Sociedad

La misión imposible del sexo en residencias de mayores

Marta Jurado

Viernes 2 de agosto de 2019

12 minutos

Numerosas barreras dificultan la intimidad en los centros de mayores

Sexo y personas mayores
Marta Jurado

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Conocer a alguien especial no está reñido ni con la edad ni con el lugar del encuentro... o tal vez sí. Y sino que se lo digan a la pareja de centenarios que se casaron hace unos días en Ohio tras conocerse en la residencia de ancianos donde vivían. "Fue amor a primer vista", declaraba él, mientras ella recalcaba que había sido una "decisión muy meditada y que les llenaba de felicidad". Sin embargo, poco ha trascendido sobre si llegaron tener sexo en la noche de bodas, un tema que aún se considera tabú, especialmente en el caso de los mayores, dificultado además por el hecho de que ambos viven en una residencia.

Falta de intimidad

"Por desgracia, en términos generales no son muchos los espacios para la intimidad en una residencia donde las habitaciones son compartidas y se priorizan las tareas de cuidado sobre las socio-afectivas. A eso se suman las barreras que ponen los profesionales, otros residentes y sobre todo, los familiares para que la relación no fructifere", explica la Feliciano Villar, psicólogo experto en envejecimiento, quien reivindica que la la sexualidad es una dimensión del ser humano que nos acompaña durante toda nuestra vida. Eso no significa que no sea una práctica relativamente frecuente en las residencias. De hecho, Villar señala que es raro que un profesional con experiencia no se haya encontrado con residentes besándose en los pasillos o pasando largo tiempo encerrados en la habitación o en el baño.

Varios estudios han demostrado que el mantenimiento de la actividad sexual en la vejez contribuye a la salud y calidad de vida de los mayores, incluidas la la Organización Mundial de la Salud (@WHO) que entiende por salud sexual “un estado de bienestar físico, emocional, mental y social en relación con la sexualidad" y no es sólo la ausencia de enfermedades o disfunciones. De ahí que los expertos reivindiquen un acercamiento positivo, respetuoso y sin prejuicios hacia la sexualidad de todas las personas en todas las etapas de la vida, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de coerción, discriminación y violencia.

Diferentes personas, diferentes tipos de sexualidad

Dentro de la diversidad de cada persona, una característica que define a la sexualidad de los mayores de 65 años es una mayor sensualidad y erotismo asociado a la vinculación, a la necesidad de afecto como muestra de menor necesidad sexual, pero mayor vinculación amorosa. Es decir, más besos y caricias en detrimento de la penetración. "Frecuentemente las parejas de más de 70 años disminuyen la frecuencia sexual, adaptan sus encuentros, no se centran sólo en el coito, y ello supone que disminuyen su frecuencia e intensidad; pero no su nivel de satisfacción", explica la sexóloga Zoraida Granados. Pero según recalca, todo depende de cada persona, de su educación, lugar de nacimiento, o su bagaje afectivo y sexual previo, así como su nivel de competencia y autonomía. Y recuerda que la expresión sexual variará en las personas con más problemas de salud o polimedicadas.

Otro elemento cultural que probablemente influya en este tipo de relaciones es el entorno social y cultural que haya tenido las personas que hoy superan los 70-80 años. "En el caso español, al menos, pertenecen a una generación que tuvo una educación sexual deficiente o inexistente, y crecieron en un entorno social con gran influencia de la Iglesia católica, que en aquel momento explícitamente consideraba el sexo con finalidad no reproductiva, el sexo fuera del matrimonio, o las relaciones homosexuales como un pecado. Es probable que esto cambie enormemente en los próximos años, cuando se incorporen nuevas generaciones con menos restricciones morales", aclara Feliciano Villar

ancianos aniversario

El papel de los familiares

La oposición por parte de la familia es la barrera más común a la hora de interceder en este tipo de situaciones, acompañada por la complicidad de los profesionales de las residencias. "A todos nos cuesta pensar en nuestros padres mayores como seres sexuales, con necesidades en este ámbito. En el caso de los hijos con padres o madres ingresados en residencias, se suma una tendencia a la sobreprotección o a considerar que uno tiene que tener voz en la vida de su familiar, incluidos aquellos aspectos más íntimos", explica Villar.

Esta situación se ve agravada por la actitud de algunos profesionales en residencias, para quienes su verdadero cliente es la familia, no la persona mayor. Por ello, tratan de "tener contentos" a los familiares, accediendo a veces a este control excesivo de la vida del residente como un medio de evitar problemas. "Esto supone no considerar a los mayores como verdaderos adultos e incluso violar sus derechos", denuncia el psicólogo experto en Gerontología. 

Los expertos reconocen que este es uno de los casos más recurrentes en su consulta. "Algunos familiares, entre ellos los hijos, no lo conciben, incluso se lo prohíben, le impiden seguir con la relación por si la otra persona le engaña o pretende beneficios secundarios, y la típica frase: ¿qué vas a hacer ahora a tu edad?, ¿ya no te acuerdas de papá o mamá?", explica Zoraida Granados, quien también menciona que se dan casos de relaciones en la residencia teniendo pareja en el exterior. Por eso apuntan que es necesario trabajar en este tema e incrementar la formación de los profesionales, el celo en el mantenimiento de la privacidad y la confidencialidad y, si llega el caso, el asesoramiento de las familias.

¿Una relación inmoral?

Enrique y Marcelina ingresaron en la residencia por las mismas fechas. Ambos estaban cognitivamente bien. Enrique es viudo, mientras Marcelina que tiene problemas muy graves de movilidad, está casada y recibe la visita de su marido una vez por semana. Desde que se conocieron se cayeron muy bien, y poco a poco han pasado de una relación de amistad a cogerse de la mano y acariciarse. Hace unos días, uno de sus compañeros los sorprendió besándose en el ascensor. Muchos de los compañeros de Enrique y Marcelina están escandalizados con la situación, y dicen que es inmoral y obscena. Tras numerosas quejas recibidas por los auxiliares, algunos de ellos quieren quejarse a la dirección del centro con el fin de que impidan que la relación entre ellos continúe y avisen al marido de Marcelina.

Basado en este caso, la Fundación Pilares (@FPilares) ha desarrollado una Guía de Actuación que propone un enfoque diferente al actual en la sexualidad en las residencias. Desde la asociación consideran que "cuando la persona tiene capacidad cognitiva suficiente, las decisiones en relación a su vida amorosa y relaciones de pareja corresponden a la propia persona y es ella quien debe aclararlas, o no, con su pareja o parejas. Además, apuntan que intervenir, por parte del centro o de profesionales, cuando hay problemas o desencuentros en las parejas, sin que las personas implicadas lo soliciten, supone un exceso de intervención y paternalismo. La responsabilidad hacia su marido recae en Marcelina, no en el centro o en sus profesionales. "Solo hay que intervenir cuando éstas supongan un importante riesgo de daño para la propia persona o para terceros", puntualizan.

Pero la expresión de necesidades sexuales en las personas mayores presenta dilemas especialmente delicados. Hay que tener en cuenta que la situación es muy diferente en el caso de que la persona tenga las capacidades cognitivas intactas o tenga algún deterioro como los casos de demencia. "En el primer caso, es posible que quieran tener una vida sexual activa y a lo mejor no la hagan por diversos factores, o la hagan a escondidas. El otro perfil, es quizá el más complicado: personas mayores con demencia, donde no está claro el consentimiento e incluso pueden llegar a tener impulsos sexuales que afecten a otros", recuerda Villar, incidiendo en la importancia de analizar cada caso.

Hacia centros enfocados en la persona

baile

El modo en el que están diseñadas las instituciones en las que viven las personas mayores también puede constituir una barrera para expresar intereses y comportamientos sexuales. Sus instalaciones se han pensado en la mayoría de los casos con criterios hospitalarios y siguiendo un modelo más centrado en las necesidades y las carencias que en los derechos y las capacidades. Además, en el modo de organizar las actividades, por encima de la personalización, prima la estandarización, la eficiencia en la prestación de servicios y la racionalización de los gastos.

Por eso un aspecto fundamental que apuntan los expertos es la necesidad de mejorar la formación de los profesionales en este ámbito y comprometer los valores y políticas institucionales con una atención centrada en la persona que facilite el mantenimiento de derechos y trabajar con las personas que viven en las residencias teniendo en cuenta su perspectiva y desde su capacidad de decisión y capacidades. Así lo hacen en una residencia americana de Nueva YorkHebrew Home at Riverdale, donde los profesionales favorecen las elecciones personalizadas sobre a qué hora comer, bañarse o incluso tener relaciones.

Desde hace años esta residencia, ubicada en el Bronx, aplica una Política de Expresión de la Sexualidad, que facilitan los encuentros y cuelgan el cartel de 'No molestar' en la puerta de las habitaciones de las parejas que lo han solicitado. El personal del centro organiza además bailes y Happy Hours para sus residentes y ha puesto en marcha el servicio de citas, G-Date, que ha favorecido que más de 40 de sus 900 residentes mantengan una relación sentimental, según recoge el diario estadounidense New York Times. Un ejemplo a seguir, aún minoritario pero que podría convertir los centros residenciales en espacios más parecidos a un hogar y donde no se tenga que renunciar a la libertad de elección o la intimidad.

Sobre el autor:

Marta Jurado

Marta Jurado

Marta Jurado es periodista especializada en Sociedad, Economía, Cultura, Política y redactora en el diario digital 65Ymás desde sus inicios. Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III y en Filología Inglesa por la UNED, ha trabajado en medios de tirada nacional como El Mundo Público y las revistas Cambio16 y Energía16. Tiene además experiencia en comunicación corporativa de empresas e instituciones como BBVA o INJUVE.

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