En los últimos tres años, el virus que causa la Covid-19 no ha parado de mutar, creando infinitas variantes, unas más viables que otras, que han causado millones de infecciones.
Ahora bien, gracias a los contagios previos, a las vacunas y a la propia naturaleza del virus, el impacto clínico del SARS-CoV2 es cada vez más residual, infectando a millones de personas de forma asintomática o leve sin generar grandes problemas para la salud pública como sí que hizo en un pasado.
Con todo, pese a que la situación está bajo control, científicos de todo el mundo, además de muchos ministerios de salud de los distintos países y la propia Organización Mundial de la Salud, siguen vigilando rutinariamente las diferentes mutaciones del patógeno para analizar cómo se comporta y comprobar que los distintos cambios no provoquen un agravamiento de la situación, es decir, que no aparece un SARS-CoV3 que vuelva a provocar millones de casos graves y muertes, como al comienzo de la pandemia –una probabilidad bastante remota, según estimaciones de varios expertos–.
La última variante sobre la que se ha puesto el foco recientemente es un sublinaje de ómicron llamado BA.2.86, detectado a mediados de agosto en varios países distintos como Dinamarca, Reino Unido, EEUU e Israel.
Por ahora, se desconoce si esta variante –que ha sido apodada por el divulgador y biólogo canadiense T. Ryan Gregory como Pirola, para que sea más sencillo memorizar su nombre– se ha expandido o no, o si se impondrá sobre el resto o coexistirá con las demás. No obstante, las autoridades, incluida la OMS, la vigilan de cerca, puesto que se diferencia del resto de sublinajes por tener un número considerable de mutaciones.
La inmunóloga del CSIC Matilde Cañelles explica en redes qué incógnitas existen aún sobre esta subvariante. Según comenta, Pirola –el nombre hace referencia a un asteroide descubierto en 1927 y no tiene ninguna relación con su significado en gallego– tiene "35 mutaciones en la proteína Spike". Casualmente, apostilla, "la misma diferencia entre la variante de Wuhan y Omicron", lo que hace que sea interesante que los científicos la vigilen de cerca.
Además, indica, "las 7 secuencias son iguales", lo que significaría que "no ha tenido tiempo de mutar" y que "la transmisión es rápida".
Por su parte, el profesor de inmunología de la Universidad de Lisboa, Marc Veldhoen, señala en sus redes que de momento esta mutación es fácilmente detectable con una prueba de tipo PCR y que sigue siendo ómicron.
"Desde la perspectiva de un inmunólogo, no hay mayor preocupación. La mayoría de las partes del virus frente a las que nuestro sistema inmunológico reconoce y responde están intactas. Lo detectaremos y muy rápidamente lo combatiremos. Sin embargo, eso no excluye la posibilidad de que haya más infecciones", avisa.
Eso sí, Veldhoen tranquiliza a la población y asegura que pese a que los expertos discutan sobre la naturaleza de estas mutaciones y sus implicaciones, esto no significa que la población deba temer un cambio radical.
"Tome nota, el conocimiento está bien. No hay secretos, pero también sabemos que, comprensiblemente, se pone mucho énfasis en el SARS-CoV2. El virus de la gripe tiene también muchos serotipos, a veces varios nuevos al año, pero, ¿cuándo te preocupaste por esos?", reflexiona.
Ahora, indica Cañelles, habrá que esperar a que la OMS determine si se trata de una "variante preocupante", si tiene potencial de escape inmune, si los medicamentos antivirales funcionan con esta y si se detecta con "test de antígeno".