Desde este miércoles 20 de abril, las mascarillas ya no serán obligatorias en interiores y después de dos años volveremos a 'dar la cara'. A pesar de que esto es una buena noticia, para algunas personas este paso de vuelta a la normalidad supondrá un problema.
Y es que si algo ha quedado claro con la pandemia es la importancia de la salud mental y sus consecuencias: durante estos dos años los trastornos de ansiedad y depresión aumentaron un 25 por ciento a nivel global, según datos de un estudio publicado en la revista científica The Lancet, afectando especialmente a colectivos vulnerables como las personas mayores, los enfermos crónicos o los jóvenes.
Y tras el confinanmiento, el 8 por ciento de la población afirmó necesitar la ayuda de un psicólogo para recuperarse de las secuelas, según el Estudio Sanitas sobre bienestar emocional durante el confinamiento.
Ahora que el Gobierno ha decretado el fin de las mascarillas en interiores, muchos adolescentes –y personas de ma´s edad– se verán afectados por el conocido como síndrome de la cara vacía.
Esta fobia se caracteriza por la sensación de inseguridad que se genera en una persona al dejar al descubierto la cara, en este caso por no tener que llevar mascarilla. El origen de este miedo puede deberse por la fobia a contagiarse o el temor a mostrarse a los demás.
"Después de tanto tiempo, para algunas personas, la mascarilla se ha convertido en un escudo de protección en las interacciones sociales ya sea para esconder sus emociones o para disimular sus inseguridades de tipo físico. En un caso particular, los jóvenes, debido a los numerosos cambios físicos y psicológicos que atraviesan en la adolescencia, son los más susceptibles de sufrir este miedo. Pero aquellas personas que tienen una ansiedad social o una baja autoestima o que vinculan su bienestar a cuestiones físicas o que dependen en exceso de la aprobación de los demás, también pueden verse afectadas", explica Raquel Velasco del Castillo, psicóloga de BluaU a Europa Press.
Afecta sobre todo a los adolescentes, ya que se encuentran en un momento de crecimiento físico y personal, y su cuerpo sufre muchos cambios. Con las mascarillas han podido ocultar el vello en la cara, el acné o los 'brackets'. Sin embargo, esto también podría afectar a aquellos adultos a los que la mascarilla les haya dado seguridad.
Cómo superar el síndrome de la cara vacía
Ante esta situación, la experta recomienda "identificar qué es lo que genera el miedo cuando se habla del abandono de la mascarilla (miedo a exponer nuestras emociones, a la interacción social, a una evaluación negativa física) para buscar recursos de afrontamiento y ganar autoconfianza enfrentándonos paulatinamente a no tener ese escudo y a la sensación de vulnerabilidad que ello provoca".
"Primero, se puede probar a quitarse la mascarilla en entornos que se consideren seguros como por ejemplo los entornos familiares o con allegados e ir acostumbrándose a la sensación que provoca", señala Velasco.
Para que los jóvenes puedan superar esta fobia es importante darles su espacio y tiempo para que poco a poco se vayan adaptando a ir sin mascarilla: "Los más jóvenes han visto truncada su vida social en una etapa vital en la que el contacto con sus iguales es esencial para su desarrollo personal. La imposibilidad de relacionarse con su entorno ha derivado no solo en una afectación de su estado anímico, sino que también hemos visto aumentar casos de problemas de habilidades sociales, estados de ansiedad, depresión o problemas de conducta alimentaria"
Además, los expertos aconsejan escribir una lista con todas las situaciones más incómodas para la persona, de menor a mayor grado, e ir enfrentándose a ella, de la más sencilla a la más compleja.
También es importante explicarles que la mascarilla ayuda a regular las emociones al ver el rostro completo de las personas, y hacerles ver todas los beneficios de no usar mascarilla como sentir menos calor o tener una respiración más óptima.
Sobre el autor:
Laura Moro
Laura Moro es graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, y está especializada en temas de salud y género. Su trayectoria profesional comenzó en Onda Cero Talavera.