La crisis del coronavirus está afectando especialmente a las personas mayores. Y es que la mayoría de los decesos por el virus están ocurriendo entre este grupo de edad. Sin embargo, no siempre se les ha dado la mejor atención por razón de la saturación de los sistemas de salud durante el pico de la epidemia. Prueba de ello es que, sólo en las residencias, se calcula que han fallecido más de 16.000 mayores por COVID-19 o con síntomas similares sin acceso a test -la gran mayoría-, según datos recopilados por varios medios de comunicación. También, cabe destacar que en algunas Comunidades como Cataluña se excluyó a los mayores de 80 de los servicios de UCI y cabe recordar asimismo, los cientos de mayores que han muerto en sus casas sin acceso a las pruebas PCR.
Así, para hacer una balance sobre cómo se ha tratado a los mayores durante la crisis del coronavirus, 65Ymás ha querido conversar con el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, José Augusto García, experto en medicina especializada en este grupo de edad.
Pregunta - ¿Cómo cree que se ha tratado al mayor en esta crisis sanitaria?
Respuesta - Creo que el coronavirus está tratando muy mal a los mayores en esta crisis. Son las personas que sufren las peores consecuencias de esta infección. El 87% de fallecimientos en España son en mayores de 70 años, algo que está causando un verdadero problema en este colectivo.
Además, el sistema sanitario se ha visto desbordado. No teníamos suficientes camas de hospitalización ni respiradores. Tampoco teníamos la previsión de poder hacer un confinamiento dentro de las residencias y, por lo tanto, hemos ido, desde el sistema sanitario, poniendo un parche después del otro para ir superando situaciones graves que nos han ido superando a todos respecto a los recursos humanos y la capacidad de respuesta.
P.- ¿Piensa que se le ha dado un tratamiento en igualdad de condiciones a los mayores a la hora de entrar en UCI?
R.- El punto crítico ha sido el acceso al respirador, porque era una vía limitada. Todos los hospitales han puesto a disposición de las personas que ingresaban los que había en las UCI, pero también los que tenían en otras unidades como los quirófanos. En algún hospital se ha multiplicado por seis la capacidad de camas de intensivos.
Dicho esto, no ha habido un criterio de edad, sino de valoración clínica. Las personas mayores pueden perfectamente salir de UCI, pero siempre hay que hacer una valoración individualizada, de tal manera que sabemos que tienen muchas menos probabilidades de salir aquellos con un mayor número de enfermedades crónicas. En segundo lugar, están las secuelas gravísimas para quienes tienen un mayor grado de dependencia física y, en tercer lugar, hay que tener en cuenta que tienen muchas menos probabilidades de salir de una UCI aquellos que tienen un ingreso urgente por situación médica.
Lo que pasa es que, estadísticamente, las personas mayores son las que tienen mayor número de enfermedades crónicas, mayor situación de dependencia y, por lo tanto, una peor reserva funcional. No es un problema de que a partir de los 70 años no se pone un respirador, sino que realmente cuando se valoraba se veía que tenían muchas menos probabilidades de salud y por lo tanto no era indicado el tratamiento.
P.- ¿Este tipo de triaje era inevitable con recursos escasos?
R.- Así es. Cuando los hospitales funcionan normalmente, y no tienen esta sobrecarga de trabajo, lo que siempre hemos hecho ha sido tirar de los comités de ética asistencial que ponen encima de la mesa este tipo de problemas. Es decir, valorar si realmente esa persona tiene capacidad de tener luego cierta esperanza de vida y si tendrá calidad de vida después de utilizar una terapia compleja. En esta situación, como todo iba tan rápido, no daba tiempo de activar estos comités, pero a mí me consta que siempre que se decidía no poner un respirador a una persona se hacía con el criterio de al menos dos médicos para que no fuese unilateral.
P.- ¿Quedarán secuelas sociales y psicológicas en la población mayor?
R.- Yo creo que una persona mayor con patologías es consciente que tiene una situación complicada frente a una persona joven sin ellas. También pienso que hay una parte importante de esa población que es muy consciente de que la hospitalización no siempre resuelve sus problemas. Si lo puede solucionar en su domicilio, con su médico de atención primaria, seguramente lo prefiera, porque los hospitales son tremendamente agresivos para estas personas.
Lo que sí que han tenido es cierto temor y han intentado cumplir al máximo medidas de confinamiento en domicilio, porque veían que es una enfermedad que tiene muchísimo riesgo.
P.- ¿Qué medidas se deberían tomar de cara al futuro?
R.- En los hospitales de referencia en todo el mundo, todas las decisiones de tratamientos agresivos en personas mayores cuentan con una valoración hecha por un servicio de geriatría. En España, tenemos la desgracia de tener dos comunidades autónomas que son Andalucía y el País Vasco que no tienen estos servicios y las han tenido que tomar otros especialistas.
Con todo, estas decisiones se toman de forma continua en el día a día de los hospitales. Muchas veces te encuentras con una persona de una edad avanzada con muchas enfermedades y que además le ha dado un cáncer, por ejemplo. ¿Le tenemos que hacer una cirugía muy agresiva cuando sabemos que comporta una mortalidad enorme en estas personas? Se debe balancear. Y no se está haciendo en función de la edad.
P.- ¿Por qué ha aumentado el número de mayores que han muerto solo en sus domicilios? ¿Qué ha pasado con los test que se deberían haber hecho a este colectivo?
R.- Hay varios tipos de test para detectar el coronavirus. El más fiable es la PCR. Luego, hay compras de test antigénicos para ver si la persona ha podido pasar la enfermedad. Son menos sensibles y a veces lo que hacen es producir falsos negativos.
Lo que nos ha pasado es que nos han llegado tarde, porque ha habido desabastecimiento mundial. También le ha pasado a los italianos, franceses e ingleses. Nos ha pillado desprevenidos esta infección.
Y, al llegar tarde, resulta que estábamos contabilizando a las personas que fallecían solamente si tenían un test positivo. ¿Cuántas personas habrán fallecido en una residencia o en su domicilio sin test? Seguro que muchas, no se puede calcular. Pero sí podemos decir que el número de fallecimientos por coronavirus está infravalorado.
P.- ¿Se debería hospitalizar preventivamente con los primeros síntomas a la población de riesgo?
R.- Es cierto es que la producción del virus es muy rápida. Lo que parece ser una pequeña afectación tipo gripe, en dos, tres, cuatro días cambia y afecta a la gravedad del enfermo. Cuando quieres reaccionar ya es demasiado tarde. Puede ser que una persona esté muy bien y, luego, haga un cambio radical y a las dos horas haya que ponerle un respirador. ¿Por qué pasa esto? Porque no conocemos la enfermedad, es nueva.
Además, no la identificamos bien para saber qué pacientes van a dar más problemas pulmonares, cardiacos, renales, digestivos... Algunos, no se sabe porqué, tienen una evolución diferente. Por eso se hace un control telefónico y se va al domicilio.
P.- ¿Qué ha fallado en las residencias para que se hayan convertido en uno de los mayores focos de contagio?
R.- Creo que se tenía que haber aislado antes a las personas que tenían COVID-19. ¿Cómo? Hay residencias que tienen la posibilidad de tener zonas de aislamiento por plantas o alas. Se pueden sectorizar y separar a los residentes. Y, lógicamente, las personas contagiadas tienen que ser atendidas por personal que tengan Equipos de Protección Individual (EPI).
El problema es que como no hemos tenido suficientes test para saber si estaban infectados o no, ni tampoco EPIs para protegerse, ha habido contagio entre residentes y trabajadores. Por ello, las residencias se deben seguir tratando como una prioridad, igual que las camas UCI en un hospital, para seguir tratando de detener al máximo la infección.
Luego, sobre la medicalización, la mayoría de residencias del país, al ser servicios sociales y no sanitarios, no disponen de enfermeras y médicos 24 horas al día, e incluso no tienen la posibilidad de dar algunos tratamientos intravenosos u oxigenoterapia. Hay que medicalizarlas cuando y donde se pueda. No lo hemos podido hacer en la mayoría de centros, porque no estaban diseñados para ser hospitales. Las residencias son para la convivencia, no para impedir el contacto. Hemos tenido que ir medicalizándolas para los casos en los que no han podido ser tratados en hospital con tratamiento curativo o paliativo. Pero nos encontrábamos que por la noche o la tarde no había enfermera, por ejemplo.
P.- ¿Las bajas han afectado el correcto funcionamiento de los centros?
R.- Los EPIs y los test han llegado tarde a las residencias, y eso ha provocado un absentismo del 30% y 40%. Además, no encontraban gente. En Madrid se ha señalado que los equipos de especialistas en geriatría de los hospitales impedían el traslado de pacientes, pero no es verdad. El 20% de los fallecidos por COVID-19 de las residencias no fallecen allí, sino en el hospitales.