Una nueva investigación ha determinado que el optimismo está asociado con un menor riesgo de morbilidad y mortalidad, y por tanto con una mayor longevidad y a cumplir más de 90 años.
Según este estudio, publicado en la revista Journal of the American Geriatrics Society a cargo de investigadores de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard (EEUU), las mujeres que registran mayores niveles de actitudes optimistas tienen tendencia a una mayor longevidad y un envejecimiento saludable.
Para ello, los investigadores examinaron las asociaciones de optimismo con la longevidad entre diferentes grupos raciales y étnicos y evaluaron el estilo de vida saludable como una posible variable. Seguidamente evaluaron las respuestas de 159.255 participantes de la Women’s Health Initiative, una encuesta de salud nacional que incluyó a mujeres posmenopáusicas de EEUU, de entre 50 y 79 años, entre 1993 y 1998, cuando comenzó el estudio.
Durante los 26 años de seguimiento, las participantes completaron una medida validada de optimismo, al tiempo que proporcionaron otros datos demográficos y de salud al inicio de la investigación. "Evaluamos las asociaciones de optimismo con incrementos en la esperanza de vida. El análisis de mediación causal exploró si los factores relacionados con el estilo de vida mediaban asociaciones entre el optimismo y la esperanza de vida", explican los investigadores del estudio.
Como resultado, el 25% de las participantes declaró tener una actitud más optimista ante la vida, lo cual mostraba una tendencia a alargar su vida un 5,4% de media con respecto a las más pesimistas, y un 10% más de probabilidades de vivir más allá de los 90 años.
Finalmente, los investigadores concluyeron que "el optimismo puede promover la salud y la longevidad en diversos grupos raciales y étnicos". Es decir, que un mayor optimismo estaba asociado con una vida más larga y una mayor probabilidad de lograr una "longevidad excepcional". Por su parte, no se encontraron interacciones significativas entre el optimismo y los factores raciales o étnicos, mientras que esta tendencia se mantenía independientemente de la demografía, las enfermedades crónicas y la depresión. Además, las contribuciones del estilo de vida a estas asociaciones, como el ejercicio físico y la alimentación saludable, fueron modestas.
Sobre el autor:
María Bonillo
María Bonillo es licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Escribe principalmente sobre temas de sociedad. También tiene experiencia en comunicación corporativa de empresas como OmnicomPRGroup y Pentación Espectáculos.