Irene Alcaraz
Sociedad
Qué podemos aprender de los animales más longevos del planeta
Un estudio sobre biología y envejecimiento revela la clave de los animales con mayor longevidad
El animal marino más longevo del mundo es el tiburón de Groenlandia y puede vivir unos 400 años. En el ámbito terrestre, el animal que ha vivido más tiempo es Jonathan, una tortuga nacida en 1832. Para hacerse una idea, esta tortuga lleva existiendo desde la invención de la fotografía hasta la del metaverso.
Aunque parece imposible que un humano emule su longevidad, como indica el profesor Caleb Finch de la Universidad de California del Sur (USC), en realidad no somos tan diferentes a estas especies: “todas ellas respiran aire y, bioquímicamente, usan el mismo metabolismo y tienen esencialmente los mismos genes. Todas tienen hemoglobina, todas tienen neuronas y células musculares”.
Entonces, ¿es posible aplicar los secretos de la longevidad animal a la especie humana? Este estudio sobre envejecimiento en ectotermos (animales que no producen calor interno, como reptiles y animales marítimos) vertebrados arroja luz sobre la forma de cumplir años de otras especies y que, como afirma Caleb Finch, doctor en neurobiología del envejecimiento, podrían aportar un aprendizaje extrapolable al envejecimiento humano.
Misma sustancia pero distinta estructura
Aunque muchas especies compartimos células y características vitales, la diferencia está en la evolución genética. Según Finch, esto se debe a que “la evolución toma un mismo tipo de célula y, al modificar qué genes están activos, puede construir un ser que viva un año o doscientos”.
El problema es que, por ahora, se ha conseguido alargar la vida humana venciendo las enfermedades externas (como virus y bacterias), pero no superando el deterioro interno del cuerpo. En cambio, este estudio biogerontológico ha comprobado que lo que sucede en estas especies ectotérmicas es que han logrado ralentizar el envejecimiento. “Estos resultados desafían la conclusión de algunos modelos evolutivos de que la senescencia, o el envejecimiento físico, es evolutivamente ineludible para cualquier especie”, afirma Caleb Finch.
Mismamente, en el caso del tiburón de Groenlandia, aunque viven 400 años, estos animales no alcanzan su madurez sexual hasta los 150 años, según relata NOAA (Servicio Nacional de Oceanografía de Estados Unidos).
En cambio, en seres humanos, aunque el aumento de la esperanza de vida ha supuesto el retraso de la edad para tener un primer hijo (32,2 años en España, según los datos del INE de 2021), no se ha retrasado el periodo de fertilidad de la mujer. He aquí la clave de la cuestión.
Vivir más lento, morir más tarde
El aspecto fundamental que diferencia el envejecimiento de estas especies de la nuestra es precisamente la expansión en el tiempo de los procesos vitales. Según Finch, su senescencia es tan lenta que parece imperceptible. Para lograr la prolongación de las primeras etapas de la vida, habría que prolongar genéticamente las primeras fases vitales de los seres humanos, lo que, para Finch, todavía queda lejos, ética y científicamente.