Algo comienza a cambiar, muy poco a poco, en el mundo de los cuidados. Y es que, según se desprende de los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, los hombres estarían "empezando" a hacerse cargo de las necesidades de sus familiares con discapacidad y/o dependencia, una labor, que era y sigue siendo asumida mayoritariamente por mujeres.
Eso sí, no todos los varones se han implicado en igual medida: en la última década, la brecha de género se ha reducido más –llegando incluso a cierta paridad– en la franja de entre 65 y 79 años, es decir, en el grupo de edad del que forman parte los mayores que cuidan de sus parejas.
Por contra, las diferencias entre sexos siguen siendo muy importantes en el resto de edades, sobre todo, en las generaciones que más se dedican al cuidado, véase, en la franja de entre 45 y 64 años –hijas que ayudan a padres y madres con dependencia/discapacidad y hermanas o madres que cuidan de hermanos o hijos con dependencia y/o discapacidad–. En estas edades, la brecha alcanza el 50%.
¿Por qué los hombres mayores han empezado a cuidar?
Ahora, cabe preguntarse, ¿por qué los hombres mayores cuidan más ahora que hace una década pero no ocurre lo mismo con la franja de edad que va detrás?
Según la Premio Nacional de Sociología María Ángeles Durán, este fenómeno tiene que ver con el cambio de los roles y "la distribución de la carga", la mayor esperanza de vida de las mujeres –pero peor salud– y la salida del "mercado laboral", es decir, los hombres mayores suelen estar jubilados y ya no tendrían que "sacrificar" su carrera laboral para cuidar.
Sin embargo, aunque cada vez haya más paridad y hay más varones de más de 65 años que se dediquen a atender las necesidades de sus parejas, esto no significa que se haya acabado con la brecha de género. "El cambio es muy pequeño", valora Durán. "Los adultos jóvenes se han incorporado al cuidado de niños, pero no al de dependientes o personas con discapacidad”, añade.
Y esta desigualdad, además de suponer una injusticia, supone un reto para el sistema, puesto que sitúa a la mujer sénior en una posición complicada, así como a la administración.
"Las mujeres necesitan entrar en el mercado de trabajo y es difícil conciliar. Creo que van a tener cada vez más difícil hacerlo y tampoco pienso que los hombres vayan a cambiar mucho”, señala la socióloga, que añade: "Y además, hay que tener en cuenta que el número de dependientes está aumentando y eso significa que habrá que satisfacer esa demanda, y alguien tendrá que hacerlo".
Coincide con Durán la representante de familiares usuarios de residencias de la plataforma Coordinadora 5+1 (@CooResidencias), María José Carcelén, quien trata a diario con esta realidad.
“Es evidente que sigue habiendo una brecha importante y habrá que cambiar. No sólo porque sea injusto, sino porque eso, en el futuro, repercutirá en la pensión. Estamos condenándolas a vivir en peores condiciones que los hombres”, opina.
Además, la familiar también reconoce que, a medida que la mujer se va incorporando al mundo de trabajo y va afianzando su situación económica, el cuidado no acaba recayendo en los hombres sino en otras mujeres, profesionales del cuidado.
“Conociendo el entorno y cómo ha evolucionado todo, está claro que hay muchas mujeres en la franja de edad que ya están trabajando y no quieren abandonar su profesión. Y también está claro que, aunque quisieran, no podrían hacerlo porque, con un solo sueldo, es difícil llevar una casa”, critica.
Ahora bien, en esos casos, indica, lo que suelen hacer las familias es recurrir a cuidadoras profesionales.
Datos de 2020. Fuente: INE.
Pocos hombres cuidadores
Basta con conversar con dos hijos cuidadores para comprobar que la norma, de momento, suele ser que las hijas se acaben dedicando al cuidado de sus padres mayores y no los varones.
“En el 2016 tuve una enfermedad y decidí dejar mi carrera profesional y cuidar de mi madre con alzhéimer –mi padre falleció un año antes, el era el que cuidaba antes–. Tomé esa decisión y dejé el trabajo", explica Jokin, un hombre de 60 años residente en el País Vasco.
Con todo, reconoce, su historia no es muy común. “Cada situación es un mundo. En el grupo de cuidadores en el que estoy, hay algunos maridos. Pero, en general, son las mujeres las que cuidan. En mi caso, desde el primer momento comuniqué mi decisión a mi hermano y él no quiso en ningún momento participar. La carga familiar la asumí yo", asegura.
Y es que, sostiene, dedicarse al cuidado y parar su vida laboral “es una decisión muy fuerte”. “Me ayudó a tomar la decisión la enfermedad que tuve, que me afectó bastante. Y lo he hecho con muchísimo gusto, porque me ha cambiado la vida. Hay cosas que te vienen y tienes que tomar decisiones sin saber. Y para mi madre, la residencia era la última opción, quería quedarse en casa hasta el último momento", contextualiza.
Eso sí, aunque dejase de lado su carrera profesional, "cuidar no es una calamidad ni significa sacrificar todo". “Es la oportunidad que nos da la vida", apunta, si bien reconoce que, en el caso de su familia, tuvo la suerte porque sus padres eran "buenos enfermos".
El caso de Antonio también es poco frecuente. Su hermana y él se hicieron cargo de su madre, tras la muerte del padre, y la mayor parte del peso de cuidado recayó en él, ya que vivía más cerca.
“Dependía de nuestros trabajos. Si mi hermana estaba más pillada, yo aportaba más. Solíamos llevarlo 'a pachas'. Ella hacía los temas burocráticos y yo la actuación más inmediata. Por ejemplo, si un día descolgaba el teléfono fijo y su móvil se quedaba sin batería, pues tenía que ir a las 11 de la mañana a ponerle todo de nuevo. Intentábamos hacerlo de esa manera porque, si no, cualquiera hubiese fenecido en el intento”, comenta.
Ahora bien, contextualiza, se pudo dedicar al cuidado porque tuvo facilidades en el trabajo –es empresario– y una vez que su madre empeoró tuvieron que recurrir a una auxiliar profesional.
“Me ajusto el tiempo para hacer las cosas que necesita mi madre. Si mi empleo fuese más rígido, pues hubiese tenido más problemas, porque tendría que haberme cogido semanas puntuales y recuperar horas", indica.
Y concluye: "Siendo sincero, en el supuesto de que estuviera trabajando en un contrato más normal y que mi hermana no lo estuviera haciendo pues, probablemente, el peso hubiese recaído en ella. En general, es así. Lo veo con mi pareja: tiene dos hermanos y cuando surge cualquier problema es ella la que va a resolverlo. Aun así, como se está logrando una paridad a nivel profesional, eso se está notando también en los cuidadores”.
Sobre el autor:
Pablo Recio
Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica.
Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial.