Máximo Huerta: "Personas como mi madre han tenido más miedo que información viendo la tele"
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El escritor y exministro de Cultura, Máximo Huerta, que publicaba a comienzos de este año su novela París despertaba tarde, con la que se aleja de su etapa en la política y al frente del ministerio, en 2018, ha encontrado en la red social Facebook un espacio para compartir sus pensamientos y preocupaciones. Así lo ha hecho, en esta ocasión reflexionando sobre los cuidados.
Ha sido a raíz de una situación vivida con su madre que sucedió este jueves, después de que le preguntara: "¿Tantas pastillas cada día? ¿Son necesarias?". "Sí, para seguir.", contestaba él, antes de sentarse frente a la pantalla, explicando que "debo hacer cosas y pensar menos".
"Doña Leo se me ha colado a la cocina del bar Chafán porque le debía oler a cosas ricas, todas esas por las que yo me arrastraría también como ella por los suelos de una cocina donde fríen lomo, hacen tortillas y cortan queso para los bocadillos de anchoas. Pero estoy a dieta. Ayer me pesé, cien. Cien kilos. 185 cm, para los que sacan cuentas. A repartir", comenzaba su relato Huerta, que reflexionaba sobre "lo poco que estudia la industria farmacéutica", mientras "le pasaba a mi madre como un traficante las pastillas del corazón".
"Si quisieran, desde hace décadas habría una pastillita color verde, por ejemplo -esperanza-, para que todos estuviéramos en nuestro peso ideal, sin grasas extras. Pero claro, debe compensar más tenernos en la frontera del sufrimiento emocional y físico. ¿Cuánto deben ganar a cuenta de las dietas? Cremas, píldoras, sobres, batidos, etcétera. Me callo por no entrar en un bucle. No es lo importante hoy. Lo bonito ha sido el gesto del que os hablo", continuaba.
Explicaba así que, en su tarea de rellenar los pastilleros, "mi madre ha puesto la mano formando un cuenquecito para que se las pasara, he pensado en quién hará eso conmigo. ¿Quién? ¿Quién me cuidará? ¿Quién me ordenará las pastillas?".
"Ha sido solo un segundo. Un instante de duda, de preocupación, de futuro incierto. De yo-qué-sé. Pero intenso y profundo como un puñal que atraviesa la ropa. ¿Quién cuidará a los que hemos cuidado? ¿Quién se ocupará de los que no tenemos hijos?", escribía. "Supongo que, cuando pierda el norte, la chaveta, las orejas se agranden, la nariz y los ojos sean grises, vendrá alguien de mi familia a instalarme en alguna residencia. O seré yo quien, con un poco de suerte, acierte con la fecha concreta y pida habitación antes de que todo se derrumbe. ¿Sin perra? ¿Sin mesa para escribir? ¿Sin sillón para leer? ¿Sin ventana a la montaña? ¿Sin mis cosas? ¿Con la MH bordada en la cinturilla de mi pantalón, de mis camisas, de mi pijama?".
El escritor destacaba que "solo ha sido un gesto", como lo fue de ella a su madre, y de ella a la suya. "Y así hasta el inicio de los tiempos. La cadena se para aquí. En mí. Fin", zanjaba, preguntándose "¿Quién será?" esa persona.