La pandemia no sólo se ha llevado la vida de cerca de 20.000 mayores que vivían en residencias, también ha afectado psicológicamente a los dependientes que siguen, en muchos casos, confinados en sus habitaciones y centros desde hace ya más de seis meses. Y es que, durante el pico de la pandemia, la mayoría de supervivientes de la primera ola tuvieron que vivir casi incomunicados y encerrados en sus habitaciones. Y ahora, aunque la situación ha mejorado desde el punto de vista de las medidas de prevención, muchos siguen aislados por brotes periódicos. Una situación, que les afecta desde el punto de vista psicológico, por la paralización de las actividades grupales y terapéuticas y por la suspensión de las visitas y salidas.
Así se lo han hecho saber a 65Ymás psicólogos, geriatras, usuarios y familiares, que han visto cómo a lo largo de estos meses muchos residentes se han ido apagando poco a poco desde el punto de vista emocional.
"Podemos verles media hora a dos metros y a voces"
"Tanto los residentes como los familiares tenemos angustia, pena y desasosiego", comenta a este diario Jesús, un familiar que tiene a su madre de 104 años en una de las residencias más castigadas por el virus de Madrid –el 20% de los usuarios murieron por COVID–. En su caso, su madre tuvo la suerte de mantenerse bien desde el punto de vista emocional, "por su forma de ser", asegura el hijo. No obstante, la mayoría de los mayores de su centro están "desanimados" y los que tenían un mayor "deterioro cognitivo" han perdido facultades mentales.
"Podemos verles media hora a dos metros y a voces. No tenemos ninguna intimidad y, cuando aparece cualquier caso, se cierra todo. Hemos estado dos semanas sin visitas, pero el virus no viene de nosotros, lo llevan los trabajadores. Nosotros tenemos que pasar un control de temperatura, ir con mascarilla, utilizar hidrogel, pisar una alfombra que higieniza, estar a dos metros menos de 25 minutos y no podemos llevar cosas", explica y critica que se haya pasado de un extremo a otro: es decir, de un "descontrol" durante la primera ola, a medidas tan estrictas que afectan también a los mayores y a las familias desde el punto de vista emocional.
"Cada día se nos hace más cuesta arriba todo"
Coincide con Jesús la usuaria de la residencia pública de gestión privada Usera y autora de Diario de una residente, Beatriz Cano (@CanoBombin). A su parecer, estas medidas tan estrictas con los usuarios están minando las capacidades de los residentes, cuando, además, repite, el virus no lo traen los propios mayores, sino que "viene de fuera". Así, en su opinión, se recurre con demasiada frecuencia a este "confinamiento interno" como única medida de protección, al menos en su centro, donde han fallecido más de 40 mayores.
"Seguimos escuchando a diario frases como: '¡No se puede salir de la habitación!', 'Todavía no es la hora de las visitas', 'Hay que esperar para bajar al comedor', etc. Y los trabajadores, al final, en vez de sólo cuidar, terminan haciendo labores de patrulla. Además, se nos intenta privar de vacaciones y de salidas. Los compañeros residentes están decaídos. Muchos están aburridos, cansados y cada día se nos hace más cuesta arriba todo", asegura.
"Algunos residentes quieren acabar las visitas antes de que terminen"
"Mi padre no habla mucho últimamente. Antes era diferente, se encontraba con la gente, jugaban al dominó y hablaba con los trabajadores, pero se han acostumbrado a meterse en sí mismos. En las visitas, veo que los que tenían deterioro cognitivo están peor, como ajenos al mundo. Les ha afectado bastante, han perdido el contacto. Incluso, me fijo y veo que quieren acabar las visitas antes de que terminen", comenta Luz, familiar de un usuario de 93 años de la residencia pública Adolfo Suárez –en la cual hubo casi un centenar de fallecimientos– y vicepresidenta de la asociación Pladigmare (@pladigmare).
Con todo, esta experiencia traumática de muerte parece haberles marcado menos, según Luz, que el propio aislamiento. "Es una generación que ha sufrido mucho y que está curtida. Llevan a sus espaldas una mochila tan grande que casi pueden con todo, son fuertes. Mi padre ha pasado el virus y no tuvo síntomas. Muchos de los que sobrevivieron son como robles, pero les veo ahora que están tristes, porque se les ha ido su familia. Se les ve sin ilusión ni esperanza y se muestran enfadados porque no comprenden por qué no ven a los suyos. Algunos, incluso reaccionan con violencia", apunta.
"Se les ha despojado de su voluntad"
"La nueva normalidad no les llegó. La restricción de contactos sociales nos afecta a todos, provoca ansiedad, depresión..., pero si hay una demencia, las consecuencias son aún más graves. La desconexión con sus rutinas y con sus familias hace que pierdan el sentido de vida, su identidad, que se sientan desubicados y desconectados. Y lo peor, se les ha despojado de su voluntad, de su capacidad de decidir cuándo quieren ver a sus familias o cuando salen y entran", opina por su parte Carmen López, representante del colectivo de familiares y trabajadores Marea de Residencias (@MareaResidencia).
Así, este trato dado a los residentes durante la pandemia supone retroceder años en materia de derechos de los dependientes. Según el psicólogo y profesor de la Universidad Europea (@UEuropea), Manuel Nevado, todos los avances que se habían hecho en los últimos años en relación a la atención centrada en la persona, en sus gustos y su voluntad, han quedado "truncados" por esta crisis sanitaria. "Se cerraron las residencias y todo eso se acabó", sostiene.
A su parecer, y aunque pueda parecer paradójico, los mayores quedaron "en una situación de indefensión" con la aplicación del "distanciamiento social". "Se aplicaron protocolos que no se entendían bien. Partíamos de la base de que 'la residencia es mi casa', pero no se aplicó y no se les preguntó por ello. Nos estamos cargando el derecho a la autodeterminación personal y se está potenciando el edadismo", denuncia.
Asimismo, critica, "muchos centros de demencia que trabajaban para la eliminación de sujeciones físicas y químicas han tenido que aplicar medidas más restrictivas y eso ha afectado a la parte psicológica, física y social". Por ello, ante la falta de "rutinas", "contacto" y "actividad", el deterioro de estas personas ha aumentado considerablemente, según Nevado. "Hemos visto bajadas importantes de febrero a junio que correspondían a un año o año y medio de desarrollo de la enfermedad", atestigua.
A pesar de todo, –matiza por su parte el presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (@CEOMA_ong) y geriatra, Juan Manuel Martínez– este impacto no será igual para todos los residentes. "Va a afectar de forma muy distinta. Todo depende de la relación que tenían con sus compañeros, amigos y familia. Por ejemplo, para las personas que tenían un vínculo fuerte y que veían a sus hijos de forma casi diaria, este aislamiento puede suponer un problema. Verse a través de una reja puede tener un efecto muy negativo. La sociedad se adaptará, pero es muy duro. ¿Cómo les convencemos de que no pueden tratar con su familia o sólo a través de una verja? Es tremendo", reconoce. Más aún, añade, cuando desde organizaciones como la suya llevan años defendiendo "un envejecimiento activo" y ven, con preocupación, que no se puede llevar a cabo por culpa de la pandemia.
"Hay que evitar el aislamiento extremo"
Finalmente, hay que tener en cuenta asimismo que todavía no se han hecho estudios completos sobre este impacto psicológico. Según el psicogerontólogo y vocal del área de Ciencias Sociales y del Comportamiento de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (@seggeriatria), Raúl Vaca, aún no se dispone de la "suficiente información" ni de "datos fiables". "En una mesa del I Congreso Virtual de la SEGG titulada Daños y efectos de la crisis en las personas e intervenciones psicológicas, que tendrá lugar el viernes 16 de octubre, se presentarán los datos preliminares de un estudio que analiza, precisamente, esa cuestión", comenta a este diario.
Aun así, reconocen que este impacto ha podido notarse probablemente en la población mayor residente, por el "doble confinamiento" que han soportado. "Desde la SEGG siempre hemos defendido que la gestión del coronavirus debe ser eficiente y rápida para evitar su propagación descontrolada. En este sentido, entendemos que el confinamiento es una medida más que puede ser muy eficaz en determinadas situaciones. Por otro lado, también debemos ser conscientes de que tiene algunos efectos negativos sobre la persona que hay que tener en cuenta antes de tomar esta medida drástica, especialmente en centros residenciales. Así, defendemos que es necesario reforzar e invertir en iniciativas de prevención de la enfermedad y de promoción de la salud para evitar que el virus se introduzca en las residencias. Asimismo, entendemos que es necesario asumir ciertos niveles de riesgo controlado y, aunque lo ideal sería que no ocurriera, es posible que esto pase, en esos momentos se debería tratar de evitar el aislamiento extremo de los centros y de las personas que allí viven. Lo ideal sería establecer medidas en perfecto equilibrio entre ambos extremos", concluye.