El descenso, transcurridos unos meses, de la eficacia de las vacunas de Pfizer y Moderna y una menor protección de estos antivirus contra contagios de la variante delta parece que han sido los responsables de que haya aumentado, durante esta quinta ola, la transmisión de Covid en residencias de mayores.
Y es que, según un estudio publicado por el CDC estadounidense, la protección que aporta Pfizer y Moderna frente a infecciones en usuarios de residencias rondaría el 50% en estos momentos –en marzo era, para estas personas, del 74.7%–.
Así, según explican expertos, esta nueva coyuntura podría confirmar la necesidad de poner una tercera dosis de refuerzo a este colectivo para volver a protegerles contra una posible infección, aunque mayoritariamente estén siendo asintomáticas o leves y, fundamentalmente, para reforzar su sistema inmunitario, con el fin de evitar hospitalizaciones y muertes –actualmente, tras varios meses transcurridos desde los dos pinchazos, la letalidad entre residentes positivos ronda el 7% (durante la tercera ola, sin vacunas, era superior al 10%)–.
Pero sobre todo, esta dosis podría estar justificada por el tipo de medio en el que viven los residentes, véase, zonas comunes, muchas personas en un mismo edificio, personal que trabaja en situación precaria y que pueden ser vectores, etc. Y, como se ha demostrado a lo largo de la pandemia, pese a toda medida restrictiva o preventiva –algunas de las cuales tienen también consecuencias negativas para la salud física y mental de los usuarios–, la transmisión acaba, en mayor o menor medida, llegando a los centros, salvo casos muy excepcionales.
"Hay que saber cómo entra el virus en las residencias. Es la clave. Lo hace por los trabajadores y, residualmente, por los familiares. Esto se ha visto también en España. Hay un grupo de empleados que es clave en la transmisión: los que trabajan a tiempo parcial o los que hacen horas extras en varios centros. Además, la ratio de personal es baja y eso perjudica aún más. Así que el problema es estructural. La gente trabaja muy rápido, porque tienen que atender a muchos, y hay intercambio de fluidos corporales, ya que están continuamente tocándoles. En ese momento, en cuanto empiezan a respirar, se infectan. Es decir, entra un cuidador contagiado, atiende a 20 personas y, por la tarde, va a otro centro y lo hace con otros 20. A pesar de esto, las medidas han ido orientadas a restringir a los mayores en sus cuartos y a impedirles una vida medianamente razonable", reflexiona la epidemióloga María Victoria Zunzunegui.
De esta manera, son cada vez más los científicos que ven recomendable, además de otras medidas de control, la inoculación de esta dosis de refuerzo a este colectivo que, según estudios realizados en Israel, aportaría, en el caso de Pfizer, un 86% de protección frente a la infección a los pocos días, en mayores de 60 años.
Fuente: Imserso.
¿Y mientras llega la tercera dosis?
Eso sí, mientras llega la tercera dosis, en este nuevo contexto en el que las residencias ya no son, como lo fueron durante meses, lugares con apenas casos de Covid y en el que ciertas comunidades –como Cataluña o La Rioja– vuelven a tomar medidas restrictivas o imponen test obligatorios, cabe preguntarse, ¿cómo vive el sector esta ola? ¿Les está afectando psicológicamente este retroceso? ¿Ven correcto que algunas regiones vuelvan a restringir las salidas y visitas aunque la mayoría de casos estén siendo leves?
“Llevamos advirtiendo todo el verano que, con la subida de casos en el exterior, se contagiaba la gente en el interior de las residencias, aunque algunas estuviesen al 100% vacunadas. Por eso es importante pensar que la tercera dosis es una obligación. Y seguimos insistiendo que todas las personas que trabajamos en el sector y familias que acceden a diario tendríamos que tener vacuna obligatoria para proteger más a nuestros mayores vulnerables", reclama la presidenta de la patronal de la dependencia CEAPs (@cea_ps), Cinta Pascual.
“Es imposible que no entre el virus. Nuestro personal entra y sale y los familiares, también. Si hay una ola, pues es normal que llegue. Eso sí, como la mayoría están vacunados, el efecto que produce el virus no tiene nada que ver, gran parte son asintomáticos o tienen efectos muy leves”, matiza por su parte el presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia (@FEDdependencia), Ignacio Fernández-Cid, que reconoce que esta nueva ola ha sido un jarro de agua fría sobre la moral de las personas que viven o trabajan en estos centros que pensaban que se habían librado del virus.
Además, asegura, está siendo "un gran drama" que, cuando parecía que se habían abierto al exterior y que se iban, progresivamente, recuperando las actividades, se haya tenido que "volver a aislar a las personas con contacto estrecho y a estar 10 días encerrados”. “Es horrible y les afecta muchísimo”, señala.
“En general, estamos bastante cansados todos. Tanto ellos, como el personal y, por supuesto, los familiares. Es un virus con el que tenemos que convivir. No sabemos cuántas variantes van a surgir y eso te va minando la moral porque, aunque sigues implementando muchas medidas para prevenirlo, sigue entrando, yes descorazonador cuando te toca”, afirma.
Mantener la distancia social
No obstante, para el responsable de Negociación Colectiva del sector privado de la Federación de Sanidad y Sectores Sociosanitarios de CCOO (@fssccoo), Jesús Cabrera, no es el momento de relajar las medidas y se deben seguir tratando de evitar los contagios, aplicando bien los protocolos.
"Nuestras estimaciones son que prácticamente la totalidad del personal está vacunado. Los casos de personal no vacunado, por nuestra experiencia en los centros, son excepcionales y no significativos. Y es cierto que se están dando ahora más contagios, pero también porque hay visitas, residentes que entran y salen, etc. Desde CCOO exigimos que se mantengan las medidas de seguridad y los protocolos de higiene, mascarillas, etc.", señala.
"Hay que recordar que las vacunas protegen de desarrollar la enfermedad grave, pero no de contagiarse ni de contagiar y por eso hay que ser muy respetuosos con los protocolos", recuerda.
Las familias piden que no se limiten las visitas
Ahora bien, las familias no están dispuestas a que esos protocolos o medidas les limiten el contacto con sus seres queridos.
"La actual situación se vive desde una posición ambivalente que va, desde el pesimismo al que conduce un destino cuasi cruel, hasta la resiliencia a la que te aboca el mero espíritu de supervivencia", cuenta Paulino Campos, presidente de REDE (@REDE_org), la Federación Galega de Asociacións de Familiares e Usuarias de Residencias e da Dependencia, y portavoz de LA PLATAFORMA Estatal de Organizaciones de Familiares y Usuarias de Residencias.
"No ven la luz al final del túnel, la luz que se les prometió o que intuyeron en el verano de 2020, con la denominada ‘desescalada’, o en enero de 2021, con la vacunación masiva. Sienten desasosiego y angustia porque no ven el momento de deshacerse de la amenaza de un bicho letal invisible, y no encuentran tampoco el instante en el que celebrar el retorno a la normalidad, 'como Dios manda'", añade.
"En Galicia, con seis meses de retraso, Política Social nos informa que el 98% de los brotes habidos antes de la vacunación masiva (es decir, en 2020) surgían en la infección de un trabajador, en cambio, ahora señalan que las infecciones primeras parten de los propios residentes, y en concreto, apuntan 'a sus salidas'. Aun así, los familiares hemos dicho desde hace tiempo que buena parte de la solución tiene que venir por el control a través de pruebas diagnósticas de trabajadoras, usuarias y visitas –las familias aceptamos sin discusión someternos a los test rápidos anti-covid antes de entrar en una residencia–. Y algunas administraciones aseguran que realizan controles a las trabajadoras y usuarias cada semana, pero las que dicen esto, mienten. En Galicia, en el último mes y medio, las pruebas a las trabajadoras se hacen cada 12 días o cada dos semanas, y las usuarias, en el mejor de los casos, son sometidas a test aleatorios", denuncia.
Una opinión, que comparte el presidente de la asociación de familiares Pladigmare (@pladigmare), Miguel Vázquez, que denuncia opacidad, sobre todo, en los centros con casos activos. "Allí no sabemos cómo se vive esta cuarta ola, dada la imposibilidad de acceder. Los familiares lo viven con desconcierto y desánimo. Eso sí, sabiendo todo lo que han pasado, los residentes que puedan discernir estarán resignados y enfadados porque les tendrán mal informados y limitándoles, por tanto, el conocimiento y el alcance de lo que pasa. Practican el edadismo diario con ellos", advierte.
"Y no existe ninguna garantía de que se les esté formando a las trabajadoras en como actuar ante la pandemia, ni de que existan los equipos de protección adecuados para las mismas ¿Cómo controla la Comunidad de Madrid estas dos cosas: formación y equipos de protección? Si se han suspendido las visitas en 24 residencias es porque no se puede garantizar la sectorización ni la detención de la extensión de los contagios por parte de esas residencias. ¿Por qué no intervienen esos centros y garantizan no sólo el control de la pandemia en las mismas, sino el bienestar y la salud emocional de los residentes que llevan meses sin poder ver a sus seres queridos? La vacunación reduce la gravedad de los contagios, afortunadamente. Por lo tanto, se debería ser más exigente con esas Residencias porque si ha habido brotes, es porque algo han hecho mal", añade.
Coincide con Vázquez, la presidenta de la plataforma de familiares de Cataluña Coordinadora 5+1 (@CooResidencias), María José Carcelén, que piensa además que se debería abordar el hecho de que haya trabajadores que sigan sin estar vacunados.
“Actualmente, tenemos un problema que no se está queriendo abordar y es qué hacemos con los trabajadores que no se quieren vacunar. Hay un conflicto de derechos pero, para nosotros, prima el derecho a la vida”, sentencia y advierte que, si el Estado no toma medidas, las empresas acabarán apartando a estos trabajadores y eso precarizará todavía más la atención.
“Necesitamos que se vacune al personal y que se hagan test a trabajadores y residentes. La mayoría son asintomáticos y si no los haces, no los detectas", pide.
Finalmente, en su caso en particular, Carcelén opina que es partidaria de la tercera dosis, pero con reservas.
“Va a significar más de lo mismo. Es lo que quieren los laboratorios. Mientras no resolvamos la vacunación en el mundo, tendremos delta y otras variantes. Y no es lo mismo un residente que ha pasado el virus y le han vacunado, que uno que no. Se debe hacer un estudio y una serología para ver a quien se le pone", concluye.
Sobre el autor:
Pablo Recio
Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica.
Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial.