Permítanme una crónica muy telegráfica de las elecciones, planteada desde la vocación de abarcar todos sus perfiles, que son muchos y complejos.
Capítulo de ganadores
Primero, los ganadores. Son claramente el PSOE, el Partido Popular y los nacionalismos. El PSOE lo ganó todo, las municipales, las autonómicas y las europeas. Es la fuerza más votada en la mayoría de los grandes municipios y en 10 de las 12 comunidades autónomas. Podríamos estar ante una auténtica resurrección del partido, debida sobre todo al efecto Sánchez, como el 28 de abril, y al demérito de los demás aspirantes. Las tres mayorías absolutas más destacadas (García Page en Castilla-La Mancha, Fernández Vara en Extremadura y Abel Caballero en Vigo) son de dirigentes del PSOE.
El Partido Popular pasó la misma noche del recuento de la depresión a la euforia, gracias a Madrid y al no sorpaso de Ciudadanos. Es lo que se llama salvar los muebles. Perdió muchos votos por la división de la derecha y por el efecto arrastre de las últimas generales, pero cuenta con el apoyo de Ciudadanos, que decidirá que gobierne el PP en el ayuntamiento y la Comunidad de Madrid y en otros gobiernos regionales y ayuntamientos. El gran beneficiado, Pablo Casado, que supera la crisis de liderazgo o, al menos, consigue disminuya la presión sobre él.
Tercero, Ciudadanos. No consiguió el objetivo de ser la segunda fuerza, lo cual no le permite cantar la gran victoria. Ahora bien: en el ayuntamiento de Madrid es el único partido que crece y crece en toda España si se compara con las elecciones de 2015. Y lo más trascendente ahora, lo que acabamos de subrayar: decide el gobierno en importantes ciudades y en varias autonomías. La incógnita es si corregirá el cordón sanitario que le había puesto al PSOE y si está dispuesto a sumarse a Vox en esos pactos. Parece que seguirá el modelo andaluz: que el PP pacte con Vox, y él asume lo pactado.
Nacionalismos
Y presento también como ganadores a los nacionalismos. Clara victoria del PNV en el País Vasco. Puede gobernar las tres capitales de provincia y las Juntas Generales. Le funcionó el pragmatismo y la política social.
En Cataluña, destaca la victoria de Esquerra por número de votos en Barcelona. Un partido independentista puede acceder a la alcaldía en un momento muy delicado y lanzar el menaje de que los separatistas consiguen, por fin, el asalto a un a capital no separatista. Como símbolo es muy importante, pero no el único: en un tercio de los municipios menores, no hubo siquiera candidaturas constitucionalistas.
Y lo más interesante para el futuro: la práctica exclusión del Partido Popular en las instituciones catalanas y vascas. El señor Casado tiene que cambiar su política, porque está recibiendo un serio rechazo en dos de las nacionalidades históricas. Soy de los que creen que no puede gobernar España que es incapaz de estructurarla.
Hay más detalles. Por ejemplo, Navarra, donde venció la coalición de derechas Navarra Gana, pero todo depende de que el PSOE pacte con Bildu. ¿Le permitirá Sánchez dar ese paso? Es una importante duda, dado que no es lo mismo una Navarra gobernada por españolistas que por Bildu.
Y dos nombres más: Puigdemont y Junqueras. Ambos elegidos. Se abren incógnitas legales: si podrá tomar posesión el fugado de Waterloo sin recoger la credencial en Madrid y si el Supremo permitirá a Junqueras recoger su credencial y tomar posesión en el Parlamento europeo.
Capítulo de perdedores
A su cabeza, Unidas Podemos a quien ya se le llama 'Hundidas Podemos'. Un auténtico batacazo. 14 puntos porcentuales menos que en 2015. Pérdida de muchas de las alcaldías del cambio, todas las gallegas, dudas sobre Colau y se salva Kichi, el alcalde de Cádiz, que no quiso saber nada de Pablo Iglesias ni se presentó bajo el paraguas de Podemos. Toda una humillación para Iglesias, que pierde poderío para sentarse a negociar con Sánchez la entrada en el gobierno.
Vox no es que haya perdido. En algunas regiones, como Galicia, no consiguió morder ni un concejal a Núñez Feijoo. Pero en Madrid tuvo una entrada muy digna. En el conjunto nacional sus resultados, aunque decisivos para completar mayorías del PP, han sido inferiores de los esperados.
Consideraciones genéricas
Y por último, algunas consideraciones genéricas. Una, sobre la dispersión del voto, con parlamentos regionales donde habrá hasta ocho partidos. Es un fallo evidente de los partidos mayoritarios. Cuando ninguno consigue la mayoría suficiente, los enanos encuentran su hueco.
Una segunda sobre el respaldo de Podemos, Vox y la CUP en Cataluña. Es un triunfo de la moderación.
La tercera, sobre las europeas. Ganaron personajes como Le Pen, Salvini, Farage u Orban. Aunque los euroescépticos no son mayoría, crecen. Los ultras solo son frenados por los verdes y los liberales. Dibujan un futuro inquietante para la Unión.
Y el último apunte, para destacar lo más obvio: si no hay repetición de elecciones generales por imposibilidad de alcanzar una mayoría suficiente, terminó el agobiante ciclo electoral. En teoría, vienen cuatro años sin elecciones, con las excepciones de Cataluña, País vasco y Galicia. A ver si de una vez este país puede pasar un año entero sin hacer política electoralista. No es un diagnóstico. Es un deseo, una necesidad nacional, casi una oración.