La doctora Marta Giménez es Psicóloga Sanitaria con una amplia experiencia en la intervención clínica. Es Directora del Área de Investigación e Innovación en el Centro de psicología de Madrid “Area Humana” y miembro de sociedades profesionales y de investigación como la Red HYGEIA (Red de investigación Health & GEnder International Alliance), el Colegio Oficial de Psicólogos y la Sociedad Española de Ansiedad y Estrés (SEAS).
PREGUNTA: ¿Qué es la violencia de género?
RESPUESTA: Comenzaría por matizar algunos aspectos sobre esta lacra social como es violencia contra las mujeres, la violencia machista y la violencia de género en el contexto de las relaciones de pareja, ya que de esta manera, podemos vislumbrar las diferentes formas de violencias de las que pueden ser objeto las mujeres en los distintos contextos y ámbitos de la vida. Tal y como se desprende de la definición realizada por las Naciones Unidas en 1994, la violencia contra las mujeres hace referencia a “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
P.: ¿La violencia de género afecta sólo a las mujeres?
R.: La violencia machista, no solo afecta a las mujeres, sino también a aquellas personas indistintamente de su sexo, ya sea que por su orientación sexual, identidad de género, por ejemplo, rompen los esquemas de género tradicionalmente asignados a los hombres y mujeres. Asimismo, y volviendo a la violencia machista contra las mujeres, puede ser de diversos tipos -violencia física, psicológica, sexual, económica- y puede darse tanto dentro del contexto familiar (por ejemplo, malos tratos, abuso sexual a las niñas en el hogar, violación por el marido, violencia por la dote, mutilación genital, violencia por otros miembros de la familia y los derivados de explotación) como en otros ámbitos de la comunidad en general (por ejemplo, violación, abuso sexual, acoso e intimidación sexual en el trabajo, escuela, trata de mujeres y prostitución forzada).
P.: ¿Cómo está tratada en nuestra legislación?
R.: La violencia de género tal y como se entiende en el marco de la Ley de medidas protección integral contra la violencia de género, hace énfasis en aquella violencia contra la mujer por la parte de quienes hayan sido o sean cónyuges o parejas afectivas, incluso cuando no haya habido convivencia. Por tanto, comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad por parte de pareja o expareja.
P.: ¿Cuántos tipos de maltrato existen?
R.: La violencia contra la mujer adopta distintas formas, y que abarca, pero no se limita, a los siguientes tipos de maltrato. Siguiendo la clasificación propuesta en el manual de atención a mujeres víctimas de violencia machista (Colegio de Psicología de Guipuzkoa, 2016) podríamos establecer estas categorías:
Maltrato físico: acciones intencionadas que generan daño o riego para la integridad física de la víctima, tales como utilizar la fuerza de manera deliberada, golpear, empujar, dar palizas, patadas, bofetadas, tirones de cabello, hacer heridas, quemaduras, etc., pero también las amenazas de provocar daño.
Maltrato psicológico: son aquellas acciones verbales y simbólicas que tienen objetivo herir emocionalmente, coaccionar, intimidar, dañar psicológicamente y modos de expresar la ira. Algunas formas de maltrato psicológico incluye el maltrato económico (control abusivo de finanzas, impedir trabajar o acceso a información financiera o bienes); aislamiento social (control de la vida social, restringir relaciones); abuso verbal ( insultos, humillaciones, ridiculizar, rebajar); intimidación ( asustar con gestos, miradas, arrojando objetos, destrozar objetos, mostrar armas, cambios bruscos de humor), amenazar con dañar ( a la persona, seres queridos, de suicidio, de llevarse a los hijos), abuso emocional ( desvalorizar, tratar como un ser inferior, tomar decisiones sin consultar), negación y culpabilización ( responsabilizar de lo que le ocurre, hacer creer que está loca o tiene problemas mentales); hasta el maltrato espiritual ( destruir creencias religiosas o culturales y obligarle a adoptar las suyas); acoso (cuando la relación ha terminado, aparecer en el trabajo, casa, llamar repetidamente..)
Violencia sexual: obligar a mantener intimidad sexual forzada, ya sea por intimidación, coacción, chantaje o amenaza, o cualquier método que anule o limite la voluntad personal. Es decir, implica uso de la fuerza física o la presión psicológica para obligar a la pareja a participar en un acto sexual en contra de su voluntad, tanto si el acto llega a realizarse como si no. También actos sexuales con la pareja que no esté capacitada para consentir.
P.: ¿Qué consecuencias psicológicas tiene cada uno de ellos para las víctimas?
R.: Las consecuencias a nivel de la salud de las mujeres en situaciones de violencia pueden variar en función de muchos aspectos implicados tales como los recursos personales, familiares y sociales para poder salir de estas situaciones y también de la intensidad, frecuencia, duración y combinación de tipos de maltrato. Sin embargo, a nivel psicológico y emocional, podríamos hablar de trastornos emocionales como la depresión y ansiedad, trastorno de estrés postraumático, trastornos relacionales, trastornos del sueño, de la atención y memoria, devastación emocional, miedo, parálisis, desesperanza, rabia, aislamiento, culpa, baja autoestima, hipervigilancia, adicciones, autolesiones e incluso tentativas de suicidio.
P.: ¿Cómo se puede identificar, prevenir y combatir la violencia de género?
R.: Es necesario reconocer que este fenómeno está vinculado con las creencias sobre cómo deben ser las relaciones entre hombres y mujeres, qué debe hacer un hombre o una mujer en las distintas posiciones o roles que desempeñan y cuáles son las consecuencias de no seguir estas prescripciones socioculturales. Es decir las sanciones, castigos y modos de resolver las disidencias o incumplimientos de estas normas. La creencia generalizada de este modelo de dominio de los hombres y sumisión de las mujeres ha sido tradicionalmente considerada como “el orden natural de las cosas” y han sustentado tanto las desigualdades y desequilibrios de poder entre los sexos, como la utilización de la violencia contra las mujeres como un modo de mantener dicho orden en las relaciones, y se constituye una forma de resolver los conflictos, así como responder a los cambios y avances de las mujeres en la sociedad.
P.: ¿Debería darse más importancia a la educación emocional?
R.: Es importante reconocer aquellos comportamientos de control y dominio de baja intensidad, naturalizados, legitimados e invisibilizados que algunos hombres ejecutan impunemente, con o sin conciencia de ello y que constituyen violencia sexista. Asimismo, los mitos sobre el amor romántico (el que te bien te quiere te hará sufrir, o por amor hay que aguantar, tolerar, o los celos como manifestación de amor) pueden favorecer la tolerancia ante comportamientos o actitudes que pueden incrementar su intensidad y desembocar en formas de maltrato psicológico. Es fundamental incidir en la educación emocional, modelos de relaciones y vínculos afectivos igualitarios y respetuosos. Asimismo trabajar sobre estereotipos de género sexistas que en distintos aspectos condicionan la forma de hacer frente a los conflictos, problemas o diferencias de modo que las relaciones sean saludables e igualitarias.
P.: ¿Existe un perfil tipo de mujer maltratada?
R.: No. La violencia machista alcanza a todos los estratos sociales y niveles socioculturales. Las consecuencias psicológicas y emocionales en las mujeres víctimas de violencia machista, son diversas y no se puede generalizar. La vergüenza y la culpabilidad, suelen ser sentimientos que la mujer que ha sufrido violencia de género en la pareja, ha interiorizado como consecuencia de esta. Esto ocurre en parte porque el maltrato no surge de forma repentina, sino que es resultado de un proceso prolongado y que se inicia con conductas abusivas que posteriormente van siendo más intensas y frecuentes. Esto va generando un desgaste en las estrategias de afrontamiento, de resolver problemas e incrementando la inseguridad y confusión ante lo que está viviendo y sintiendo. Además, otra características de estos ciclos de violencia es la intermitencia entre buen trato y mal trato, lo que desconcierta, incrementando las dudas sobre el cambio y posibilidades de recuperar la relación.
P.: ¿Existe un perfil tipo de maltratador?
R.: No se trataría de un perfil propiamente dicho, sino la aceptación e interiorización de un sistema de creencias machistas, que propician actitudes y conductas de dominación y posesión sobre sus parejas. Algunas características como la falta de control de impulsos, inadecuadas estrategias de regulación de emociones como el enfado, celos, ansiedad, mitos sobre la pareja y el amor, así como un afrontamiento violento de los conflictos, suelen ser factores emocionales presentes en hombres que maltratan a sus parejas.
P.: ¿Qué diferencias hay, si es que las hay, en la forma de enfrentarse a esta violencia de las mujeres según su edad?
R.: Los avances en igualdad entre hombres y mujeres, está contribuyendo en parte a una mayor conciencia especialmente en personas más jóvenes y mediana edad, por lo tanto existen más probabilidades de informar y denunciar hechos abusivos y violentos. Comentarlo con los compañeros de universidad, informar a los padres, y recibir apoyo es más frecuente que antes. La manera de hacer frente a la violencia, una vez más estará condicionada por las situaciones particulares (por ejemplo tener hijos, red de apoyo social y familiar, autonomía económica, entre otras) y por tanto la edad será un factor diferencial en las posibilidades de actuación.
P.: ¿Las mujeres mayores tienen más asumida la violencia de género que las jóvenes?
R.: Como se desprende de las respuestas anteriores, la conformidad con normas tradicionales de género femeninas y masculinas, suele ser más elevada en las mujeres y hombres con edades mayores, ya que han sido socializados en este modelo de desigualdad y por tanto pueden tolerar formas de maltrato con más frecuencia, pero no por que las aprueben conscientemente, sino por esa naturalización o normalización de la violencia en las relaciones.