Sociedad

Viajar sin prisas

José María Cernuda

Miércoles 7 de agosto de 2019

5 minutos

Viajar a alta velocidad es un despilfarro energético difícil de justificar

Hyperloop
José María Cernuda

Miércoles 7 de agosto de 2019

5 minutos

Leo con enorme interés y casi cada día distintas informaciones y teorías sobre movilidad y sobre su futuro. Todas las propuestas y los trabajos tienen un notable contenido de veracidad; un acertado compromiso con la ilusión y la mejora en las condiciones de vida de nuestros nietos en lo que a sus desplazamientos se refiere. Lo cierto es que en lo que a nuestra generación se refiere, con los años cumplidos, no creo que vayamos a desplazarnos de manera muy diferente a lo que en este momento está a nuestra disposición. Seguiremos utilizando el automóvil térmico en una proporción enormemente superior a otros vehículos movidos por energías renovables (eso sí: mucho más eficientes) y serán una anécdota los vehículos personales conducidos por máquinas más o menos inteligentes.

Y soy escéptico en aceptar grandes cambios a corto plazo porque todos estos trabajos, escritos, hipótesis y teorías se están olvidando de un aspecto fundamental en lo que llamamos movilidad: la necesidad de la presencia física.

Hasta ayer mismo, resolver cualquier gestión, establecer contacto, ampliar negocio, emprender o comerciar exigía o al menos recomendaba la presencia personal. Las caras somnolientas de los puentes aéreos o de los trenes de alta velocidad a primera hora de la mañana confirman a los ejecutivos que se desplazan para resolver problemas o para gestionar decisiones. Los transportes de personas han sido obsesivos con la velocidad porque reducir los tiempos muertos de desplazamientos ha sido fundamental. Hay que estar muy pronto en otra ciudad para discutir y establecer estrategias de venta, de mercado o de gestión. Ganar una hora entre Madrid y Barcelona o reducir a la mitad el tiempo de trayecto entre Cádiz y A Coruña han sido objetivo prioritario en la sociedad. Y ciertamente que se ha conseguido; al menos en el transporte colectivo, porque en el transporte individual, los tiempos de desplazamiento se han reducido en aras de una mal interpretada seguridad (y digo mal interpretada y no mal asumida) y un ecopopulismo más interesado en los votos que en los beneficios medioambientales.

Hyperloop

Esta reflexión viene a cuento porque leo también los avances importantes en la investigación del Hyperloop, cuyos primeros prototipos a velocidad y tamaño real se presentan en el horizonte de la próxima década. Un sistema de desplazamiento a velocidad supersónica (rozando los 1.000 kilómetros por hora) con una estructura de superficie con unos costes de construcción estimados en tres veces los de una vía de ferrocarril de alta velocidad. Un prodigio de la ingeniería capaz de llevarnos de Madrid a Barcelona en apenas 20 minutos, o de Lisboa a Paris en poco más de una hora.

Suena fantástico y sin duda cualquier gobierno va a tener en su cartera la opción de financiar tal proyecto. Pero, ¿para qué? Y sobre todo, ¿a qué coste?

Soy consciente de que me van a echar a los leones por afirmar que viajar a alta velocidad es un despilfarro energético difícil de justificar. En realidad, llegar a Barcelona desde Madrid antes de que comience el horario laboral solo es necesario para un número reducidísimo de profesionales. La inmensa mayoría de estos desplazamientos son innecesarios desde la existencia del teléfono, del móvil, de la transferencia de datos o de las videoconferencias. Y en todo caso, si en vez de los 20 minutos del Hyperloop se tardan 2 horas en el AVE, tengo muchas dudas sobre el riesgo económico que eso supone para el 95 por ciento de las empresas. Y las arcas del Estado se ahorrarán miles de millones en hiperestructuras sobrevaloradas.

Un tren de alta velocidad circulando a 300 kilómetros por hora tiene un consumo energético de más del doble que el mismo tren circulando a 200 kilómetros por hora. Lo siento, pero aún sigue siendo válido que la energía es el resultado de multiplicar la masa por el CUADRADO de la velocidad. Pura física. ¿Cuántas personas realmente necesitan llegar a Sevilla desde Madrid en una hora menos de tiempo? ¿qué tipo de trabajo justifica que se gaste en un desplazamiento personal más del doble de energía por ganar una hora de tiempo en una distancia de 500 kilómetros?

Esta es la gran discusión sobre la movilidad que no se refleja en los medios ni en las proyecciones a futuro. A corto plazo, incluso ya en nuestros días, la inmensa mayoría de los desplazamientos de larga distancia son por ocio. Por el bendito ocio. Son por lo tanto viajes en los que el tiempo tiene un valor secundario y la seguridad y el coste adquieren más protagonismo. Recuerdo que cuando se puso en marcha el AVE entre Madrid y Valencia se anunciaba algo así como “la playa o las Fallas a 50 minutos”. Fantástico, pero seguro que una inmensa mayoría de ciudadanos prefieren que ir al Mediterraneo cueste la mitad si en vez de 50 minutos se tarda una hora y cuarto.

Dicen que las prisas solo son buenas para los ladrones y para los malos toreros. Por lo que se ve, también son buenas para los malos planificadores; para quienes sueñan con pirámides cuando los esclavos se mueren de hambre. Bienvenidas sean innovaciones como la alta velocidad o el Hyperloop, pero seamos conscientes de la repercusión de algunas inversiones o algunos costes energéticos; a quiénes y a cuántos realmente benefician y cuál es el coste de las inversiones para generaciones futuras. Aún no hemos amortizado las autopistas radiales porque nadie las utiliza ni los aeropuertos florero; y seguimos empeñados en llevar el AVE a todas y cada una de las capitales o ciudades de medio tamaño. Eso sí es un despilfarro y una inmoralidad de los responsables de decisiones espurias.

Y ahora en verano, viajen sin prisas.

Sobre el autor:

José María Cernuda

José María Cernuda es Licenciado en Periodismo. Inició su andadura profesional en Faro de Vigo. De regreso a Madrid, formó parte del equipo de Triunfo y Hermano Lobo para ingresar posteriormente en ABC (1973) y Gaceta Ilustrada en los años de la Transición. A partir de 1978 se especializa en información del motor, creando la primera sección sobre automóviles en ABC. Tras un periodo en Auto Revista como director de la publicación, se incorpora al grupo de revistas de Motor Press, como director de Automecánica y redactor jefe de Autopista. En 1987 forma parte del equipo fundador de Motor 16 donde permanece durante 15 años como redactor jefe y director adjunto hasta el año 2003, cuando se incorpora al Departamento de Comunicación de Volkswagen-Audi. Después de tres años regresa al periodismo activo para encargarse de la sección del Motor en diversas publicaciones digitales compaginando su colaboración con diversas actividades en el ámbito de la Comunicación y Relaciones Públicas, publicaciones y ediciones sobre temas históricos.

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