María Jesús Álava Reyes es un referente en el ámbito de la Psicología. Autora destacada, experta consultada y multipremiada esta madrileña de 66 años es la presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. Lidera el Centro de Psicología Álava Reyes y es autora de libros que como La inutilidad del sufrimiento, Saca partido a tu vida o Lo mejor de tu vida eres tú han sido éxitos de ventas. Además, es colaboradora habitual de diversos medios de comunicación. En 2017 recibió el Premio a la mejor labor de Divulgación de la Psicología, otorgado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Ha ocupado diversos puestos directivos en el CSIC, Ministerio de Fomento y Aena, y ha sido elegida como una de las TOP 100 Mujeres Líderes en España en las ediciones de 2012, 2017 y 2020. Charlamos con ella, sobre lo que significa ser una 'Mujer Líder', de la psicología y su papel en la sociedad, de su labor divulgadora y sobre las terribles consecuencias que, nos descubre, está produciendo la pandemia de covid en nuestra salud mental.
PREGUNTA: ¿Qué se siente siendo una mujer TOP 100 Líder por tercera vez ya que ha recibido este galardón en los años 2012, 2017 y 2020?
RESPUESTA: Siempre es una satisfacción importante y un reconocimiento hacia la labor que estás haciendo. Pero, honestamente, yo siempre digo que estas cosas ni te dan ni te quitan valor. Siempre lo agradeces muchísimo pero hay que tener en cuenta que simplemente es un punto más en ese camino que vengo haciendo desde hace 40 años cuando empecé a trabajar. Mucha gratitud y también mucha alegría por la que suscita en tu entorno, los compañeros de trabajo, la gente que está a tu alrededor… Pero también siempre te da una cierta pena por esas otras mujeres enormemente valiosas que habían optado a este premio y no lo han recibido aunque, seguramente, en muchísimos casos lo merecían tanto o más que yo.
P.: También le dieron en 2017 el Premio a la Mejor Labor de Difusión de la Psicología…
R.: Sí, y me hizo una ilusión muy especial porque desde pequeña siempre me ha gustado muchísimo la comunicación. De hecho, en COU solo contemplaba dos opciones, ciencias de la información, periodismo, o psicología. Al final pensé que escribir y comunicar lo puedes hacer siempre, pero que si tienes una base psicológica lo harás muchísimo mejor.
P.: ¿En principio, la psicología da la imagen de algo alejado de la sociedad o para gente que se siente alejada de esa misma sociedad?
R.: Yo siempre he pensado que la psicología teníamos que acercarla a las personas. Hay muchísima gente que aún no sabe distinguir bien entre cual es la labor de un psicólogo y la de un psiquiatra. A mí siempre me gusta insistir que la psicología, hoy en día, no es un lujo, es una necesidad. Las psicólogas y psicólogos que llevamos muchos años dedicándonos a esta profesión, entre otras cosas, tenemos el deber de divulgar, y no solamente con los libros, sino también con nuestras intervenciones en radio o en televisión.
P.: ¿Cuántos psicólogos trabajan ahora mismo con usted?
R.: Hay que tener en cuenta que somos la segunda entidad de España que más psicólogos tenemos contratados después de la Asociación contra el Cáncer. Entre el Centro Álava Reyes, nuestra Fundación y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social, que pertenecen todos al mismo grupo, son ahora mismo 90 los psicólogos que están trabajando con nosotros.
P.: Volviendo sobre esa labor de divulgación de la que hablábamos, quizás uno de sus libros más aplaudidos sea ‘La inutilidad del sufrimiento’…
R.: Si, ‘La inutilidad del sufrimiento: claves para aprender a vivir de manera positiva’ probablemente sea mi libro más conocido, es el libro de psicología más vendido en España y hace ya más de tres años que alcanzamos la cifra de 500.000 ejemplares vendidos. La tesis que yo mantengo que la inmensa mayoría de las personas que sufren tienen un sufrimiento inútil. No se puede tratar de evitar el que se siente cuando pierdes a un ser querido y surge un drama en tu vida. Pero hemos visto que la gente que viene a pedirnos ayuda, y también a través de los centros de formación que impartimos, cuando les preguntamos si creen que su sufrimiento está justificado, por supuesto responden que sí. Pero después de trabajar diez horas con esas personas, en diferentes sesiones, les volvemos a preguntar cómo se encuentran y están muchísimo mejor. En los niveles de felicidad, ilusión, seguridad y confianza en sí mismos, fácilmente están un 100 % por encima de como estaban al llegar. Es entonces cuando les preguntamos si ese sufrimiento que tenían era útil, y más del 95 % de las personas se han dado cuenta entonces de que se trataba de algo totalmente inútil que solo valía para quitarles energía y fuerza, provocado, no tanto por las circunstancias de su vida como por sus propios pensamientos, cómo cuando te sientes muy mal porque tu hijo adolescente no te escucha, algo bastante habitual, o porque tu pareja no ha actuado como querías o tus compañeros de trabajo son poco colaboradores… son cosas de la vida cotidiana. Sufrir por esas cosas en lugar de centrarnos en cómo las podemos superar, es sufrir inútilmente, estéril, nos quita muchísima energía e inevitablemente nos complica la vida.
P.: Usted mantiene que todo lo que se aprende se puede desaprender...
R.: Sí. Este es un tema a veces controvertido. Primero es muy importante saber que los primeros años de nuestra vida, me refiero a los seis primeros años, son cruciales en nuestro desarrollo posterior, porque es entonces cuando se conforman los pilares de lo que más tarde será nuestro carácter, de nuestra personalidad. Además, el 80 % del potencial intelectual ya se ha desarrollado a esa edad. Pero hay muchas personas que, por distintas circunstancias, a esa edad aprenden un estilo de comportamiento muy erróneo que les lleva a una insatisfacción casi permanente. Afortunadamente la psicología demuestra que podemos desaprender ese tipo de hábitos, pautas de conducta y pensamientos erróneos que nos hacen sentir tan mal y aprender nuevos recursos y habilidades y hacerlo hasta el último segundo que vivimos.
P.: Háblenos de ese aprendizaje hasta el último segundo de nuestras vidas…
R.: Yo he visto, y esto a veces emociona, como personas de muy avanzada edad, de repente se dan cuenta de una equivocación cometida en su vida y al descubrirlo se desprenden de un peso enorme y se sienten muchísimo mejor. Insisto en que lo que se aprende, afortunadamente, se puede desaprender. Y de la misma manera, aprender no tiene edad y podemos hacerlo durante toda nuestra vida.
P.: Estando con usted, es inevitable aprovechar y preguntarle cómo la pandemia ha podido afectarnos psicológicamente…
R.: Nos ha afectado y nos sigue afectando. Una de las cosas para la que siempre estamos menos preparados es para afrontar situaciones de incertidumbre en las que además te sientes muy frágil porque puedes hacer relativamente poco ante ante la inmensidad del tema que nos ocupa, tal y como sucede con la covid.
P.: ¿En qué aspectos lo hemos notado más y a qué grupos de edad ha afectado especialmente?
R.: En la vida cotidiana y tanto a mayores como a jóvenes, pero de manera muy especial a las personas mayores que han estado confinadas y pasando un miedo enorme durante más de un año. Les ha afectado a todos los niveles, incluso al desarrollo motor. Ha habido personas que tenían unos niveles de movilidad y autonomía bastante buenos y que han quedado muy diezmados. Pero además, han tenido que renunciar a esas relaciones familiares y sociales que, prácticamente, les daban la vida. Pero esto ha sucedido también con los jóvenes. Ahora mismo, el mayor volumen de pacientes que tratamos tiene entre 18 y 30 años. Están perdidos, denostados por una gran inseguridad en relación a su futuro. Además, a muchísimos estudiantes las clases on line o semipresenciales les han condicionado en su desarrollo y ha bajado su nivel de aprendizaje y de conocimientos.
P.: ¿Y a nivel de la población en general?
R.: A ese nivel, le diré que ahora mismo no dejamos de incorporar nuevos profesionales a nuestro equipo por la demanda de ayuda tan enorme que tenemos. Hay muchas personas que nunca habían tenido necesidad de ir al psicólogo y que presentan tremendas crisis de ansiedad, estados de ánimo bajísimos o problemas para conciliar el sueño… es una constante en la mayoría de la población. Y también vemos muchos problemas de pareja,porque al convivir durante tanto tiempo te fijas más en lo que te resulta más insatisfactorio de la otra persona en lugar de ver lo más gratificante. Y también hay padres que han descubierto dificultades con sus hijos que les habían pasado totalmente desapercibidas... Más del 75 % de la población es perfectamente consciente de que se encuentra mal a nivel de salud mental y de ellos, aproximadamente la cuarta parte han pedido ayuda médica o psicológica y los que no la han pedido, probablemente son conscientes de que la necesitan.
P.: ¿Vamos a poder superar pronto esta situación?
R.: Esto va a durar. Estamos en una fase que se está haciendo muy larga. No hay nada peor que el que la gente no tenga unas fechas para saber cuándo termina esto y en qué condiciones lo hace. Aún va a durar mucho y se está produciendo una sensación de desánimo anímico y de que si estamos ya al final vamos a permitirnos levantar un poco nuestros niveles de responsabilidad. Y eso no puede ser, vamos a entrar en una época muy delicada y peligrosa en ese sentido.
P.: También imagino que se darán muchos casos de duelos pendientes…
R.: Sí, esto ha sido una auténtica tragedia y ahí están los duelos pendientes por la muerte de familiares o personas cercanas. Vicente Prieto, que es uno de nuestros grandes especialistas y que cuenta entre sus libros con uno tan fundamental como ‘La pérdida de un ser querido’, analiza que estos son duelos que no se han podido realizar en su momento cuando en realidad, llevar a cabo los procesos del duelo tiene mucho de saludable y beneficioso para la salud. Es tremenda la sensación de mucha gente que ha perdido a alguien sin poder tener un duelo y por eso padecen una terrible sensación de haberles fallado, por no haber podido estar a su lado en esos momentos, por no haber conseguido que no se sienten solas, por no haber podido hacer nada para salvarles… Ese es un desgarro inmenso y posiblemente arrastrarán ese síndrome de fatiga pandémica, esa especie shock postraumático, durante varios años.
P.: ¿Y cómo influyen en las sociedad las personas que habiendo sobrevivido a la enfermedad han quedado con graves secuelas?
R.: Todos conocemos a nuestro alrededor a este tipo de personas que han sufrido la covid y a las que les han quedado muchas secuelas. Eso hace que se hayan desarrollado graves procesos de hipocondrías y miedos a las nuevas enfermedades. Hay personas que ya antes de la pandemia tenían una cierta fobia social y que ahora ya prácticamente no salen de casa. Y esto, como los duelos pendientes es algo que vamos a arrastrar durante años. Aprenderán a vivir con ello, pero les será muy difícil superarlo.
P.: Para terminar, hay un tema que ocupa y preocupa mucho a nuestra sociedad, el de las personas mayores que padecen una soledad no deseada…
R.: Esta es una soledad muy trágica. Hablamos de personas que, normalmente, han tenido una vida dura y difícil y que finalmente pudieron alcanzar una vejez razonablemente tranquila y con unos hábitos que llenaban esa vida, con esos hijos y nietos que iban a visitarlos y daban sentido a su existencia, con unas actividades que hacían en centros de día, ayuntamientos… que ahora siguen cerradas en muchos casos y que para esos mayores, el compartirlas con otras personas con las que charlaban y se divertían pasando un buen rato les suponía prácticamente la vida. Todo esto está desembocando en una soledad muy angustiosa, porque la soledad física que implica no ver a sus seres queridos y no poder relacionarse con las personas de su entorno les ha producido un miedo horrible. Estas personas sí que han sufrido la pandemia en primera persona, viendo la muerte a su alrededor y sabiendo que eran la población de mayor riesgo. Ha sido y está siendo dificilísimo, tenemos una demanda atroz de ayuda en estos casos porque son personas que no pensaban que iban a tener esa soledad y han sentido muy cerca la posibilidad de poder morir y tener que hacerlo solos. Por desgracia, muchas veces esa soledad se ha traducido en crisis depresivas o en estados de ánimo terriblemente hundidos.