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El modelo de las residencias de mayores se ha visto cuestionado durante la crisis del coronavirus. Estos centros se han convertido en el principal foco de contagio, junto a los hospitales, y muchos expertos siguen preguntándose por qué. Algunos apuntan a la falta de personal, otros a la tardía aplicación de protocolos o a que no estuviesen medicalizados, pero también los hay que van más allá y que piensan que hay que replantearse de raíz el propio modelo residencial. Uno de estos teóricos es la experta en planificación gerontológica Mayte Sancho, que entiende que de esta pandemia debemos salir con un nuevo modelo que trate a los mayores más como personas y menos como pacientes.
Pregunta - ¿Por qué las residencias se han convertido en el principal foco de coronavirus de España?
Respuesta - Creo que lo que ha pasado ha sido sólo en algunas residencias, no en todas. No es generalizado, pero sí, escandalosamente frecuente. En cuanto al porqué, lo primero que hay que reconocer es que nos ha pillado desprevenidos y sin saber muy bien cómo reaccionar. Sabíamos que es un virus especialmente virulento con las personas mayores que tienen además otras enfermedades crónicas. Y la reacción del sistema ha sido aislarlas dentro de las residencias. No han tenido posibilidad de acceder a la atención médica hospitalaria especializada, cuando es un derecho de toda la ciudadanía española. Ese, en mi opinión, ha sido un problema muy grave. Lo puedo comprender, porque ha habido un bloqueo tremendo. Pero el problema es que se ha partido de que podían estar atendidos en unos centros que no son hospitalarios ni pretenden serlo.
P.- ¿Cómo se ha extendido tan rápido el virus?
R.- El contagio es muy virulento y en las residencias hay un grupo grande de personas mayores dependientes. La media de edad ronda los 84 años y la mayoría tienen niveles altos de dependencia con una esperanza de vida de 2 o 3 años de media. Además, el propio modelo residencial de este país puede favorecer, en parte, que estas cosas pasen. Por ejemplo, el que una persona no tenga derecho a tener una habitación individual puede suponer un elemento más de contagio o que se reúnan en estas “naves” a 50 o 60 personas en torno a un televisor.
Luego, está el asunto de los profesionales. Todos rotan continuamente y no son estables en las plantas. Son cosas que llevamos tiempo reivindicando desde la Atención Centrada en la Persona: debe haber un profesional de referencia que vele por mí. Y no sucede en estas residencias, se interviene de manera global.
En un entorno familiar, más cerrado y más controlado, el contagio podía haber sido menor, aunque de momento no tenemos evidencias claras de ello, estamos aún trabajando. Lo que sí que sabemos es que el modelo clásico no es deseable para ninguna persona y menos en la última etapa de su vida.
Mayte Sancho.
P.- ¿Los centros no estaban preparados para la pandemia?
R.- El contacto ha sido inevitable por la propia concepción arquitectónica. Luego, ha habido otros elementos, como que haya habido otras personas, familiares y trabajadores, que han entrado y salido. Pero lo más grave es que como no ha habido acceso a pruebas, se ha mezclado a personas contagiadas con residentes sanos, algo que se está evitando ahora, pero el desastre ya se ha producido. Con todo, lo importante en este momento, a parte de esta terrible tragedia que estamos viviendo, es qué vamos a hacer en el futuro. Y un modelo más medicalizado, como en algunos lugares se está planteando, no parece la solución. Las residencias deben ser espacios de vida y cuando una persona necesita atención, porque está enferma, la debe recibir, es su derecho. Eso no quiere decir que debamos medicalizar todo.
P.- ¿Cómo se podría combinar ambas cosas? Es decir, espacios agradables para vivir y seguros desde el punto de vista sanitario.
R.- Hay que revisar la estructura y pensar en modelos domésticos. Los países nórdicos llevan más de medio siglo trabajando con el concepto de vivienda con apoyos, dentro, y ambulatorios, fuera. No se renuncia a la profesionalización. Lo que necesitan las personas dependientes, véase, los cuidados, se dan. Y para ello, lo que se intenta es que los que trabajan tengan la máxima especialización, pero no pueden ser unos expertos en neumología. Tampoco es necesario, los sanitarios deben estar en la atención especializada. Y si una persona se pone mala en un centro, debe ir al hospital o venir un médico a atenderle. Pongo un ejemplo, en mi casa puedo necesitar un sanitario, pero no vive conmigo, voy yo, o viene él a mi domicilio. La experiencia nos demuestra que este modelo funciona bien. En los países nórdicos, no cuentan con asistencia sanitaria especializada dentro de los centros, pero la tienen siempre disponible fuera. Si desarrollan una pulmonía, le van atender igual que si estuviese en mi casa y si necesita ir a un hospital, irá. La gente no quiere vivir sus tres últimos años de vida en un hospital, quiere vivir en una casa, como la mía o similar.
P.- ¿Tiene que ver el trato que se ha dado a las residencias con el edadismo que sigue imperando en la sociedad?
R.- Durante esta crisis se está hablando mucho de las personas mayores. Se habla de ellas, pero ellas no hablan. Hay que recordar el principio de la Convención para las Personas con Discapacidad: “Nada para nosotros, pero sin nosotros”. Y, al final, lo que sucede es lo contrario. Se está juzgando, hablando de “nuestros mayores”, con un lenguaje paternalista y luego decidiendo por ellos. ¿Les han preguntado? Queremos formar un movimiento para decir que hasta aquí hemos llegado y no caer en otros intereses que puedan tener otras personas, profesionales o empresas.
P.- ¿Han fallado los protocolos de prevención que muchas residencias tenían para epidemias como la gripe? ¿Funciona el confinamiento?
R.- En los centros donde se concentra un grupo de personas muy frágiles y donde no se dan las condiciones para evitar el contagio, han tomado una medida que es el confinamiento y ya veremos qué resultado da. Me consta que hay gente que lleva más de un mes sin salir de su habitación y se les pone el plato en la puerta o, si necesitan ayuda, se les da de comer. Pero claro, estamos hablando de un grupo de población que más o menos el 70% debe tener un trastorno cognitivo moderado o grave, es decir, una demencia. Imagina lo que es privar a esas personas de las pocas referencias que les quedan. No es ya una cuestión puramente de protocolo, sino luego de cómo se garantiza o se ha intentado garantizar que estas personas no queden en un aislamiento peligrosísimo para ellas.
P.- ¿Cree que la administración ha actuado a tiempo y correctamente?
R.- No me gustaría entrar en actitudes críticas sin más. Hay una diferencia muy grande entre unas y otras comunidades autónomas. Lo que he tenido más cerca ha sido País Vasco y Madrid, seguramente no se ha trabajado de la misma manera y probablemente, los medios tampoco son los mismos. Se ha financiado una escasez de medios, tanto en la dotación de personal como en todo lo demás y, luego, se han evidenciado también los recortes sanitarios tan enormes que hemos tenido y claro, cuando se ha debido reaccionar no había posibilidad, no había material. Pero bueno, eso está ahí y yo quiero pensar que las administraciones han hecho las cosas lo mejor que han podido.
P.- ¿Piensa que esta crisis va a servir para replantearse el modelo empresarial de la dependencia de grandes residencias con muchos usuarios?
R.- Espero que sirva y no desde planteamientos que ya veo que se están empezando a usar de que son más seguros económicamente. Acabo de entregar un trabajo sobre alojamientos en Europa y, en este momento, todos los modelos que funcionan bien son los que se basan en grupos pequeños y no hospitalarios. Lo que tienen que plantearse en el mundo de la empresa es cómo hacer para que eso también pueda tener su beneficio para ellos, obviamente. No considero que nadie tenga que perder dinero, para nada, pero sí habrá que hacer un replanteamiento que, en mi opinión, debe ir liderado por las administraciones públicas.