Se ha definido ya el síndrome de la abuela esclava. Se trata de la mujer de entre 50 y 70 años que no sabe decir que no y que ha sido la encargada de cuidar de los nietos para que sus hijas puedan trabajar fuera de casa. Un fenómeno que cada vez que se produce más en España.
Justo es reconocer que la definición de este problema partió hace ya algunos años del cardiólogo granadino Antonio Guijarro Morales. Vio una serie de síntomas en mujeres que estaban al cargo de sus nietos. Y con unas características comunes. Fueron después científicos norteamericanos los que se interesaron por el fenómeno.
En síntesis, son las abuelas las que para que sus hijas puedan trabajar se hacen cargo de los nietos. Hasta ahí, todo parece normal. El problema surge cuando íntimamente deberían decir: “Ya no estoy para estos trotes“. Pero la abuela no lo reconoce. La abuela no sabe decir que no. Lo único que la abuela sabe es que ya no puede más.
En una investigación americana realizada sobre personal de enfermería se llegó a la conclusión de que las que cuidaban a sus nietos durante mas de 9 horas por semana tenían un 55% más de posibilidades de padecer problemas cardiacos. ¿Por qué? Pues según los investigadores, porque cuando se cuida a un niño pequeño la atención debe ser constante (“siempre se les ocurre lo peor”), se mantiene un altísimo nivel de estrés y no queda tiempo para descargar las tensiones.
En efecto, la “abuela esclava” renuncia también a sus actividades de ocio que podrían reportarle ese descanso físico e intelectual que necesita. El poco tiempo que le queda, lo utiliza para descansar.
Esclavas voluntarias
El problema añadido es que se ignora la situación. La abuela que adquiere el compromiso de ayudar a su hija o a su hijo y que se queda con los nietos lo hace con gusto, con voluntad de servicio. No es que se convierta en esclava por obligación, sino que lo hace voluntariamente y por amor a sus hijos y a sus nietos. Sin embargo, como comenta el doctor Guijarro, que definió y bautizó el síndrome, todo partió de la observación de un grupo de mujeres mayores que tenían todas ellas un estrés familiar excesivo, mal tolerado, “sorprendentemente inconfesado por la paciente e inexplicablemente ignorado por la familia”.
La causa primaria del problema hay que buscarla en la sobrecarga física y emocional que soportan. Y como advierte el propio Guijarro: si no se diagnostican y se tratan en su momento, es muy posible que los problemas físicos se mantengan durante mucho tiempo, se cronifiquen y no tengan solución aparente. Incluso es posible que muchos casos de fatiga crónica o de fibromialgia puedan tener este origen.
Los síntomas
Como cardiólogo, lo primero que llamó la atención del doctor Guijarro fueron las subidas de tensión. Las abuelas esclavas presentaban hipertensión, pero una hipertensión de muy difícil control, con fuertes oscilaciones sin razones aparentes. Una hipertensión de tipo psíquico.
Otra cadena de síntomas se pueden enlazar con los altibajos emocionales, como taquicardias, palpitaciones, síntomas aparentemente cardiacos, como opresión en el pecho, a veces dificultad para respirar, mareos, hormigueos e incluso desvanecimientos.
Una de las quejas en las que coinciden casi todas es en el cansancio, el decaimiento que ella misma reconoce excesivo. (“Estoy demasiado cansada para lo que hago”).
Y es llamativo que en muchas casos se producen caídas fortuitas inexplicadas e inexplicables. El problema es que, después, estas personas mayores que se caen tienen un gran miedo a volver a caerse, lo que coarta mucho su libertad de movimientos.
El malestar general, eso que podría identificarse como fatiga crónica, es otro de los síntomas. Y desde luego, una especie de depresión incipiente, tristeza, desánimo, pocas ganas de jugar con los niños...Y un dolor difuso por todo el cuerpo. De ahí que en ocasiones se hable de la posibilidad de fibromialgia.
Ella misma lo oculta. Ella quiere seguir haciendo todo, tal como idealmente lo piensa; pero no puede. Y entonces calla.
Los hijos son ciegos ante la naturaleza de la “abuela “ a la que siguen considerando capaz de hacer todo...Y uno de los síntomas que más pueden llamar la atención es que la abuela esclava se autoinculpa. Se sienten culpables de su incapacidad actual. Tanto ella como sus hijos creen que es la misma persona de hace unos años. Y, sin embargo, su capacidad no es tal. Aunque la voluntad de hacer todo, sí. Pero no puede y el esfuerzo es el que pasa factura.