones de fallecidos en todo el mundo, según cálculos de la Organización Mundial de la Salud. Se extendió entre 1918 y 1920, y los científicos creen que fue contagiada al menos un tercio de la población mundial de aquel entonces, calculada en 1.800 millones de habitantes.
Caracterizada por atacar con virulencia a todo tipo de personas, y no solo a niños y mayores, esta gripe se cree que surgió en un condado de Kansas (Estados Unidos). Sin embargo, fue su mutación la que convirtió al virus en un agente letal capaz de acabar con la vida de adultos sanos y de propagarse a una velocidad inusitada. Esto ocurrió en Brest (Francia), cuando lo trajeron a Europa las tropas norteamericanas que venían a luchar en la Primera Guerra Mundial.
Este conflicto no fue el causante de la gripe, pero sí que supuso un método infalible para su propagación por todo el mundo, ya que las tropas que se iban contagiando eran propensas a realizar continuos viajes gracias a los nuevos medios de transporte. Si a eso le unimos que los soldados convivían en unas condiciones complicadas e incluso deplorables, las cuales provocaban que sus sistemas inmunológicos se debilitaran, nos encontramos con el perfecto caldo de cultivo para una pandemia que resultó ser más letal de lo común.
Al contrario de lo que mucha gente pueda creer cuando escuchan esta denominación, la gripe de 1918 no surgió en España. El motivo de este nombre tiene otra explicación y no es otra que la censura. Cuando comenzó la guerra, de la que se vaticinaba erróneamente que acabaría en solo unas semanas, España se declaró neutral. Esto provocó que siguiera existiendo libertad de prensa. Así que cuando se comenzaron a dar las primeras muertes como causa de la terrible gripe, los periódicos se hicieron eco de ese hecho y de la peligrosidad del virus.
En cambio, esto no fue así en los estados que se encontraban en plena contienda, ya que no les convenía crear una alarma social que provocara conflictos internos, ni que las tropas se desmoralizaran al ser conocedoras de tan peligrosa pandemia. Y es que los combatientes ya estaban sufriendo lo suyo en la interminable guerra de trincheras. Así que la censura actuó en los medios de comunicación evitando referirse a los estragos que estaba causando la gripe. De este modo, España se convirtió en el referente informativo y por esta razón la pandemia que infectó casi al 40% de la población mundial fue llamada gripe española.
Entonces, como ahora, también se tuvieron que acostumbrar a cubrir sus rostros con mascarillas, la mayoría fabricadas con gasas. A mediados de octubre de 1918, en medio de una terrible epidemia en el noreste y brotes de rápido crecimiento en todo el país, el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos distribuyó folletos recomendando que todos los ciudadanos usaran mascarillas. En algunos estados, como California, tomaron acciones radicales para detenerla: “Usar mascarilla o ir a la cárcel”.
El uso de la mascarilla también fue promovido al otro lado del Atlántico. Ciudades como París y Mánchester la implementaron, entre otras cosas, porque las medidas que podían tomar eran muy limitadas. Cruz Roja sacó también anuncios en los periódicos alentando su uso y ofreció instrucciones sobre cómo fabricar mascarillas en casa con gasa e hilo de algodón.
La gripe española y los colegios
Pero, además, esta no es la primera vez que los líderes mundiales se enfrentan al reto de mantener las escuelas abiertas en medio de una pandemia. Y es que en la gripe española sólo tres escuelas en todo el mundo decidieron seguir abiertas, todas ellas en Estados Unidos: Nueva York, Chicago y New Haven. La decisión se basó en la hipótesis de que los estudiantes estaban más seguros y mejor en la escuela. Nueva York tenía casi un millón de niños en edad escolar en 1918 y aproximadamente el 75% de ellos vivían en hogares en condiciones de hacinamiento, a menudo insalubres.
Las escuelas que permanecieron abiertas tomaron algunas restricciones para seguir funcionando. A los estudiantes no se les permitió reunirse fuera de los muros del colegio y los profesores revisaban diariamente a los alumnos para detectar signos de gripe. Si cualquiera de ellos tenía fiebre, un funcionario del departamento de salud lo llevaba a casa y determinaba si las condiciones eran adecuadas para el aislamiento. De no ser el caso, eran trasladados a un hospital.
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