Estamos ante una de las caras más conocidas -y queridas- de la danza en nuestro país. Quiso ser bailarín desde niño. Y no le desanimaron ni las lesiones ni que le dijeran que no podría hacerlo. Y llegó a lo más alto. Ha sido bailarín en el Ballet Nacional, bajo la dirección de Maya Plisetskaya primero, y Nacho Duato, después. Como coreógrafo de la Selección Nacional de Gimnasia Rítmica consiguió por primera vez en la historia para España la Medalla de Oro en un Campeonato del Mundo. Ha trabajado con grandes artistas como Julio Iglesias, Mariah Carey, Will Smith, entre otros muchos, aunque el gran público le conoció en Operación Triunfo. También triunfó en Estados Unidos, con la versión americana de ‘Mira quién baila’ y fue nombrado por la revista 'People' uno de 50 hombres más bellos.
Hemos hablado con Javier Castillo, Poty, sobre su espectacular carrera, sobre el talento sénior y sobre el mayor de sus éxitos: su familia.
PREGUNTA.- Javier Castillo…. ¿de dónde viene Poty?
RESPUESTA.- Mi madre me cuenta que yo era un trasto y muy mal comedor de pequeñito. Y me cuenta que la única forma que encontró para que yo me comiera aquella papilla espantosa que me daba por las tardes, era sentado en sus rodillas frente al televisor y viendo un programa en el que aparecían dos payasos. Uno se llamaba Pepino y otro Potito. Yo era tan chiquitín que no sabía decir potito, y me salía poti. Aquel programa de payasos me extasiaba, no paraba de decir “quiero poti”. Y cada vez que abría la boca, mi madre me encalomaba la cucharada de papilla. Y empezaron a llamarme así hasta el día de hoy. Menos mal que elegí bien, porque si llego a elegir a pepino…
P.- Tu madre te encalomaría la papilla… pero si no llega a ser por ella, quizá no hubieras sido bailarín
R.- Así es. Yo estudiaba en una escuela de maestría industrial, pero tenía ganas de aventuras, con unos amigos. Vimos un anuncio en televisión, en blanco y negro, en el que salía un soldado que decía, “si no tienes miedo al salto, salta con nosotros”. Y así me fui de voluntario a la brigada paracaidista. Y estando allí, en la mili, en una de tantas llamadas por teléfono a casa desde una cabina, me cuenta mi madre que han abierto una escuela de ballet en Torrelavega. Me puse nerviosísimo, pidiéndole que me apuntara. Y lo oculté… imagínate si cuento en cuerpo especial del ejército que me voy a una escuela de ballet clásico.
P.- No sería fácil, eran otros tiempos. Sin embargo, en casa, ¿siempre te apoyaron?
R.- Siempre. De hecho, mira, fue mi madre quien me contó por teléfono lo de la escuela de ballet, porque sabía que eso a mí me encantaba. Los dos, mi madre y mi padre me apoyaron siempre, desde el minuto uno.
P.- Y cuando llegas a la escuela de ballet te dijeron que no tenías futuro. Podemos decir que sufriste edadismo ¡a los 20 años!
R.-Pues sí, antes de empezar mi carrera profesional sufrí edadismo laboral. Mis dos maestros de aquella escuela me dijeron al llegar que tenía buena condición física y que me apuntara solo si quería bailar por gusto, porque profesionalmente no tenía nada que hacer. Con 20 años me dijero que era demasiado mayor para bailar, qué bien que se equivocaron. No me importó. Es más, trabajé tan duro y me lo tomé tan en serio, que a los seis meses me dijeron que estaba listo para ir al Real Conservatorio de Arte Dramático y Danza de Madrid, para hacer la carrera. Aunque se equivocaron conmigo al principio, a aquellos dos maestros se lo debo todo.
P.- Llegó la época como bailarín en el Ballet Nacional, bajo las direcciones de Maya Plisetskaya, primero y Nacho Duato, después. ¿Con qué te quedas de entonces?
R.- Sinceramente, con la suerte que tuve de haberme dicado a la profesión que amaba, sobre todo, porque tener esta profesión en España es una suerte. Y además en el mejor lugar posible, el Ballet Nacional… eso es un privilegio, un regalo del cielo para un chaval de Terrelavega que quiere ser bailarín… es que no era de Nueva York. Y también el haberlo logrado pese a las lesiones terribles que fríe, porque me rompí los pies cuatro veces. Claro, empecé mayor, con el cuerpo ya hecho.
P.- …y con Maya Plisetskaya, con la que llegaste a tener una relación muy especial
R.- SI. Me quedo con aquel momento, cuando viene Maya Plisetskaya a España para dirigir el Ballet Nacional y hace una audición a 111 bailarines. Eligió a 10 y uno de ellos fui yo. Eso me cambió la vida. En un instante pasé a formar parte de la élite mundial del ballet. Y, en efecto, no solo eso, sino que llegué a tener con ella una relación extraordianria. Nos adorábamos, enviaba a mi madre todas las flores que recibía, incluso vinoa casa, y mi madre se ponía tan nerviosa… Ay, me han pasado cosas tan maravillosas.
P.- Luego diste el salto a la coreografía… no sé si es un camino habitual en la vida de un bailarín, ¿es lo que querías ya antes? O son oportunidades que surgen, y uno las aprovecha…
R.- No, no, no es habitual en absoluto. Lo que pasa es que yo soy culo de mal asiento y hay muchas cosas que me gustan, y tengo esa capacidad de entusiasmarme con todo lo que hago
P.- Y tanto. Lo primero que haces como coreógrafo se convierte en oro mundial, con la Selección de Gimnasia Rítmica, en Atenas, en el 93…
R.-Así es, la primera coreografía que monto se convirtió en medalla de oro en un mundial, sin tener ni idea. Mira, yo estaba bailando en Finlandia cuando sonó mi teléfono. Era un hombre con acento ruso que decía llamar de parte de Emilia Boneva, la seleccionadora del equipo nacional de gimnasia rítmica español. Era búlgara y toda una autoridad. Me convocaron a una reunión en España. Y fui. Cuando llegué, allí estaba el presidente de la federación, el cuadro médico, el cuadro de entrenadores, los nutricionistas, estaba Emilia Boneva, varios asistentes suyos… todos en una de esas mesas gigantes de madera. Y me preguntan. ¿tú podrías montar un tango como coreografía?
P.- No me lo digas, les diste que por supuesto
R.-No solo eso, les dije “pero si el tango es lo mío”. En medio de esa reunión, con tanta gente, y en lugar de hacerme pequeñito, lo único que se me ocurre decir es que el tango es lo mío.
P.- ¿Y el tango era lo tuyo?
No había bailado un tango en la vida. Es más, la única referencia que tenía eran varios discos que tenía mi madre en casa de Carlos Gardel. Hace falta tener caradura. Lo siguiente que me dicen, en esa misma reunió, es que vamos un poco justo de tiempo y que tengo seis mess para montar el campeonato del mundo. Yo no sabía dónde meterme, me moría de miedo, pero en lugar de decirles la verdad, que ni sabía nada de tango ni había hecho nunca nada similar, firmé el contrato como coreógrafo de la Selección Nacional de Gimnasia Ritmica para montar el campeonato mundial.
Recuerdo que llamé justo al salir a casa por teléfono para contárselo y mi madre me echó una bronca descomunal. Pero no por haberme metido en ese berenjenal, sino por no creer en mí y por tener dudas de si sería capaz de hacerlo. Mi madre me animó siempre al máximo.
P.- Mira si ella tenía razón… volviste con el oro debajo del brazo.
R.- Quién me lo iba a decir. Fuimos a Grecia, donde se celebraba el mundial y por primera vez en la historia España queda campeona del mundo, en una disciplina como es la gimnasia rítmica, en la que por encima siempre quedaban las rusas, las búlgaras o las chinas. Siempre. Y aquella vez España se convierte en campeona del mundo con aquel número. Y eso que nos tocó el aparato más difícil que hay, que en gimnasia rítmica es la cinta.
P.- ¿Se conquista al jurado tanto con la perfección técnica, como con la música y coreografía?
R.- Fue una cosa muy bonita. Trabajaba junto a una entrenadora, Ana Roncero, que ella sabe al dedillo el reglamento y la técnica. Pero luego toda esa técnica tiene que ir metida en una coreografía. Y esa era mi labor. La puntuación de la gimnasia rítmica es doble: composición y ejecución. La ejecución es la técnica, y nos dieron un 9,45. Y a la composición le dieron la nota más alta del campeonato del mundo: 9,90. A partir de ahí, cambió de nuevo mi vida.
P.- Pero también dejaste la Selección de Gimnasia, y saltaste a la televisión.
R.- Sí, me metí de lleno en el mundo de la coreografía. Al poco tiempo me llamó Antena 3 y me ofreció ser el director de coreografía y puesta en escena musical de Antena 3 Televisión. Dejé el Ballet Nacional, dejé la selección nacional de Gimnasia, y salté a la tele. Eran los tiempos de ebullición de las televisiones privadas y tuve la suerte de trabajar con grandísimos artistas. Una suerte que ni soñándolo. Pero la suerte aparece y también hay que poder con ella, hay que estar preparado, hay que trabajar mucho, y esforzarse. Y así he ido aprendiendo. También a fuerza de meter la cabeza por la pared si es necesario.
P.- Sin embargo, tu trabajo entonces estaba más entre bambalinas. El salto a la fama llega con Operación Triunfo, ¿Cómo te cambió la vida aquello?
R.- Desde luego que cambió mi vida, pero si te fijas, esa frase la he dicho ya varias veces. Ha habido tantas cosas que me han ido pasando que cambiaron mi vida… Pero sí, es cierto que la televisión de cara al público cambia tu vida. Ese fue otro regalo, en este caso de Toni Cruz y Josep María Mainart, de La Trinca, que fueron quienes me contaron el proyecto. Por cierto, fue un regalo de boda, porque me lo contaron durante mi boda.
P.- Fue todo un bombazo, porque el formato era novedoso, ¿verdad?
R.-El éxito de audiencia fue enorme, pero el mérito fue suyo. A ellos se les ocurrió el formato de montar una academia y meter cámaras en las salas de ensayo, para enseñar al público no solo la actuación y la gala, sino también los ensayos y el trabajo de toda la semana. Trabajamos muy duro… pero fue un trabajo muy amable, también.
Ojo, que cuando yo hablo de Operación Triunfo hablo de la primera edición, las otras ya fueron otra cosa, un buen formato televisivo, pero ya era otra cosa.
P.- Quizá incluso los concursantes tenían ya otro perfil
R.-Totalmente, sin lugar a dudas. Ya sabían dónde iban, cosa que los primeros no. Aquella Rosa, aquel Bustamante, aquel Bisbal… eran naturales, no sabían que había cámaras detrás de cada espejo, se comportaban con naturalidad.
P.- Estos días te hemos visto en la promoción del juego de mesa ‘Abuelo, abuela ¿cómo era entonces?’ un juego ideal para pasar tiempo en familia, ¿qué te ha conquistado de este proyecto, tú que estás acostumbrado a grandes proyectos televisivos?
R.-Mira, yo en Cantabria, con mi familia, hemos sido siempre de compartir tiempo en la mesa, de charlar… ahora, es una pena, ves que la gente se sienta en la mesa y cada uno saca su teléfono móvil. Este juego recupera eso que antes se hacía de forma natural: charlar en familia, compartir anécdotas. Yo he hecho mucha publicidad, pero te aseguro que yo me tengo que creer aquello que haga. No me sirve lo que hacen algunas grandes estrellas, que anuncian un champú y ellos llegan a grabar el anuncio con su propio champú, sin probar siquiera el producto. Y cuando vi este juego de mesa me pareció buenísimo, el juego de los juegos. Es una auténtica delicia, está pensado que para que abuelos, padres y nietos jueguen, y lo que hace es propiciar conversación, y hace que los nietos descubran cosas de la época de sus abuelos que desconocían. Y le cuentan al nieto que ellos para hablar por teléfono tenía que bajar a la cabina, o que nos íbamos de vacaciones ocho en un seiscientos, sin cinturón de seguridad ni nada y el viaje duraba día y medio… y flipan. Y reactiva el recuerdo de los abuelos, bueno y de todos.
P.- Con todos los palillos que has tocado, con todos los éxitos que has cosechado, con todas las grandísimas estrellas con las que has trabajado… y eres un tío familiar
R.- Muy ,muy familiar, esa es la base de mi vida. Somos una familia normal de Cantabria. De hecho, por decirlo de alguna forma, lo más anormal o atípico, es mi profesión. No ahora, sino hace 30 años. Pero mi familia me apoyó siempre, y esa es la clave y esencia de mi vida: mi familia, mis padres, mis hermanos, mi mujer, mi hija, mis amigos de toda la vida. Es que yo no he cambiado, por mucho que me haya metido en una dinámica de trabajo de locos que me ha llevado por mil sitios. He trabajado en Estados Unidos, con gente que ni soñando me lo hubiera imaginado… pero yo, en esencia soy el mismo. He tenido muchas oportunidades, pero al mismo tiempo mucho trabajo y mucho sacrificio. Todo eso es lo que ha hecho de mi lo que soy, bueno o malo. Pero sigo siendo ese chaval de Torrelavega, el de toda la vida.
P.- Ya, pues la Revista People te nombró uno de los 50 hombres más bellos…
R.- Uy, sí, es que me han pasado cosas realmente sorprendentes. Cuando terminé Mira quien baila aquí en España, me proponen hacer la versión en Estados Unidos, y me contrata Univisión, el canal de televisión más importante en América, que cubre desde Alaska a Tierra del Fuego. El primer año arrasó con audiencias de hasta 16 millones de personas, eso es una popularidad salvaje.
Bien, pues después de la primera temporada un día suena mi teléfono, es del departamento de marketing y comunicación de Univisión y me dicen que van a hacer una llamada a tres, porque el director de la revista People quiere hablar conmigo. Y es él quien me dice que me van a nombrar uno de los 50 más bellos. Y desde Univisión estallaron de alegría aplaudiendo y dándome la enhorabuena. LA verdad es que ese día colgamos, quedamos en hablar más adelante para concretar porque había que hacer un reportaje, fotos… pero yo colgué sin darle importancia. Otro día, viendo un documental sobre Antonio Banderas, en sus datos biográficos hablaban de sus películas, de sus premios, nominaciones, su estrella en el paseo de la fama, y destacaban también el haber sido nombrado uno de los 50 hombres más bellos por People. Y de repente me di cuenta de que eso era importante.
P.- …Es que realmente es muy importante
R.- Pues sí, People es la publicación con más tirada en todo el mundo. Todos los años elabora una lista con los 50 hombres más bellos. A mí al principio me sonó raro, luego entendí que con bello no se refieren a si eres alto y guapo, sino a que eres notorio, trascendente… lo que es ahora un influencer.
Cuando me volvieron a llamar para concretar me preguntaron dónde quería hacer el reportaje fotográfico. Les propuse que fuera en Santillana del Mar, pensando en que me dirían que no, que tenía que ir yo a Estados Unidos. Pero no, cuando veían fotos de Santillana del Mar no se creían que fuera real y no un decorado de cine. Y ahí saqué pecho de mi tierra y del pueblo donde me casé. Y vino un equipo de seis personas desde Los Ángeles a Santillana del Mar para hacer aquel reportaje.
P.- Y de ahí a codearte con George Clooney… ¿cómo fue eso?
R.- En la gala para recoger el premio de People, en Nueva York estaba Ricky Martin, Penélope Cruz, Gloria Estefan… y la verdad es que después de eso mi nombre empezó a sonar mucho en Estados Unidos. Nestlé se interesó por mí para promocionar Nescafé clásico. George Clooney era la imagen del café en cápsulas y yo el de Nescafé. Y tengo que decir que es más bajito que yo (risas).
P.- Y sin embargo, lo que más te gusta del mundo es pasar tiempo en familia, con ese juego del que hablábamos, Como era entonces, y de lo más orgulloso que se te ve es de tu hija, ahora que la hemos visto en Hola por su 18 cumpleaños.
R.- La verdad es que sí. Cuando me propusieron hacer ese reportaje me pareció que era un regalo precioso para ella. Lo hablamos mi mujer y yo y nos pareció bien. Hola cuida mucho esos reportajes y para ella es un regalo. Lo va a guardar para siempre y la experiencia es maravillosa. Vino a casa un equipo enorme, con vestidos, maquilladores, estilistas… y a ella se la veía con una ilusión. Yo estaba feliz de verla. La verdad es que cuando me fui a Estados Unidos ella tenía 5 añucos y aunque yo iba y venía constantemente, lo cierto es que me perdí cosas. Ahora ya es una mujercita, con 18 años.
P.- Nos encanta ver en tu cuenta de Instagram las publicaciones que le dedicas a tu madre, lo primero, porque está estupenda con 91 años, y sobre todo, porque se ve una relación tan especial, ¿siempre ha sido así?
R.- Sí que la hay. Mi madre ha tenido seis hijos y ha perdido dos. Sobrevivir a un hijo tiene que ser terrible, pues ella ha perdido dos. Mi padre murió hace muchos años ya, pero con mi madre mantengo una relación muy muy especial. Pero la hemos tenido siempre, desde niños.
P.- Cuéntanos, ¿qué es eso del ‘quitapenas’, que lo usas como hashtag cuando hablas de ella?
R.- El día que yo nazco mi hermano acaba de morir, de meningitis. Y mi madre no pudo ir al entierro de su hijo, porque estaba dando a luz. Me cuenta siempre que era verano, hacía calor, las ventanas de la casa estaban abiertas, mi madre estaba dando a luz y por la ventana vio el coche fúnebre que se llevaba a su hijo. Y me cuenta que al nacer, la comadrona me limpio y dijo: “Pepita, aquí tienes al quitapenas de la casa”. No quiero magnificarlo, pero eso del quitapenas me ha marcado mucho. Mi madre se volcó mucho en mí, por eso tenemos esa relación tan especial.
P.- Qué suerte que tu hija tenga a su abuela, y que podáis pasar esos momentos juntos, jugando a ‘Cómo era entonces’, o charlando, sencillamente
R.- Pues sí, tiene a su abuela y a sus dos abuelos maternos, los padres de Isabel, que viven los dos. Y tiene, en efecto, una relación extraordinaria con ellos. Vuelvo a insistir, es que es el pilar. Con la profesión que tengo, la familia es la que me hace tener los pies en la tierra. Para mí, es importantísimo estar con ellos. Soy muy casero. Si no me conoces, me ves en la tele o miras las redes sociales y parecería que estoy todo el día de guateque, y no, soy muy casero. Muy, muy casero.
P.- Tu vida da para un libro
R.- Estoy en ello. Estoy escribiendo un libro, que igual luego no le interesa a nadie, pero no importa, yo lo voy a escribir porque tengo muchas cosas que contar. Quizá luego no tengan más que un ejemplar mi madre, otro mi prima y los que compre yo [risas], pero no importa, yo lo voy a escribir. Y si algo tengo claro es el título. Será ‘el quitapenas’. Ahí lo tienes, en primicia. Luego vendrán las editoriales y me dirán que es mejor cambiarlo… pero no, eso es inamovible. Ya estoy en ello.
Sobre el autor:
Beatriz Torija
Beatriz Torija es periodista y documentalista, especializada en información económica. Lleva 20 años contando la actualidad de la economía y los mercados financieros a través de la radio, la televisión y la prensa escrita. Además, cocina y fotografía.