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El consumo de proteína animal se asocia inversamente con la mortalidad cardiovascular y por cualquier causa en adultos de 65 años o más, ha evidenciado un estudio internacional liderado por el grupo de Biomarcadores y Metabolómica Nutricional y Alimentaria de la Universidad de Barcelona y del área CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES), y en el que han colaborado grupos de investigación de Italia y EEUU, el IRCCS INRCA Istituto Nazionale di Ricovero e Cura per Anziani y el NIA.
El trabajo, publicado en 'The Journals of Gerontology' y tiene como base el estudio 'InCHIANTI', en relación con la región de la Toscana italiana, que ha seguido durante 20 años a 1.139 participantes (56% mujeres) de 65 años o más con una edad media de 75 años, con datos completos sobre la ingesta de alimentos.
Las necesidades totales de proteínas en este sector de la población son mayores que en adultos de mediana edad, y su ingesta inadecuada es frecuente, de ahí el objetivo de evaluar las asociaciones a largo plazo de la ingesta de proteínas animales y vegetales con la mortalidad en adultos mayores.
'Este estudio es el primero que muestra una asociación inversa entre las proteínas animales y la mortalidad en mujeres y hombres mayores de un país Mediterráneo. El aumento de esta ingesta proteica puede estar inversamente relacionado con la mortalidad por su efecto protector sobre la fuerza muscular, fragilidad, sarcopenia o las respuestas inmunitarias, por lo que debemos indagar más en esta línea", ha dicho el investigador del CIBERFES y la UB y primer firmante del trabajo, Tomás Meroño.
Durante los 20 años de seguimiento (1998-2018), se registraron 811 muertes (292 por causas cardiovasculares y 151 por cáncer) y la ingesta de proteína animal se asoció inversamente con la mortalidad por cualquier causa y la mortalidad cardiovascular. Asimismo, la ingesta de proteína vegetal no mostró asociación con mortalidad, pero se encontró una interacción con la hipertensión, observándose un moderado efecto protector de la proteína vegetal en los participantes con hipertensión.
Del mismo modo, las afecciones inflamatorias crónicas o agudas pueden perjudicar la relación directa entre la ingesta de proteínas y la fuerza muscular entre este sector de la población, aumentando la necesidad de incrementarlas en la dieta. En el estudio no fue posible determinar si el efecto protector de la proteína animal se debe a la calidad proteica o al mayor contenido de proteína de los alimentos de origen animal.
Por otro lado, la principal fuente de proteína vegetal fueron los cereales (mayoritariamente pan y pastas) y esto pudo ser un factor por el cual no se observó un efecto protector de la proteína vegetal. "Necesitamos más estudios para ofrecer recomendaciones sobre la ingesta de proteínas en la dieta de los mayores, con alimentos densos en nutrientes, como huevos, leche y pescado", ha zanjado la investigadora Cristina Andrés-Lacueva.