Fuente: Eurostat
"Las medidas propuestas por el Gobierno socialista para combatir la pobreza energética son un primer paso, pero insuficiente" y olvidan cualquier mención a los precios de las energía y el funcionamiento del sistema eléctrico como factor determinante en las realidades de pobreza energética, aseguran desde el sindicato UGT (@UGT_Comunica), mientras que el Gobierno se limita a facilitar la información oficial, sin hacer más declaraciones al respecto. En la misma línea se posiciona la Alianza contra la Pobreza Energética, quienes sostienen que "se trata de un compendio de deseos a futuro que en la práctica no está concretando medidas efectivas". Además, según expone Paca Blanco, miembro de Ecologistas en Acción (@ecologistas), "aunque la ley reconoce una serie de límites como prohibir los cortes de la luz, éstos se siguen produciendo, ya que los criterios son muy estrictos, igual que ocurre con el bono social".
Como alternativa, Mónica Guiteras de la Alianza contra la Pobreza energética, considera que "habría que poner en marcha una serie de estrategias que nos permitan que asuman sus responsabilidades las empresas privadas que gestionan estos servicios y que están haciendo negocio con ellos. Y por otro lado, que se puedan plantear medidas realmente efectivas como por ejemplo una tarifa social progresiva que pueda cubrir hasta el 100% en los casos de más necesidad", asegura, recalcando que por el momento eso está aún muy lejos de ser una realidad.
Las trampas secretas del bono social
Junto a las ya mencionadas dificultades de acceso al bono social por falta de información entre la población, excesivos trámites burocráticos, que afecta especialmente a los mayores, una de las trampas más desconocidas que rodean al bono social se refiere al requisito de estar en el mercado regulado o tarifa PVPC para poder solicitar esta ayuda, tal como confirman desde el Ministerio de Transición Ecológica. Es decir, que si el contrato del consumidor está en el mercado libre, no podrá ni siquiera optar al bono social. "Esto es una gran trampa", aseguran desde la Alianza de la Pobreza Energética, "ya que muchas familias lo desconocen". Pero desde la patronal de las eléctricas, Aelec, se defienden asegurando que llegado el caso "las empresas tramitarían simultáneamente el traspaso del cliente que lo solicita al mercado regulado, junto con la concesión del bono social".
Sin embargo, el problema real radica en que, según explican desde la OCU, muchos clientes se encuentran en el mercado libre y no lo saben, debido a las políticas comerciales de las empresas, que pueden efectuar dicho cambio sin presuntamente alertar de ellos al cliente. Así, el 70% de la población ignora si está en el mercado libre o regulado, según la CNMC (@CNMC_ES), que señala además que en 2019 se observa una tendencia clara de sustitución de contratos al mercado libre (presente en el 61% de los hogares). Esta dinámica, tiene implicaciones en términos de vulnerabilidad energética, según el estudio ¿Una transición justa? Los bonos sociales a debate desde una perspectiva de pobreza y justicia energética, publicado en revista de Presupuestos y Gasto Público.
A esto se suma el hecho de que el coste final del bono social lo asuman las eléctricas, pueda condicionar el precio final de los clientes finales. Se calcula que éstos supuso en 2018 un desembolso de unos 200 millones de euros. "La nueva directiva sobre el mercado interior de electricidad limita a casos excepcionales y transitorios las intervenciones sobre los precios, por lo que en el futuro no deberían ser las empresas comercializadoras las que financien la ayuda del bono social, sino que debería recurrirse a la vía presupuestaria", opinan desde Aelec.
Otra de las críticas en cuanto al bono social es que para su asignación se fijan únicamente a criterios de renta de las familias –salvo en los casos de familia numerosa-, lo que se espera que cambie con la propuesta de asignación automática que propone la Estrategia a largo plazo, "y que beneficiaría a muchos mayores", según Tirado. Pero el gran reto es "encontrar criterios diferentes de la renta de las familias (como, por ejemplo, no disponer de calefacción de gas o la calificación energética de la vivienda) que mejoren la efectividad de esta cobertura", propone el investigador. La otra derivada es la necesidad de tener contratos a nombre del usuario para poder pedir el bono, una realidad que se complica en determinados casos de personas que viven de alquiler, han sido deshauciadas o no tienen papeles, según alerta Daniel Álvarez, asesor sobre Economía Familiar y Pobreza energética de la Fundación Isadora Duncan (@isadoraduncan).
Uno de los dramas más habituales de las personas que se encuentran en riesgo de pobreza energética son los cortes de suministro. Cada año se registran de decenas a centenares de miles de cortes en España, en su mayoría por auto-desconexión –darse de baja el gas natural para no tener que hacer frente a esas facturas– o por haber sufrido cortes de suministro por impago de facturas. Sobre el papel, la el RDL 15/2018 y la Estrategia Nacional de Pobreza energética prohíben las desconexiones. Sin embargo, según explican los expertos, esta cobertura tiene letra pequeña ya que el único suministro protegido frente a desconexiones es la electricidad, y no el gas y el agua corriente, vitales para muchas de las actividades diarias como ducharse o poner la lavadora.
"La estrategia Nacional plantea, sin embargo, que sea la misma persona afectada o familia afectada la que tenga que moverse para demostrar que está en situación de vulnerabilidad. Y esto no permite proteger casos tan graves como el que tuvimos con la muerte de una vecina mayor de 65 años en Reus que murió en su casa por un incendio, después de que Gas Natural le hubiera cortado la luz y se estuviese alumbrando con velas. El principio de precaución, hubiese permitido que a esta persona no se le hubiese cortado el suministro. Y la legislación y los planteamientos de la estrategia Nacional, no permitiría detectar ahora mismo un caso como el de Reus. Si esa persona no se mueve, no hace todos los trámites, y burocracia para demostrar que es vulnerable, no estará protegida. Y necesitamos proteger a estas personas. Muchos de ellos serán personas mayores de 65 años", aseguran desde la Alianza por la Pobreza Energética.