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El político norteamericano Henry Kissinger ha fallecido este miércoles por la noche a los 100 años de edad en su casa de Connecticut. El exsecretario del Departamento de Estado de Estados Unidos, cuya causa de la muerte no ha sido revelada, es una de las figuras estadounidenses más polémicas del siglo XX por ser el máximo exponente de la política internacional norteamericana de la época, en la que combinó la normalización de las relaciones con países comunistas como la Unión Soviética o China al mismo tiempo que combatía los movimientos izquierdistas en Latinoamérica (Chile, Argentina) y el sur de Asia, con el genocidio paquistaní a la cabeza.
Los documentos oficiales recopilados por organizaciones no gubernamentales como el Archivo Nacional de Seguridad, con sede en la Universidad de Washington, dejan a las claras el papel de Kissinger en campañas secretas de bombardeos en Camboya, su participación en actos de espionaje ilegal del entonces presidente Richard Nixon, y su complicidad en el derrocamiento del gobierno del socialista Salvador Allende en Chile o con el dictador argentino Rafael Videla.
El exdiplomático sirvió como asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca y como secretario de Estado durante la Administración Nixon y, tras su dimisión por el escándalo Watergate, continuó su carrera con el expresidente Gerald Ford. Durante su mandato, tuvo un papel fundamental en la mejora de relaciones con China, en las negociaciones para acabar con la guerra del Yom Kippur en Oriente Próximo, en la salida de Estados Unidos de la guerra de Vietnam o en la firma de los acuerdos sobre control armamentístico con los soviéticos.
Una figura polémica
El impacto de las políticas de Kissinger es la razón por la que es considerado como el principal arquitecto del escenario geopolítico tras la Segunda Guerra Mundial con Estados Unidos a la cabeza del mismo, razón por la que hasta ha sido consultado por numerosos presidentes norteamericanos tanto demócratas como republicanos. Además de ganar el Premio Nobel de la Paz en 1973, Kissinger fue laureado con numerosos premios y reconocimientos como la Estrella de Bronce del Ejército de Estados Unidos, la Medalla Presidencial de la Libertad o la Medalla de la Libertad. El pasado 27 de mayo celebró su centenario.
Por su parte, el embajador de China en Estados Unidos, Xie Feng, ha dado sus condolencias a la familia del exdiplomático, cuya muerte ha considerado como una "tremenda pérdida" para ambos países. "Me ha conmocionado y entristecido profundamente la noticia del fallecimiento de Kissinger a los 100 años. Mi más sentido pésame a Nancy (Kissinger, su esposa) y a su familia. Es una tremenda pérdida para nuestros dos países y para el mundo", ha publicado el diplomático en su cuenta de la red social X, antes Twitter. En ese sentido, ha aseverado que "la historia recordará (...) su aportación a las relaciones entre China y Estados Unidos", y ha manifestado que "siempre permanecerá vivo en los corazones del pueblo chino como un viejo amigo muy apreciado".
Una política "pragmática"
Los defensores de Kissinger esgrimen que las lecciones impartidas por el ex secretario de Estado en las relaciones entre grandes poderes siguen teniendo vigencia plena y destacan el éxito de su modelo de negociaciones de alto nivel con la Unión Soviética que alcanzaron su máxima expresión con la firma en 1975 con el Acta Final de Helsinki, un documento acordado por 35 países de ambos bloques sobre un amplísimo espectro de ámbitos, desde el control armamentístico a los principios de territorialidad; el apogeo de un acercamiento bilateral que volvería a entrar en declive a principios de los 80. Dos años antes, Kissinger había recibido el premio Nobel de la Paz por su labor en las negociaciones para poner fin a la guerra de Vietnam.
Expertos como el investigador del Instituto Watson para Asuntos Internacionales Stephen Kinzer recalcan la división de opiniones que reina hoy en día en torno a este galardón. "Algunos admiran la 'paz con honor' que perseguía Kissinger, otros creen que acabó prolongando la guerra al conformarse en 1973 con un acuerdo que podría haber cerrado cuatro años antes", aduce Kinzer para el 'Boston Globe', antes de destacar otra dicotomía, esta vez de carácter más personal, que marcó la era de Kissinger: su incapacidad tanto para extender su habilidad en las negociaciones con las superpotencias a un mundo en el que países satélite adquirieron un importancia excepcional, como para asumir la emergencia de movimientos internacionales de protesta, que siempre consideró como una amenaza para la estabilidad global.
El escritor colombiano y premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez se refirió precisamente a esta cuestión en "Por qué Allende tenía que morir", un artículo escrito en 1974 para el 'New Stateman' sobre el golpe de Estado de Chile. "Kissinger dijo en privado a un grupo de chilenos: 'Ni me interesa ni sé nada del sur del mundo desde los Pirineos hacia abajo'", le parafraseó Márquez mientras Kinzer rescata una idea similar que Kissinger trasladó a un grupo de diplomáticos, también de Chile: "Nada bueno viene del sur. El eje de la historia comienza en Moscú, sigue en Bonn, atraviesa Washington y acaba en Tokio. Lo que pasa en el sur no tiene ninguna importancia".