Sociedad

Nietos al rescate: el cambio de rol de los jóvenes en el cuidado de los mayores

Marta Jurado

Foto: Tik Tok

Martes 31 de diciembre de 2024

9 minutos

La Fundación Pilares destaca la mayor conciencia de corresponsabilidad entre los jóvenes

Gobierno y CCAA movilizan más de 2.000 millones para transformar el modelo de cuidados en 2025
Marta Jurado

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Martes 31 de diciembre de 2024

9 minutos

Una nueva tendencia está transformando el panorama del cuidado de personas mayores en España. Aunque los cuidados siguen recayendo sobre las mujeres (65%) y mayoritariamente sobre las hijas, en los últimos 18 años se ha producido un cambio sustancial. Y es que la población de mujeres que cuidan a familiares de edad avanzada ha disminuido en casi 22 puntos porcentuales y el porcentaje de hombres cuidadores ha crecido 19 puntos, según se extrae de la última investigación de la Fundación Pilares, Evolución de los cuidados familiares a las personas mayores en España 2024.

Esta transformación está dando lugar a mayor participación de otros miembros de la familia más jóvenes, en particular nietos y nietas, en la atención a sus abuelos y otros familiares mayores, sustituyendo a otros más tradicionales y feminizados, como las nueras, según apunta la investigación de la Fundación Pilares (@FPilares) . Este fenómeno desafía las percepciones tradicionales y genera nuevas dinámicas en las estructuras familiares y en la forma en que se entiende el cuidado, según el estudio que se basa en una encuesta de ámbito estatal con 1.541 entrevistas a personas que cuidan de una persona mayor en España y un estudio cualitativo. 

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Motivaciones de la juventud cuidadora

Este cambio, considerado todavía como "sutil", por los investigadores, se manifiesta en diversas formas, desde jóvenes que asumen el rol de cuidadores principales hasta colaborar en tareas específicas, lo que refleja una mayor diversidad en la forma en que se organiza el cuidado en la actualidad. Esta tendencia se contrapone a la percepción de que los jóvenes están desvinculados de los cuidados, destaca el estudio. "Desde nuestro análisis, esta imagen social es otra muestra del edadismo subyacente, que afecta y sufren también las jóvenes generaciones", destacan los investigadores".

Las razones que llevan a los jóvenes a involucrarse en el cuidado de los mayores son diversas y revelan un cambio de valores y actitudes hacia el cuidado intergeneracional. El estudio resalta que su participación en estos cuidados podría explicarse por una "actitud o deber de reciprocidad", al encontrar la ocasión ahora de devolver a sus ancestros toda la dedicación que les habían prestado desde la niñez". También por un compromiso familiar de cuidados, pero sobre todo por una conciencia social creciente sobre la corresponsabilidad de los cuidados.

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Principales cambios en los cuidados desde 1995

Es relevante destacar que en este estudio también se han analizado los cambios que se han ido produciendo desde 1995 hasta la actualidad en todo lo relativo a los cuidados que proporcionan las familias. Algunas de las características y cambios que se señalan en el estudio son:  

  • El hogar como lugar preferido para vivir y recibir cuidados en la vejez: se aspira a que estos se provean combinando los que presta la familia con los que se proveen desde los servicios profesionales. A la Administración le reclaman más apoyo financiero y más y mejores recursos que sean compatibles entre sí y que estén coordinados. Ante la expectativa de no poder seguir viviendo en la propia casa por situaciones graves de dependencia, como las demencias, se prefiere acudir, antes que, a casa de los hijos, a una residencia, si bien se prefiere que ésta sea pequeña, que tenga personal suficiente y preparado y una atención de calidad. También se recogen otras opciones como las viviendas compartidas o las colaborativas (cohousing) y se imagina vivir en comunidad, con amigos/as y con profesionales que puedan prestar los apoyos necesarios, manteniendo la autonomía en la toma de decisiones que afectan a la propia vida. 
  • Se ha comenzado a producir una mayor corresponsabilidad, tanto entre los diferentes miembros de la familia, con presencia no menor de hombres y de miembros de tercera generación (nietas y nietos), como con servicios públicos y privados, derivados del Sistema de Dependencia. Ante la insuficiencia de estos y siempre y cuando el perfil socioeconómico de las familias lo permite, se incorporan los cuidados en el hogar por parte de personas externas a través de una contratación privada, en su mayoría mujeres de origen migrante, algunas de ellas en situaciones administrativas de irregularidad y sin un contrato formal con las familias.  
  • Los cuidados se prestan a diario en un 66% de los casos y el tiempo que invierte la familia se estima en una media de 34,3 horas a la semana, a lo que hay que añadir otras 17 horas que se dedican al cuidado por la ayuda externa que se recibe. 
  • Persiste, no obstante, la feminización de los cuidados, al continuar siendo las mujeres las principales cuidadoras, si bien se han reducido los casos de cuidadoras únicas (ahora son el 27% mientras en 1994, el 55% de las personas encuestadas informaron en la investigación del CIS/IMSERSO que su ayuda era la única que recibía la persona mayor). Otro cambio significativo es que el perfil actual de las cuidadoras se aleja definitivamente de la figura de “ama de casa” con baja formación y son la inmensa mayoría las que están incorporadas desde hace años en el mercado laboral y cuentan con un nivel de estudios medio-alto. En cuanto a la edad de las personas cuidadoras, se ha incrementado el segmento de las mayores de 69 años (ahora son el 15%).   
Una joven lanza un crowdfunding para impedir que echen a su abuela de su casa (GoFundMe)
  • Los hombres se incorporan mayoritariamente al cuidado cuando finalizan su vida laboral, si se encuentran en situación de desempleo o cuando no existe una mujer cercana de la familia. Mujeres y hombres desempeñan diferentes funciones en el cuidado, siendo ellas las que invierten más número de horas y se ocupan de las tareas de mayor intimidad física, como el apoyo en las incontinencias o en la higiene corporal, y las que, además, son las principales gestoras del cuidado en el hogar, con su consiguiente planificación, organización y carga mental (multitasking), además de enfrentarse a la difícil conciliación entre las responsabilidades de cuidados con su vida profesional, familiar y personal.  
  • El binomio mujer-cuidadora sigue presente, y en él se atribuyen capacidades innatas para el cuidado a las mujeres, que desarrollan este rol en una suerte de don y contradón (economía moral del don), con lo que los mandatos de género, transmitidos a través de la socialización y la enculturación, así como la división sexual del trabajo, siguen vigentes, si bien la tendencia que ya se atisba es a la progresiva desnaturalización de este binomio.  
  • Aunque los cambios sociales en los estilos de vida y la reducción del tamaño de los hogares están favoreciendo el distanciamiento de los antiguos modos de convivencia, persiste un porcentaje relevante (el 41%) de casos en que las personas mayores y sus cuidadoras conviven en el mismo domicilio (25% en casa de la persona cuidadora y un 16% en la de la persona mayor), existiendo un 11,6% de situaciones en que las personas mayores rotan entre los domicilios de los hijos. Algunas de estas cuidadoras son también mayores, lo que subraya una posible situación de riesgo. Pero lo que sí produce una alerta que desde los servicios sociosanitarios debiera tenerse presente es que se ha doblado el  número de personas mayores con necesidad de cuidados que viven solas (significaban un 15,4% en la encuesta de 2004 y ahora ese porcentaje asciende al 33,4%, en especial, mujeres), lo que advierte de los posibles casos de necesidad no bien atendida y de riesgo de soledad no deseada, con su corolario de depresión, inactividad, sarcopenia...  
  • Los impactos en la calidad de vida de las personas cuidadoras y la ambivalencia de sentimientos. Las actitudes hacia el cuidado son actualmente más positivas y se detecta un mayor reconocimiento de su valor social y comunitario. Se denota un menor impacto negativo de los cuidados en las diferentes áreas de la calidad de vida de las personas cuidadoras (esfera laboral, salud y relaciones sociales), en comparación con las investigaciones de 1994 y 2004. El mayor impacto negativo que se expresa es el de la disminución de tiempo para sí, registrándose malestar entre los hombres al expresar emociones de frustración, mientras que entre las mujeres se manifiesta más el sentirse atrapadas, en especial por la pérdida de espacios de socialización con amistades y el disfrute de actividades de ocio y cultura. Sin embargo, es la ambivalencia el estado de ánimo más destacado, al coexistir una maraña de sentimientos contrapuestos en la relación de cuidados, que atraviesa momentos gratos y satisfactorios (“ahora conozco y quiero más a mi madre”; “aprendo mucho del significado que tiene cuidar”), junto con otros en los que se expresan malestares en general por agotamiento (me quiero tirar por el balcón…”; “deseo que esto pase pronto…”). 
  • Se establece una cuádruple tipología de personas cuidadoras: “satisfechas, plenas, frustradas y atrapadas”, que se deduce de la  combinación de factores motivacionales y morales (valores y creencias, aceptación o rechazo del mandato de género, la calidad del vínculo afectivo, el reconocimiento social…) con variables socioeconómicas y características de la relación de ayuda (nivel de renta, grado de corresponsabilidad, severidad de la dependencia, intensidad en la frecuencia, convivir o no con la persona mayor, edad de ambas, interferencia del cuidado en el proyecto vital…).    
  • La demanda de formación y servicios para el descanso de los cuidados se ha generalizado, produciéndose un vuelco en la percepción de las personas cuidadoras respecto a la convicción de que para cuidar de un familiar mayor no es preciso contar con formación y que cualquiera puede hacerlo bien. Así lo expresaban el 73% en la encuesta del CIS/IMSERSO de 1994. En la actualidad se ha generalizado la opinión de que “a cuidar se aprende” y que siempre es necesario contar con formación y, de manera especial, cuando la persona mayor tiene un deterioro cognitivo o demencia. Contrasta esta demanda de las personas cuidadoras con la realidad de la escasa, y en muchos lugares nula, oferta de servicios de formación y de respiro para descansar de los cuidados, pese a contemplarse en la propia LAPAD como necesaria.  Se considera, así, que ésta es una de las áreas claras de mejora que debería ofrecerse de manera inmediata a las familias cuidadoras para que se sientan más apoyadas por los poderes públicos y reconocidas por el trabajo impagable que realizan. 

El estudio de la Fundación Pilares concluye destacando una alineación entre los resultados obtenidos y la creciente convicción, compartida por organizaciones de personas mayores, familiares, la comunidad científica y las Administraciones Públicas, sobre la necesidad de impulsar un ecosistema de cuidados integrados en la comunidad. Este modelo prioriza la permanencia en el domicilio y la inclusión comunitaria de las personas mayores que requieren apoyos, sin descuidar el fortalecimiento de recursos dirigidos al apoyo de las familias cuidadoras. Es imprescindible reconocer y cuidar a estas familias, cuya contribución sigue siendo insustituible en el ámbito de los cuidados de larga duración. 

Sobre el autor:

Marta Jurado

Marta Jurado

Marta Jurado es periodista especializada en Sociedad, Economía, Cultura, Política y redactora en el diario digital 65Ymás desde sus inicios. Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III y en Filología Inglesa por la UNED, ha trabajado en medios de tirada nacional como El Mundo Público y las revistas Cambio16 y Energía16. Tiene además experiencia en comunicación corporativa de empresas e instituciones como BBVA o INJUVE.

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