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Pensar en que nuestros padres o nosotros mismos en el futuro tengamos que ir a una residencia de mayores quizás no es lo que nos gusta. "Yo en mi casa estoy muy bien" es una frase habitual entre los mayores y, en muchos casos, es acertada, pero también hay otras ocasiones en las que ese ‘estar bien’ es una percepción, no una realidad.
Es difícil asumir el paso del tiempo y el impacto que tiene en las personas mayores, pero es un hecho que debemos aceptar y, sobre todo, naturalizar. Vivimos en una sociedad en la que tenemos una elevada esperanza de vida, pero vivir más años comporta, casi inevitablemente, que llegaremos a una etapa en la que vamos a necesitar ayuda. Y esta ayuda puede llegar a ser muy intensiva.
En España, entre los meses de enero y febrero, se han realizado 47.531 solicitudes de dependencia, según datos del Imserso. Esto supone acabar el año con más de 280.000 nuevas solicitudes, de las que la mayor parte corresponden a personas mayores. A nadie nos gusta que alguien de nuestra familia sea un número más de esa lista, pero si sucede, es importante saber cómo actuar.
Cuando una persona mayor entra en situación de dependencia, en una primera etapa quizás es suficiente tener algo de ayuda en casa, ya sea de familiares o de un profesional contratado para atenderle, pero en muchos casos la mejor alternativa es ir a una residencia de mayores.
Las residencias son centros profesionalizados, donde prestan una atención y servicio totalmente adaptados a las personas mayores. No sólo se trata de darles una alimentación adecuada, suministrar medicación o hacer que estén cómodos en un sillón. Se trata de aportarles compañía, actividades adaptadas a sus necesidades, libertad de movimientos si se trata de personas autónomas, supervisión las 24 horas del día…
Pero a veces el problema viene cuando empezamos a buscar una plaza en una residencia que nos guste y vemos que puede costar cerca de 2.000 euros al mes. Existen plazas públicas, por supuesto, pero acceder a ellas requiere tener asignado el Grado de Dependencia II o III, tener aprobado el PIA (Plan Individualizado de Atención, que contempla qué prestaciones se asignan) y que haya plazas disponibles en el centro elegido. Un proceso que puede ser de muchos meses o incluso de unos años.
Por este motivo es tan importante conocer qué soluciones tenemos para afrontar esta situación. En este sentido, desde hace unos años ya es posible pagar una plaza en una residencia privada con el anticipo del alquiler de la vivienda de la persona mayor. Pensium es quien presta este servicio, que ya ha permitido a muchas familias pagar fácilmente la residencia sin tener que aportar dinero ni perder su patrimonio.
¿En qué consiste Pensium?
El programa Pensium ayuda a las familias a pagar la residencia a través del alquiler de la vivienda que queda vacía tras el traslado a ese centro de mayores y del anticipo de las cantidades de dinero necesarias para pagar el coste de la residencia.
Pensium aporta periódicamente a la familia la cantidad acordada, que puede ser de hasta el doble del alquiler. Las aportaciones ya se empiezan a hacer en el momento de la firma, no es necesario esperar a que la vivienda esté alquilada. Cuando la familia no necesita más aportaciones (por ejemplo, porque se accede a la plaza pública), Pensium sigue cobrando el alquiler hasta recuperar el importe anticipado hasta ese momento.
La propiedad de la vivienda siempre es de la familia, Pensium únicamente cobra el alquiler hasta recuperar el dinero anticipado.
Se trata de un sistema innovador que permite acceder a la residencia de manera rápida y que es totalmente compatible con cualquier ayuda o prestación pública que se pueda obtener.
Las previsiones apuntan que cada vez habrá más personas mayores, y los recursos públicos para dar cobertura a sus necesidades son limitados, por lo que soluciones de este tipo, que facilitan recursos a la vez que protegen el patrimonio familiar, serán cada vez más habituales y necesarias.
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