Sociedad

El horror de Ucrania hace recordar a los mayores españoles la tragedia de la Guerra Civil

Laura Moro

Viernes 11 de marzo de 2022

5 minutos

"Un trocito de pan nos tenía que servir para todo el día"

El horror de Ucrania hace recordar a los mayores españoles la tragedia de la Guerra Civil
Laura Moro

Viernes 11 de marzo de 2022

5 minutos

La invasión de Rusia a Ucrania ha conmocionado al mundo, y mientras la sociedad se lleva las manos a la cabeza al contemplar los horrores del conflicto armado, hay un sector de la población española que conoce bien lo que es una guerra, porque ellos mismos la vivieron cuando eran apenas unos niños. 

Filo (98), como la llaman cariñosamente sus familiares y amigos, tenía apenas 12 años cuando estalló la Guerra Civil el 17 de julio de 1936. Ella estaba en Soria, donde ha vivido toda su vida: “Durante los tres años que duró la guerra estábamos incomunicados”, recuerda. 

“Aquí, ni yo, ni mi entorno más cercano pasó calamidades. Aunque sí es verdad que había restricciones, sobre todo de alimentos”, asegura. 

Para hacer frente a esta escasez cada familia tenía una cartilla de racionamiento: “Según cuántos miembros éramos nos daban un trocito de pan de seis u ocho centímetros, y normalmente era pan integral, y nos tenía que servir para todo el día”, nos cuenta la soriana.

filo niña

Filo de niña

Además de la cartilla, Filo recuerda cómo se despertaba antes de que amaneciera para apuntarse en una lista y poder comprar carne: “Teníamos que levantarnos a las seis de la mañana a ‘pedir la vez’. Después volvías a la cama porque hasta por la mañana el carnicero no abría, y eso te valía para tener la posibilidad de poder comprar carne, porque si no lo hacías te arriesgabas a quedarte sin ella”. 

Los bombardeos

La experiencia de Filo no tiene nada que ver con los recuerdos de Pablo Aizpun, que a sus 96 años recuerda cómo fueron aquellos años en su pueblo, Calera y Chozas (Toledo): “Durante el día mi padre nos llevaba al campo con las ovejas, y por las noches íbamos a la plaza a escuchar el parte guerra”.  

Precisamente fue en el campo donde Pablo y su familia vivieron algunos bombardeos. Aizpun aún se acuerda de lo que hacía con su hermana pequeña cuando esto pasaba: “Nos tumbábamos boca abajo y nos poníamos un palo en la boca. Yo le decía a mi hermana que así no nos pasaría nada”. 

Más de cerca vivió los bombardeos Antonio Bodas (95) en su pueblo Aldeanueva de Barbarroya (Toledo): “Mi hermana y yo íbamos con un primo andando cuando un cañonazo fue a parar a la puerta de la iglesia. A mí no me pasó nada, pero mi primo perdió media pierna, y se cobró la vida de dos hermanos”. 

Pero Antonio no se quedó en su pueblo durante todo el conflicto, y estuvo viajando con su tío y sus primos por los pueblos de la comarca de Talavera de la Reina, “donde mi tío encontraba algo para comer”, recuerda. 

Pablo y su familia si que se quedaron en Calera, pero el hombre recuerda como muchos vecinos se vieron obligados a exiliarse: "Mi familia no tuvo que irse, pero sí que me acuerdo de muchos vecinos que dejaron el pueblo, y cuando volvieron se encontraron que sus casas ya no estaban, o si seguían en pie, estaban saqueadas o en malas condiciones".

Antonio Córdoba

Antonio Bodas con 28-30 años 

Filo, que también se quedó en Soria durante la guerra, nos cuenta cómo una amiga suya que vivió en Madrid aquellos días, tuvo una experiencia muy diferente a la suya: “Me contaba que su madre y ella se levantaban muy temprano para robar en las huertas lo que podían”. 

A pesar de que Filo tuvo la suerte de no vivir aquella situación, durante el conflicto estuvo en contacto con la hambruna mientras hacía el Servicio Social, que en aquel momento era obligatorio para poder ocupar en un futuro un puesto público: “A mi me mandaron a los comedores populares donde servía la comida a familias enteras que lo estaban pasando muy mal económicamente. Recuerdo como cuando repartía la comida me cogían del jersey y me decían ‘señorita, grasa’, para que les diera un poco del caldo de la carne y pudieran untar el pan”. 

Además de ayudar en los comedores populares, Filo y su familia, al igual que muchas otras, donaron parte de sus pertenencias para ayudar a la contienda: “Mi madre cedió dos camas”.

El final de la guerra

pablo Aizpun

Pablo Aizpun

Los años de la contienda fueron muy duros, y nadie sabía cuándo y cómo acabaría el conflicto, y cuando por fin lo hizo el 1 de abril de 1939, los españoles salieron a la calle para celebrarlo: “En mi pueblo hubo manifestaciones, la gente no paraba de gritar y de celebrar que la guerra había acabado”, recuerda Antonio.

Filo nos cuenta como ese día le dieron a ella y a otros niños que iban a la escuela “un pan, una honza de chocolate y una naranja”, para celebrar que tres años después, el conflicto había finalizado. 

Antonio, Filo y Pablo son tres de los miles de niños españoles cuya infancia se vio truncada por “una guerra entre hermanos”, como le decían a Filo. Y a pesar de que todos tienen más de 90 años, no olvidarán jamás aquellos días de hambre, restricciones e incertidumbre que marcaron su infancia y adolescencia. Porque el alto fuego no fue más que el principio de un largo camino de recuperación económica y social, donde todos los supervivientes de la guerra tuvieron que aprender a vivir con aquellos recuerdos, que ahora son el día a día del pueblo ucraniano.

Antonio Bodas (1)

Antonio Bodas en la actualdiad

filo

Filo en la actualidad

Sobre el autor:

LauraMoro

Laura Moro

Laura Moro es graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, y está especializada en temas de salud y género. Su trayectoria profesional comenzó en Onda Cero Talavera.

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