La asociación valenciana Hogares Compartidos, una iniciativa creada para dar una alternativa habitacional a personas mayores que tienen dificultades para pagar el alquiler, nació en 2013 de la mano de dos trabajadoras sociales: Amparo y Pilar.
La primera venía de estar con personas sin hogar y la segunda del sector de las residencias. Tras detectar que cada vez era mayor el número de valencianos de más de 65 años que no podían costearse un piso pero que aún no estaban en condiciones para ir a una residencia, decidieron tomar cartas en el asunto y crearon la organización sin ánimo de lucro.
Actualmente, ayudan a 32 valencianos (aunque reciben hasta 300 solicitudes al año) alojados en ocho casas que les alquilan a bajo precio. "Como ni la administración ni ningún otro ente público nos han facilitado casas, hemos recurrido a particulares que nos cobran un precio solidario, por debajo del mercado", explica Amparo Azkutia.
Los mayores que recurren a este servicio pagan a la asociación, aproximadamente, el 35% de la pensión. "Los que cobran las no contributivas suelen dar unos 149 euros al mes", ejemplifica. En cuanto a los gastos de luz, agua y gas, éstos se reparten a partes iguales entre los inquilinos. "No es Cohousing, eso es para un nivel adquisitivo alto", matiza.
Así, su principal labor como organización, además de buscar posibles inquilinos mayores y conseguir pisos de alquiler a buen precio, consiste en adaptar las viviendas y convertirlas en un entorno seguro: "La pintamos, compramos muebles si es necesario, arreglamos la luz, fontanería...".
No obstante, aunque todos los pisos son accesibles y tienen ascensor, éstos no están pensados para personas que no sean autónomas, por lo que es un requisito fundamental serlo. Las demás exigencias para entrar en las viviendas son: "Tener más de 60 años, con una pensión, al menos no contributiva, y no padecer ningún tipo de enfermedad mental o adicción".
Al ser unos requisitos facilmente asumibles, el perfil de los inquilinos es muy variado. "Hay personas que han vivido toda la vida con sus padres, otros que vienen de Venezuela, gente sin hogar, funcionarios, abogados, empresarios o expresidiarios". De entre estos, el 30% vienen derivados por los Servicios Sociales y el 30% del total son mujeres.
Una solución contra la precariedad que conlleva cobrar la pensión mínima
"Hace tres años estaba en un momento de mi vida muy complicado, sin trabajo. No podía pagar el alquiler y ya me habían amenazado con un desahucio", recuerda Flor (70 años), una de las mujeres que viven en los pisos de Hogares Compartidos. Antes, había solicitado, durante siete años, algún tipo de solución habitacional a la administración, pero no se la dieron.
Sin embargo, tuvo suerte y evitó quedarse en la calle: alguien le dio el teléfono de la asociación y, tras entrevistarse con Amparo, pudo entrar en un piso con otras tres mujeres. "Nunca había compartido piso. La experiencia fue buena", apunta. Desde que entró, ha cambiado de piso dos veces (siempre con otras mujeres) y ha tenido compañeras de todas las edades y condiciones socioeconómicas.
"Nos llevamos bien", comenta Carmen (67 años), una de las compañeras de piso de Flor. Ella lleva menos tiempo, sólo un año. Por problemas económicos y de convivencia familiar tuvo que buscar piso pero por menos de "400 euros" no encontró nada en su ciudad (cobra 667 euros de pensión).
Tras pedir ayuda al Ayuntamiento y ver que los plazos para conseguirla eran largos, Carmen encontró un folleto de la asociación y decidió llamar. Le ofrecieron una habitación en un piso del barrio San Marcelino, a las afueras de Valencia y aceptó. Eso sí, si se lo hubiesen preguntado hace 10 años, no hubiese imaginado compartir piso a su edad.
Ahora, vive con tres mujeres. Dos de ellas rondan los 70 y la tercera tiene 79 años. Además, también suele hacer, de vez en cuando, actividades promovidas por la propia asociación con sus compañeras de piso como ir al teatro o asistir a charlas. "Me ha ido bien, la verdad es que estoy mucho mejor aquí", concluye.
Sobre el autor:
Pablo Recio
Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica.
Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial.