En el Congreso de los Diputados, durante la anterior legislatura solo 11 de los 350 parlamentarios que componen la Cámara baja superaban los 65 años. Es decir: apenas un 3 por ciento. Ni siquiera en el Senado, foro asociado por definición a la senectud y la experiencia, la presencia de los mayores es más relevante.
Este arrinconamiento de la sabiduría acumulada durante tantos años no es nuevo en la política española, el problema continúa porque si bien en la pasada legislatura fueron 11 diputados, durante la primera legislatura de la, por entonces, recién estrenada democracia (que transcurrió entre 1979 y 1982) hubo 20 diputados mayores de 65 años, el más veterano de ellos Juan Ignacio Sáenz-Díez Gándara, diputado de UCD por la circunscripción de Soria, que tenía 75 años cuando llegó al Congreso.
Por contra, en la actual legislatura contamos con 23 diputados mayores de 65 años -entre ellos solo tres mujeres-, el 6,5% del total. Han aumentado sí, pero se siguen antojando pocos para defender los intereses y derechos de un colectivo que en España ya roza los 9 millones de personas, cerca del 19% de la población.
De los 23 diputados mayores de 65 años con los que en la actualidad contamos 14 son del PP: Ramón Aguirre (65), Jorge Fernández Díaz (68), José Manuel García Margallo (74), Arturo García-Tizón (72), José Ignacio Llorens (75), Teófilo de Luis (66), Teófila Martínez (71), Francisco Molinero (66), Cristobal Montoro (68), Jesús Posada (73), Jesús Postigo (65), Francisco Vañó (69), Celia Villalobos (69) y María Teresa de Lara, la más veterana del hemiciclo con 76 años. El PSOE cuenta en sus filas parlamentarias con 5 veteranos, José María Barreda (66), Gregorio Cámara (65), Ciprià Ciscár (72), Manuel Cruz (68) y José Enrique Serrano (69). Y por último, 4 mayores de 65 figuran entre los diputados de Unidos Podemos y ERC. Pedro Arrojo (67) y Manuel Monereo (68) por Unidos Podemos y Joan Olòriz (65) y Joan Tardá (65) por ERC.
A estas alturas a casi nadie se le escapa que éste es un colectivo muchas veces injustamente olvidado. Nadie esperaba mucho de ellos ni políticos, ni sociólogos ni analistas, ni politólogos… se trataba de un colectivo amortizado que muy de vez en cuando daban una nota aislada, casi anecdótica, de rebeldía a partir del 11-M con los ya famosos "yayoflautas". Nadie esperaba que pasaran de ser manejables comparsas en el tablero político, solo útiles en época electoral, a una verdadera fuerza viva. Por eso sorprendió a todos el hecho, hoy incontestable, de que la tercera edad se ha puesto en pie y ha decidido que ni se rinde ni acepta ser enterrada en vida.
Los mayores están muy vivos y exigen sus derechos en todos los foros llegando a tomar al asalto las calles de nuestras ciudades para exigir, no pedir ni mendigar, lo que es suyo por derecho, unas pensiones dignas que no son un regalo ni una limosna, sino un derecho ganado a pulso durante décadas y décadas de trabajo. Unas pensiones que, en muchísimos casos lejos de ser dignas, encogen año tras año por obra y gracia de la crisis económica y la inflación. Los mayores han dicho basta y se han levantado en lucha para que sólo pueda haber un final, la victoria. Aunque continúen siendo pocos los mayores como ellos que les representan en el Congreso.