Licenciada en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid, Mónica Ramos es también doctora en Antropología Social por la Universidad Autónoma de Madrid. Su tesis doctoral Mujeres mayores: estudio sobre sus necesidades, contribuciones al desarrollo y participación social, fue premiada con el Premio de Investigación en Estudios de Género del Grupo 9 de Universidades (G 9). Desde 1999 es socia, fundadora y directora del Instituto de formación en Gerontología y Servicios Sociales (INGESS). Además es autora del libro Envejecer siendo mujer (Edicions Bellaterra) en el que invita a reflexionar sobre el envejecer de las mujeres, desde un enfoque de género y de curso vital.
PREGUNTA: ¿Cuánto y de qué forma condicionan los roles y patrones de género a las mujeres mayores?
RESPUESTA: La cuestión es que no hay un corte temporal, el sistema patriarcal y los roles de género nos afectan a lo largo de toda la vida. Plantearse que llegada la vejez esa situación cambia no tiene sentido. Pero es cierto que una vez alcanzada la vejez, esos roles de género a lo mejor se igualan un poco por el hecho de que los hombres, al dejar de trabajar, se pueden incorporar más al ámbito doméstico, especialmente en el cuidado de nietos. Están un poco más pendientes de la familia. Pero para las mujeres es continuar un camino que llevan recorriendo toda su vida porque esos roles los han interiorizado, los han normalizado, estando pendientes de todo el mundo. Aquellas mujeres que dejan de estar pendientes de todo el mundo y entran en asociaciones, en el ámbito participativo o movimientos de igualdad, evidentemente son mujeres para las que la vejez es una oportunidad y una liberación.
P.: ¡Cuánto daño ha hecho a las mujeres la idea de que tienen la obligación de olvidarse de sí mismas para ayudar a los demás y ser pilar económico de su familia!
R.: Mucho daño, pero fíjate que has hablado de pilar económico y ojalá se hubiese visto en algún momento de esa manera, porque realmente nunca se ha reconocido que esa labor tuviera una función ni para la sociedad en su conjunto ni tan siquiera para las familias. Se ha contemplado como algo que estaba ahí pero a lo que nunca se ha reconocido su valor social. Ojalá tuviera ese reconocimiento sobre todo porque desde los años noventa estamos en la crisis de los cuidados. Las mujeres nos hemos incorporado al mundo laboral, ¿y ahora quién cuida? Pues fundamentalmente siguen siendo las mujeres, las mayores que atienden a otras mujeres mayores que ellas y también a todo lo que está por debajo, nietos, personas con dependencia, ya sean adultos o jóvenes, y lo han naturalizado de tal forma que para ellas no hacerlo es cuestionar su propia identidad. Es necesario hacer visible hasta qué punto eso contribuye al desarrollo socioeconómico de la sociedad y al bienestar de las familias.
P.: ¿Es consciente la sociedad de que uno de los motores de la igualdad son las mujeres mayores?
R.: No lo es. Nunca escucho a nadie decir que las mujeres mayores han sido uno de los motores que han contribuido a la igualdad de hombres y mujeres, pero son ellas las que han conseguido que sus hijas e hijos y que sus nueras y yernos se incorporen al mercado laboral gracias al cuidado y el apoyo que les han dado. Está demostrado, y yo he comprobado, que las mujeres mayores dan más cuidados de los que reciben, realmente aportan mucho más de lo que se les devuelve. Pero en el imaginario social se está constantemente diciendo, no sólo a las mujeres sino a las personas mayores en general, que son costosas para el Estado, lo único que hacen es recibir caros tratamientos sanitarios, servicios sociales, pensiones… pero nadie habla del otro platillo de la balanza. ¿Qué sería de la sociedad si todas esas mujeres dejasen de estar en la economía relacional?
P.: Parece un tópico, pero es cierto, la sociedad ve mayores a las mujeres a edades más tempranas que los hombres. A los 50 años se dice de un hombre que es maduro y de una mujer que es mayor, ¿Por qué?
R.: Porque en nuestra sociedad heteropatriarcal una de las identidades femeninas es la belleza. No hay más que ver la burrada que dijo el Dalai Lama al asegurar que si se reencarna en una mujer esperaba que fuese bella porque la belleza en las mujeres es una obligación. Si lo dice hasta el Dalai Lama como vamos a plantearnos que para nosotras no es una exigencia la belleza, que además está asociada a la juventud. Por lo tanto, para las mujeres envejecer es un trauma. No se te permite hacerlo, tienes que estar permanentemente disimulando la edad que tienes. No hay más que ver lo que le está sucediendo a Madonna, tiene 60 años, lleva 40 sobre los escenarios siendo la reina del pop y en el último artículo que se ha escrito sobre ella se decía que estaba haciendo el ridículo subida a un escenario a su edad, algo que nadie diría de Mick Jagger o, aquí en España, de Raphael.
P.: Una vez leí una entrevista con Michelle Pfeiffer en la que decía algo así como que “si os sentisteis liberadas al cumplir los 40 no os imagináis cuando lleguen los 50”. ¿Es una liberación para la mujer ir cumpliendo años y olvidarse de convencionalismos?
R.: Ella hizo una reflexión muy interesante: Si no te adaptas a las normas que te da la sociedad, a medida que te vas haciendo mayor, llega un momento en el que ya no estás en el mercado, ya no eres elegible por los hombres y eso te da la libertad de hacer lo que te dé la gana y que te importe un pimiento lo que piensen de ti. Ya soy mayor y lo he asumido. Pero eso no le pasa a todas las mujeres porque el mensaje que se nos transmite constantemente el sistema heterosexual a las mujeres es muy fuerte y por eso las lesbianas llevan mucho mejor su envejecimiento, porque las mujeres no valoran tanto el aspecto físico como lo hacen los hombres.
P.: ¿De qué manera afecta a la mujer la menopausia?
R.: Hay tantas menopausias como mujeres y si vivimos en una sociedad en la que es tan importante, la belleza, la juventud y la procreación, el ser madre, el hecho de dejar de poder serlo significa que para la sociedad en su conjunto esa mujer ya no sirve, ya no vale. Sin embargo, es un proceso natural y dependiendo de cómo se viva esa situación, habrá muchísimas mujeres, sobre todo las heterosexuales, que sentirán un gran placer al saber que ya no pueden quedarse embarazadas porque eso siempre ha supuesto un problema y un coste.
P.: Todos somos conscientes de la importancia del envejecimiento activo pero, ¿son más activos los mayores o las mayores?
R.: Hay estudios que demuestran que las mujeres son más activas en el ámbito participativo y del asociacionismo. En cualquier centro residencial las mujeres participan en todas las actividades y los hombres están jugando a las cartas.
P.: Nuestra sociedad padece de edadismo, sexismo, racismo y bastantes discriminaciones más que, en el caso de la mujer suelen ser dobles
R.: Exactamente, así es. Siempre he dicho que la gerontología ha puesto la mirada sobre el edadismo pero nunca sobre el machismo y el sexismo olvidando una de las mayores discriminaciones que sufren las mujeres no sólo por el hecho de ser mayores sino por ser mujeres. Ahora, por fin, parece que se va entendiendo que las personas mayores sufren varias discriminaciones, algo que hasta ahora no había sucedido en la gerontología.
P.: Imagino que el envejecimiento de una mujer urbana no es el mismo que el de una mujer rural…
R.: Es así, no sólo porque ellas se vean de distinta manera sino porque el contexto determina muchísimo el proceso de envejecimiento. No es lo mismo envejecer en un entorno donde tienes recursos y posibilidades y te sientes empoderada que en un lugar que no es así. En el ámbito rural las mujeres están intentando a través del asociacionismo dar valor a sus vidas, porque ellas no quieren irse de los entornos rurales, ya que muchas han estado allí siempre y han sido muy importantes y lo saben, aunque nunca se les haya dado valor. También es cierto que en la ciudad tenemos un mayor problema de soledad.
P.: Por desgracia, también supongo que la violencia de género continúa presente entre la tercera edad…
R.: Por supuesto, es algo de lo que no se habla porque estamos aterrados con lo que sucede entre los adolescentes y olvidamos que en edades avanzadas sigue pasando esto y además son mujeres que a lo mejor han pasado 40 o 50 años sufriendo malos tratos, pero por su educación y la época que les ha tocado vivir han asumido un rol de sumisión y han vivido subordinadas.