Hablar de Rosa María Calaf (Barcelona, 1945) es hacerlo de historia viva del periodismo. Testigo excepcional de los cambios más importantes de la historia reciente como corresponsal de TVE –desde la caída de la Unión Soviética hasta la emergencia de Asia como potencia mundial–, dijo hace tiempo que "solamente se jubilaría de la enfermedad o la muerte" porque su profesión la llevará siempre en las venas. Y no hay un momento más adecuado para reafirmarlo, ya que la pandemia entró de lleno en su casa infectando a su pareja y a ella misma, pero "la Calaf" no dejó de investigar, contrastar noticias y cuestionar lo que estaba pasando en el mundo.
Ahora, en esta entrevista con 65Ymás, la periodista y miembro del Comité Editorial de este diario, hace balance de su carrera, de las trabas a las que tuvo que enfrentarse por ser mujer, y de los planes que la Covid ha trastocado en pleno apogeo de su "jubilación". Entre ellos su pasión por los viajes –ha estado en más de 170 países– y por seguir impartiendo cátedra para formar a los periodistas del futuro, una profesión que considera más necesaria que nunca, pero que pasa por un mal momento, asegura. Pero sobre todo nos cuenta las lecciones que da la experiencia. "Cumplir años tiene muchas cosas buenas, entre ellas que te conoces mejor", dice Calaf, quien se define como "una mujer de acción".
2013. Calaf en su 4x4. Mongolia
PREGUNTA.- Viajes, conferencias, cursos... Su vida desde que se prejubiló en 2009 ha sido un "no parar" hasta la llegada de la pandemia. ¿Cómo diría que le cambió la vida la jubilación?
RESPUESTA.- Siendo una apasionada de mi profesión, que francamente, no cambiaría por nada, la verdad es que haber dispuesto durante estos años de mi tiempo para poder hacer lo que me gustaba hacer, –que es por una parte viajar y por la otra, hablar con la gente–, ha sido una maravilla. Estar jubilada, por decir algo, –porque de periodista no te jubilas nunca, porque sería como jubilarse de la vida, –me permite poder ir analizando todo con más calma. El periodismo es cada vez es más acelerado, más de usar y tirar... Pues ahora lo que tengo es tiempo, que me permitía –antes de la Covid– hacer viajes de 2 o 3 meses, sin ni siquiera planes ni intenciones. Sin nada reservado, moviéndome en mi 4x4. En ese sentido la jubilación tiene esta faceta extremadamente positiva.
Y además creo que tiene otra parte buena el hecho de cumplir años, que es por supuesto la experiencia, –muy denostada y despreciada en estos tiempos–, pero que creo que es un activo extraordinario y que solo se consigue con los años. La ventaja es que te conoces muy bien. Te da el conocimiento propio, y por tanto, conocer tus capacidades y tus límites. No desear cosas inalcanzables. Y por otra parte tienes muchísimos más recursos para enfrentarte a la realidad, a los demás, a lo imprevisto…. Así que para mí esta etapa vital está siendo en general muy positiva. Obviamente el coronavirus me ha cambiado, y ha sido extraño el hecho de no tener compromisos permanentes todos los días. Gestionar el tiempo me ha resultado difícil, pero he intentado ser pragmática, crear rutinas.
"La experiencia, –muy denostada y despreciada en estos tiempos–, es un activo extraordinario y que solo se consigue con los años"
P.- Tengo entendido que solo le quedan 14 países del mundo por conocer... ¿Cree que podremos volver a viajar como antes del coronavirus?
R.- Me quedan 13, y espero poder llegar a verlos todos. Todavía se me resisten algunos que son complicados como Arabia Saudí, Somalia, Eritrea o Yemen… Aparte de los que he conocido trabajando, desde que me jubilé he tenido más tiempo para recorrer nuevos países. Para mí el viajar forma parte del vivir, porque sigo siendo igual de curiosa. El virus no me ha matado la curiosidad. Obviamente, los viajes largos a lugares lejanos, los tengo apartados, pero los haré en cuanto se pueda –que probablemente no será hasta dentro de más de un año–. Pero lo que sí estoy empezando a hacer son algunos movimientos y algunas salidas porque para mí es muy importante el apoyo a la cultura y a todo aquello que signifique conocimiento.
P.- Casi 40 años de carrera dan para mucho, ¿con qué momentos se quedaría?
R.- En televisión ha estado más de 39 años años, así que es muy difícil. He tenido la fortuna de vivir una gran cantidad de momentos históricos, pero si tuviese que elegir, quizás me quedaría con esos momentos icónicos de la segunda mitad del siglo XX y primera mitad del XXI, como la desintegración de la URSS, el auge y el despertar de China en la época post-asiática... Haber podido vivir la época Reagan en Estados Unidos, todos los cambios que supuso a nivel político, social, o cultural, que es lo que explica lo que está sucediendo ahora… Haber podido vivir todo ese cambio tecnológico, tan espectacular, que es un cambio de época... Ya supondrás que es difícil elegir uno.
Rosa María Calaf con Margaret Thatcher en 1985
P.- ¿Y cuáles sería mejor olvidar?
R.- Pues serían aquellos que representan el dolor y la tragedia, y sobre todo los que suponen la constatación de la injusticia en la que vivimos y sobre la que construimos este mundo. Creo que el gran problema del mundo es la injusticia, que además, las brutales desigualdades y que no solo no somos capaces de atajar sino que contribuimos a que se sigan ensanchando…
"Creo que el gran problema del mundo es la injusticia"
P.- ¿Se refiere a las guerras o no solo a estas situaciones?
R.- Claro, las guerras son siempre una gran injusticia y cuyo origen está ahí. Realmente las desigualdades y las injusticias son las que generan el magnífico caldo de cultivo para provocar que el hombre tire finalmente por la violencia.
Para mí, desde luego, una situación de conflicto abierto es desgarradora. Pero el vivir en la miseria permanente sin ningún atisbo de salir de ella, me parece lo más injusto y los más trágico, porque cuando ves esas personas que nacen y mueren en un mismo lugar y lo único que han hecho es intentar sobrevivir, es lo más dramático que puede haber... Y pensar que hay responsables de esta situación, y que todos lo somos un poco, pues la verdad que es muy duro.
1974. Con el alcalde de Lusaka, Zambia. Ciudad del Cabo-Walbis Bay
P.- Usted ha sido pionera en mucho ámbitos, una de las primeras corresponsales mujeres, en los años años 80 se lanzó a crear TV3, de la que fue jefa de informativos… ¿Considera que lo tuvo más difícil por el mero hecho ser mujer?
R.- Sin duda. Seguramente habría podido llegar antes por ejemplo, a ser corresponsal, siendo un hombre que siendo una mujer. En aquel momento éramos dos en TVE, fuera había más, pero no muchas más… Sin ninguna duda, la dificultad mayor es que no se te supone capaz. Y esa capacidad hay que estar permanentemente demostrándola, y eso es realmente agotador. No se puede bajar la guardia, porque no es solo demostrar la capacidad de tus méritos, igual que un hombre, sino que las mujeres salimos de partida con la desconfianza de que no la tienes… Osea que luchar desde siempre con ese mensaje más o menos explícito, de infravalorarte, genera una desigualdad de partida. Mientras, los hombres, nacen, al contrario, con una extravaloración, por lo que ser mujer es más complicado.
P.- ¿Cree que se ha avanzado algo en igualdad entre hombres y mujeres?
R.- Considerando lo mucho que se ha avanzado en otros ámbitos, se ha avanzado, pero muy poco. Existen permanentes resistencias. Se avanzan tres pasos, pero las resistencias hacen que se retrocedan otros dos. Por lo tanto, permanentemente, a lo largo de toda la historia de avances y de saltos, y que cuando ya se consigue, se consolida la mitad de lo conseguido, y se retrocede otro trozo y volver a arrancar para ponerse en ese punto de salida.
"Seguramente habría podido llegar antes a ser corresponsal siendo un hombre que siendo una mujer"
P.- Incluso en el ámbito privado, decisiones como no tener hijos han sido cuestionadas… No sé si en su caso, el optar por esta opción le supuso mucha presión social…
R.- No fue fácil, pero no por falta de apoyo familiar ni del círculo más cercano, que afortunadamente lo entendió perfectamente; sino por la presión social externa. Siempre existía una desconfianza de: ¿Qué le pasará a esta rara? Esa sensación, te produce, claro, cierto desagrado y en algún momento, te planteas si eres normal o no. Porque yo lo veía muy claro, pero a lo mejor estaba equivocada... Pero sinceramente no fue fácil.
Ahora ya, no para mí, sino para la sociedad, está más aceptado en general. Pero sigue habiendo una mirada de duda. Se duda de que pueda ser una decisión personal, sin ninguna lectura traumática. Es decir, es una lección de vida y nada más. En cambio en un hombre, esto no se le discute.
2008. Filipinas, el último reportaje de Rosa María Calaf
P.- Mencionaba a su familia. Al parecer fue su abuelo quien le inculcó la pasión por los viajes. ¿Qué cree que pueden aportar los mayores a la sociedad actual?
R.- Los mayores aportan la experiencia y el conocimiento. Nadie hemos nacido enseñados, todo lo hemos tenido que aprender. Por tanto, aprender de quién sabe más, de quien lo ha hecho antes. Es fundamental.
Ahora, eso tiene que pulirse con lo que llega, con la innovación, pero lo que no puedes es cortar ese vínculo, porque sin eso, la sociedad se queda coja. No aprovechar socialmente el saber de los mayores es claramente malgastar un activo muy importante. Y a nivel personal, creo que es absolutamente fundamental el relato en primera persona de lo que puede proporcionar una persona mayor, un abuelo al que te une una relación de afecto. Obviamente, eso para la construcción de la personalidad es esencial, tanto en lo bueno como en lo malo. De los ejemplos aprendemos lo que hay que hacer y lo que no.
"No aprovechar socialmente el saber de los mayores es claramente malgastar un activo muy importante"
P.- Usted podría ser una buena representación de cómo ha cambiado la concepción de los mayores de 65 años. ¿De qué hablamos cuando hablamos de mayores?
R.- Cambiar la imagen de los mayores que hay en la sociedad es otra de las grandes luchas, que va un poco rezagada. Es un cambio necesario y lógico el que hay que hacer porque una persona que antes era mayor a los 65 años, ahora, obviamente no lo es. Creo que hay una extraordinaria necesidad de explicar y de plasmar en la legislación, en el curriculum educativo, etc, este cambio o transformación de lo que es un mayor hoy en día, que resulta hasta ridículo.
En mis charlas en universidades, –porque me encanta el contacto con los jóvenes–, les planteo si me ven como una anciana de 75 años. En publicidad, por ejemplo, siempre aparecen los mayores como los "pobrecitos", las "víctimas", o los "graciosos", o como que meten la pata... Hay que adecuar la imagen a la realidad. Ya no tiene nada que ver un mayor de 65 de hace 15 o 20 años, con el de ahora. Yo he tenido serios problemas con los seguros de viajes, que no me quieren asegurar porque tengo 75 años. Y también con los alquileres de coche... Hay muchísimas prácticas habituales para personas como yo, que nos movemos continuamente, que viajamos, que vamos y venimos, con limitaciones que no tienen ningún sentido.
2018: Ferry en Sudán
P.- También ha cambiado el mundo del periodismo. ¿Cómo ve el futuro de la profesión en medio de las fake news o el auge de las redes sociales?
R.- El periodismo nunca ha sido fácil pero ahora tiene un serio problema. Quienes tienen que protegerlo, que es el Estado, los poderes públicos, el poder político debe garantizar un periodismo de calidad, pero no solo no lo hace sino que como molestamos, se dedica a desacreditarlo. Y por otro lado los ciudadanos, que debería defendernos porque somos el eslabón que garantiza darle la información para defender sus derechos, ha entrado en la dinámica del todo vale, y de ir perdiendo sentido crítico por el camino.
Por lo tanto yo creo que es un momento muy complicado, porque el periodismo tienen un objetivo muy claro, de servicio, y de responder a los derechos del ciudadano y esto se está desvirtuando muchísimo. Y luego las redes, que deberían ser una gran herramienta para el conocimiento, pueden ser muy peligrosas. Tienen la misma fuerza para ser extremadamente negativas y motor del desconocimiento que para ser muy positivas si se usan bien.