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Investigadores de la Universidad de Oviedo han revelado que la transformación de grasa blanca en parda puede ser "muy beneficiosa" para la prevención y control del cáncer de próstata. El estudio demuestra que mientras la grasa blanca, propia de la obesidad, contribuye al crecimiento y la progresión tumoral, la presencia de grasa parda en el entorno del tumor previene su crecimiento.
Según informa la Universidad en nota de prensa, los investigadores concluyen que los andrógenos cumplen un "papel clave" en los mecanismos que dominan la presencia de grasa blanca o parda en el microambiente tumoral de la próstata. El trabajo, realizado por el Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias, ha sido publicado en la revista Cell Communication and Signaling.
El cáncer de próstata es uno de los tumores con mayor incidencia entre los varones adultos en países occidentales; de hecho, uno de cada nueve hombres por encima de 65 años desarrollará un cáncer de próstata invasivo con elevada tasa de morbilidad y mortalidad. En este tipo de tumor, el porcentaje total de grasa corporal eleva el riesgo de padecerlo, ya que el tejido adiposo es uno de los componentes mayoritarios del entorno tumoral. Tanto la grasa blanca, más estudiada, como la parda, menos investigada, pueden incidir sobre el desarrollo del tumor.
Rosa María Sainz, directora del IUOPA e investigadora principal del trabajo, ha explicado que la grasa parda es una forma de grasa que genera calor y que desaparece con la edad, quedando reducida a pequeños nichos tisulares en las proximidades de riñones, timo o en la base del cuello. Es un tipo de grasa frecuente en el panículo adiposo de bebés (capa de tejido adiposo bajo la piel) y tiene por objeto mantener su temperatura corporal.
Los investigadores explican que se puede favorecer la generación de grasa parda por exposición a frío, mediante el ejercicio físico o a través de la ingesta de algunos alimentos. Además se ha propuesto, en el contexto de enfermedades metabólicas, como una herramienta eficaz para mantener una buena salud. Sin embargo, su papel en cáncer no se había estudiado con claridad.
El trabajo demuestra que la grasa parda se puede controlar por las hormonas, en particular por los niveles de testosterona circulantes. "Nuestros datos demuestran que mientras la grasa blanca, propia de la obesidad, contribuye al crecimiento y la progresión tumoral, la presencia de grasa parda en el entorno del tumor previene su crecimiento", subraya Alejandro Álvarez Artime, primer firmante del artículo.
Los investigadores llegaron a estas conclusiones tras realizar estudios con ratones TRAMP, animales transgénicos que desarrollan cáncer de próstata.