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Cada vez los científicos tienen más pistas para predecir si una persona va a manifestar síntomas de demencia y alzhéimer en el futuro. Una nueva investigación de la Universidad de Medicina de Chicago apunta también a la pérdida acelerada del olfato. Al parecer, según la velocidad con la que se disminuya la capacidad de captación de este sentido, podemos encontrarnos ante el principio del deterioro cognitivo.
Olfato, el sentido silencioso
De los cinco sentidos, el olfato es probablemente el menos llamativo, ya que solo nos trasmite información en ocasiones puntuales, a diferencia de otras especies como los perros, que hasta captan emociones por el olfato. Además, tiene una segunda peculiaridad, y es que muchas veces normaliza los olores para que no los percibamos con tanta intensidad.
Pese a todo esto, es posible reconocer cuándo se ha perdido el sentido del olfato, tal y como le sucedió a algunas personas cuando se infectaron de coronavirus.
Ahora, esta última investigación publicada en Alzheimer and Dementia: the journal of the Alzheimer's Association apunta a que la pérdida de sensibilidad olfativa podría estar también asociada a una pérdida progresiva de funciones cognitivas.
Punto de partida
Hasta ahora, la ciencia médica sí estaba al tanto de la correlación entre la pérdida olfativa y el alzhéimer, ya que una de las primeras zonas del cerebro que se inflama cuando comienzan las anomalías neuronales es la zona del olfato.
Sin embargo, no se sabía en qué medida esto podría convertirse en un detector precoz de la enfermedad, así que desde la Universidad de Medicina formaron un equipo de investigación liderado por Jayant M. Pinto, profesor de cirugía y otorrinolaringólogo que estudia la enfermedad del olfato y los senos paranasales.
Aprovecharon los datos de pacientes anónimos del Proyecto de Memoria y Envejecimiento (MAP) de la Universidad de Rush, sacados de personas mayores jubiladas y/o en residencias del norte de Illinois a las que desde 1997 se evaluaba anualmente para identificar sus capacidades cognitivas y sensitivas, además de realizarles una resonancia magnética.
A través de estos datos, descubrieron que, efectivamente, las personas con menor volumen de materia gris en las áreas del cerebro relacionadas con el olfato terminaban desarrollando algún tipo de demencia.
¿Futuro biomarcador?
Este descubrimiento puede suponer el umbral a un nuevo biomarcador de la demencia y el alzhéimer mucho más sencillo y económico que los actuales. En ese sentido, bastaría una prueba olfativa para descubrir si un paciente está en el inicio de un proceso de declive cognitivo.
“Si pudiéramos identificar a las personas de 40, 50 y 60 años que están en mayor riesgo desde el principio, podríamos tener suficiente información para inscribirlos en ensayos clínicos y desarrollar mejores medicamentos”, concluía el estudio en un comunicado.