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En 1980, la antropóloga Kristen Hawkes, de la Universidad de Utah (Estados Unidos), puso de relieve la llamada “hipótesis de la abuela”, que se fue fortaleciendo hasta que, en 2010, se demostró que tenía verdadero sustento científico. Esta famosa hipótesis sostiene que la ayuda de las abuelas prehistóricas pudo alargar esperanza de vida humana, y así, ya desde la época del Homo Sapiens, la presencia de la abuela habría aumentado las posibilidades de sobrevivir de los niños.
La razón argumentada por esta experta es que, en los grupos de cazadores recolectores, las mujeres jóvenes y adultas eran las que proveían la mayoría de las calorías para las familias recogiendo raíces, frutos, tubérculos. Y en cuanto una madre tenía un segundo hijo, el mayor pasaba al cuidado de su abuela, por lo que su supervivencia dependía directamente de ella.
Hawkes ha llegado a emplear simulaciones por ordenador para vincular el papel de las abuelas y la longevidad a un excedente de hombres fértiles de más edad y, a su vez, a la tendencia masculina a proteger a una hembra frente a la competencia y formar un vínculo de pareja con ella en lugar de aparearse con varias compañeras.
Según la hipótesis de la abuela, la madre y la abuela alimentaban a la familia día a día, no los cazadores (que sí cuidaban de los peligros aparte de cazar). Y remarca que el ser humano es la única especie en la cual la mujer vive muchos años pasada su edad reproductiva.
Cruciales para el desarrollo humano
"El papel de las abuelas fue crucial para el desarrollo de los vínculos de pareja en los humanos", aseguraba la antropóloga estadounidense en uno de sus estudios, apuntando a que los vínculos de pareja humanos evolucionaron con el aumento de las ventajas de proteger al compañero, los cuales resultaron de la evolución de nuestra historia de vida de la abuela.
La visión de Kristen Hawkes contradice la visión tradicional de que los vínculos de pareja "resultaron de cazadores machos que alimentan a las hembras y sus crías a cambio de la paternidad de esos retoños, de forma que los machos tienen descendientes y transmiten sus genes". Para ella, principal impulsora de la hipótesis de la abuela, la clave de por qué las madres pueden tener el segundo, tercer o cuarto hijo no se debe a que el padre llevara a casa los alimentos, sino a que la abuela ayudaba a alimentar a los niños destetados. Eso favoreció el aumento de la longevidad a medida que las abuelas de larga vida ayudaban más.
Las abuelas, transmisoras del saber
Los estudios han demostrado que las abuelas transmitían sus conocimientos a los más jóvenes de las tribus, enseñándoles a comer, contándoles sobre la tierra y las plantas; qué frutos recolectar y cuáles no; qué hojas curaban una picadura o cómo sacar y detectar tubérculos escondidos a primera vista. Además, se conoce que los niños, a lo largo de la historia, no eran criados solo por la madre, sino por un grupo de mujeres entre abuelas, tías, hermanas... en una crianza comunal y multigeneracional.
De hecho, no solo en la raza humana se daría este papel crucial de las abuelas, ya que estas se erigen como guardianas del conocimiento y transmisoras de sabiduría en otras especies. En las ballenas, orcas, elefantes y jirafas esto se repite: en todas estas especies las abuelas son las que guían a la manada porque son las que saben dónde encontrar comida.
Las abuelas jugaron un rol central en la historia del Homo Sapiens. Y una parte está relacionada intrínsecamente con la comida, que influyó en nuestra longevidad y supervivencia. De hecho, los humanos hemos logrado duplicar la expectativa de vida en comparación con los primates en 60.000 años. Las abuelas compartían conocimientos y experiencias, intercambiaban recetas, daban lecciones de vida cruciales para la supervivencia.