El gotelé está presente en la mayoría de las casas españolas. Pero, ¿De dónde viene la moda de las gotitas en las paredes? Lo primero que hay que saber es que el gotelé proviene del francés "gouttes" (gotas), aunque esta técnica no es que sea muy usada en el país vecino.
¿Entonces, si no "hemos copiado" a nuestros vecinos, cuál es su origen? La respuesta es sencilla: los años sesenta. La España de aquella época se encontraba en pleno éxodo rural, la llegada a las ciudades provocó un aumento de las construcciones. Se construía mucho y muy deprisa. El mercado inmobiliario y de la construcción aumentó un 40% según el estudio El modelo inmobiliario español, de José Manuel Naredo y Antonio Montiel.
Y esa rapidez en la construcción hizo que muchas paredes tuvieran desperfectos, y la mejor solución era cubrirlos con el gotelé. Esta técnica de pintura al temple, y acabado granuloso que servía para tapar las imperfecciones de las paredes.
Así, si el muro no estaba recto o presentaba algún desnivel, el gotelé las cubría, y por aquel entonces también se pensaba que era un elemento decorativo más.
Y así fue como entró masivamente en las viviendas españolas, como los sillones de escay, y las persianas.
Eliminarlo sale caro
Con una escobilla o una máquina manual con forma de bombo se aplicaba al principio el gotelé. Con el paso de los años, este método tan rudimentario dejó de utilizarse, y dieron paso a las pistolas con compresor, que te permiten elegir el grosor de la gota, porque hay gotelés más discretos, y otros que parecen de estilo barroco.
Además, hay varios tipos de gotelé: si el gotelé aguanta al pasar un trapo húmedo es plástico. Si se desprende, es al temple.
A día de hoy, las empresas de pintura no tienen demanda de pintura prácticamente. Lo que sí suelen recibir son solicitudes para quitarlo. De hecho, hay 151.000 búsquedas en Google para quitarlo. Una tarea, que por cierto lleva bastante trabajo porque hay que lijar y rascar la pared, u ocultándolo con masillas.
Si estás planteándote quitarlo debes saber que no es barato: en una casa de unos 80 metros cuadrados, puede rondar los 3.000 euros.
Lo cierto es que el gotelé acumula más polvo y suciedad que un muro liso. Y aunque no vaya desaparecer, son muchos los que creen que dentro de unos años hablaremos del gotelé con nostalgia.