José Insua Traba (@jose_albs), ya conocido como “Juseíño o cantante”, es auxiliar de enfermería en una residencia de mayores de Fisterra, en A Coruña. José ha pasado 15 de sus 35 años trabajando en esa pequeña residencia y le gusta cantar "porque desde pequeñito vi que en mi casa a todo el mundo le gustaba cantar, a mi abuelos, mis padres, mis hermanos, mis tías, mis primas... todos cantábamos". De hecho, ha subido sus vídeos a Tik Tok y en muy poco tiempo se han convertido en un fenómeno viral.
Un buen día apareció por aquel Finisterre o 'Fin del mundo' un sacerdote que vio las necesidades que había en la zona y decidió iniciar una obra social con la ayuda de la gente joven del pueblo. "Teníamos un barco que salía de pesca y todo lo que recogía, lo que producía, se destinaba a la obra social que consistía en un centro de mayores y otro de menores además de las primeras escuelas que hubo en Fisterra", explica José Insua.
Sus 'avoíños'
"A mí desde pequeño siempre me gustaron los abuelos, disfruté muchísimo de mis 'avoíños' y tuve claro que quería estudiar algo para ayudarles a ellos y a la gente desfavorecida. Así que estudié Auxiliar de Enfermería y ahora estoy encantado", continúa 'Juseíño' su relato y nos aclara que durante un tiempo trabajó en todos los turnos de la residencia, pero que desde hace cinco años lo hace solo en el de noche. "Por eso les canto antes de que duerman y ellos están encantados", nos dice.
Por cierto, que durante su formación fue el único chico de su promoción cuando estudió enfermería, el resto eran todas chicas. "Al principio, al ser yo solo, tenía un poco de miedo, de vergüenza, pero todas mis compañeras me acogieron muy bien y me sentí muy a gusto", nos confiesa .
Él siempre les cantaba, y sigue haciéndolo, "a mis 'avoíños'" en la residencia. "De nueve a diez de la noche, cuando aún no están dormidos, me siento con ellos les pregunto cómo ha ido el día y les canto 'galegadas', rancheras... y eso les va de maravilla". Insua tiene muy claro que esta es "una manera más de hacerles felices. Una persona que está en una residencia es porque sus hijos no los pueden atender y esa ausencia de familiares, esa falta de cariño tienes que paliarla día a día".
Cuando le preguntamos cómo se le ocurrió subir sus vídeos a las redes sociales nos relata con absoluta modestia que "un día que estaba cantando me dije a mi mismo que por qué no grababa yo un Tik Tok de esos y cuando lo subí tuvo una repercusión que nunca hubiese esperado porque una hora y pico después de colgarlo ya tenía más de 80.000 visualizaciones".
La fuerza de una vocación
"Por eso este trabajo tiene que ser vocacional, para una persona que conozca las necesidades de los mayores y les haga cantar, les sonría, les cuente un chiste, les pregunté, les quiera para que se sientan como en su casa porque, en la medida de lo posible, tienes que intentar hacerlos felices", nos explica Insua antes de volver a insistir en que "es por eso que se trata de un trabajo vocacional. Tu estudias como moverlos, como hacer cambios posturales, como cambiar el pañal... el resto es convivencia. Su vida está allí y tú estás allí para hacerles felices porque lo merecen".
Por lo que a su vocación se refiere, tal vez le venga porque de pequeño lo pasó bastante mal en el colegio y tal vez por eso ahora siente esa necesidad de ayudar a los más débiles. "Exactamente -confiesa-. Siempre fui una persona muy enferma, era asmático, siempre estaba de médicos, además fui era muy menudo y como los demás chavales eran más grandes que yo me escupían, me rompían las libretas para que la profesora me riñese... pero yo no contaba nada en casa por miedo y claro, ahora veo la vida como una revancha, como no quiero que le hagan a nadie lo que me hicieron a mí, me sale el instinto protector. El ver a un abuelito débil o caminando con carrito, me parte el alma, pero ahora me siento muy bien y voy feliz a trabajar para cuidar a las personas que lo necesitan".
"Me sentaba en el pasillo y rompía a llorar"
El mismo José Insua nos explica que "durante la pandemia necesitaban aún más que les cantase porque estaban confinados en las habitaciones". Nos dice este auxiliar de enfermería que "el virus nos entró en marzo del año pasado, justo después de declararse el estado de alarma. Hubo una enfermera que perdió el olfato y el gusto. Entonces no se hacían PCR hubo que esperar hasta que un mayor empezó a tener síntomas y dio positivo igual que pasó un poco después con la enfermera y una trabajadora y a partir de ahí se nos contagiaron cinco mayores y dos de ellos fallecieron".
José recuerda aquellos días como "algo terrible", un tiempo en el que no se permitían las visitas de familiares y se aplicaba el protocolo organizado por la Xunta de Galicia, según el cual "tenían que estar separados por un lado los contagiados, por otro los sospechosos de estarlo y por otro lo sanos, con lo que durante casi mes y medio estuvieron encerrados en las habitaciones".
A 'Juseíño' se le quiebra la voz cuando recuerda que "fue durísimo, de verdad, durísimo. Y el miedo a poder contagiarles el virus a los sanos era pánico porque los dos que perdimos se nos fueron a las 24 horas. Hasta no hacer el cribado a toda la residencia, para lo que se tardó dos o tres semanas, no descubrimos que teníamos otros tres positivos, pero gracias a Dios una se trasladó al hospital y luego regresó y los otros dos fueron asintomáticos".
"Nada más entrar a la residencia se notaba la presión. No había nada, pero sentías un muro que te presionaba y había que lograr que el día a día fuese lo más normal posible, cantándoles como hacía yo, otros compañeros les animaban tocando la pandereta o montando juegos de cartas, aunque no podíamos estar mucho tiempo en la habitación porque teníamos poco personal, dos compañeros estaban de baja por la covid, los voluntarios tenían miedo a venir y nosotros teníamos que cambiarnos el EPI y correr de los sanos a los enfermos y vuelta", nos explica.
José tiene muy claro que la gente que no lo vivió en primera línea "jamás podrá hacerse una idea de lo que fue. Era aterrador, un infierno. Yo después de estar cantando por las habitaciones para animarles me sentaba en el pasillo y rompía a llorar. No podía evitarlo, no podía más, era una tensión insoportable".
Después de vivir una experiencia así y haberlo pasado tan mal, le preguntamos al auxiliar de enfermería qué le pasa por la cabeza cuando ve en televisión las imágenes de fiestas y botellones de fin de semana, sin mascarilla ni distancia de seguridad. "Pienso que es gente muy ignorante. La gente que hace eso es porque no vivió, ni de lejos, lo que fue aquello o son unos negacionistas que no viven en la realidad. Cuando lo veo siento rabia, impotencia, dolor y mucha tristeza. No saben que nosotros ya hemos estado en el infierno y ellos son la mecha que lo enciende. Al principio fue inevitable porque nadie sabía nada, pero ahora, actuar sin responsabilidad es un delito porque se está poniendo en peligro la vida de la gente, porque está demostrado que el virus mata y mucho", concluye.