Recientemente elegido Presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (@seggeriatria), José Augusto García Navarro, ciudadrealeño de nacimiento, es médico especialista en Geriatría de profesión. Diplomado en gestión clínica por EADA, en gestión de servicios sanitarios por ESADE y en liderazgo y gestión de equipos por la Universidad de Barcelona y Programa de Alta Dirección de Empresas (PADE) por el IESE, en la actualidad es, además de Presidente de la SEGG, Director general del Consorcio de Salud y Atención Social de Cataluña.
García Navarro denuncia la falta de servicios de geriatría en los hospitales. Desde la SEGG calculan que sólo un 40% de los hospitales públicos tienen servicio geriatrico. Por su parte, según los datos que facilita el Ministerio de Sanidad respecto a Hospitales de Asistencia Funcional según su finalidad asistencial indican que de un total de 799 hospitales en España, tan solo 118 tienen servicio de geriatría y/o larga estancia.
PREGUNTA: ¿Cuáles son sus objetivos y metas al frente de la SEGG? ¿Qué retos deberá afrontar?
RESPUESTA: El principal objetivo es situar el envejecimiento de nuestra sociedad como un tema de debate prioritario en todos los órdenes, no sólo en el mundo de la provisión de servicios sanitarios o sociales, sino también en cómo adaptamos nuestra sociedad a este fenómeno: cómo abordamos las relaciones sociales de las personas mayores, qué papel jugarán en los nuevos escenarios políticos, cómo hacemos frente a las pensiones, cómo hacemos propuestas prácticas para un verdadero debate intergeneracional, etc.
P.: ¿Cuáles serán las líneas de trabajo preferentes de la SEGG bajo su dirección?
R.: Intentaremos que se aborden los temas prioritarios que afectan al envejecimiento de nuestro país y que se pueden resumir en dar un mayor peso al envejecimiento en el debate social y en las políticas sociales y sanitarias. Desde el punto de vista social tenemos que abordar el papel de los mayores en nuestra sociedad, para que jueguen un papel activo en la misma. Es evidente el peso que ahora ya tienen en las decisiones políticas (representaron el 25% de los votantes en las elecciones generales y mucho más en algunos municipios) y se debe iniciar el debate no sólo para disponer de unas pensiones dignas, sino también para poder participar más activamente en los órganos de decisión importantes de nuestro país.
Desde el punto de vista de las políticas sociales tienen que empezar a participar activamente en el diseño de nuevos servicios sociales y también sanitarios y reivindicar un trato especializado y adaptado en los servicios sociales de los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas y también en los servicios sanitarios, donde la geriatría se debe acabar extendiendo a todo el sistema. No pueden seguir existiendo hospitales sin servicios de geriatría y sin que se les pueda brindar a los ancianos una asistencia especializada en su tratamiento y recuperación. En este sentido, tanto Andalucía como el País Vasco tienen un sonoro suspenso [si bien Andalucía lo va a incorporar en breve según anunció el Consejero de Salud el mes pasado en el Congreso de la Sociedad Andaluza de Geriatría y Gerontología] y en otras comunidades autónomas el aprobado es muy justito. Este tema habrá que abordarlo en los próximos meses.
P.: Que cada vez seamos más longevos y en breve alcancemos el primer puesto en la esperanza de vida mundial se ve como un problema al que es imprescindible adaptarse, pero ¿no deberíamos verlo también como un logro de nuestra nutrición, nuestra sanidad, nuestra forma de vida…?
R.: El envejecimiento tradicionalmente se ha definido como llegar a tener una edad avanzada. Y de forma genérica se hablaba de llegar a esa edad en la que nos alcanzaba la jubilación, que eran los 65 años. Es una definición sencilla pero muy errónea porque se estaba ligando un hecho biológico con la vida productiva y laboral de una persona. Mirado así, hoy en España hay más de 9 millones de personas con más de 65 años (hemos superado la barrera de los 9 millones recientemente), pero nos equivocaríamos mucho si dijésemos que tenemos en España más de 9 millones de ancianos. Cuando un español llega a los 65 años hoy, aún le quedan por vivir más de 18 años si es un hombre y más de 22 si es una mujer. Y la mayoría de esa vida será una vida activa físicamente, y también con una intensa actividad social e intelectual. El septuagenario Gene Dykes corrió la maratón de Florida en 2 horas y 54 minutos el pasado 15 de diciembre. Mick Jagger, el cantante de los Rolling Stones, cumplió 76 años el mes de julio pasado. Estos hombres no son ancianos. Hoy tenemos en nuestra sociedad personas mayores y muy mayores que no son viejas. Sumar años no es hacerse viejo, sino mayor. Sumar dependencias y enfermedades es hacerse viejo.
P.: Normalmente al hablar de mayores pensamos en hombres y mujeres que han superado los 65 años, sin embargo, nuestra esperanza de vida supera los 83 años y el número de centenarios ha pasado en 40 años de 800 a 15.000. ¿Por qué seguimos hablando de los problemas de los mayores como si todos tuviesen los mismos y buscando soluciones únicas para un colectivo cuyos miembros abarcan una horquilla de nada menos que cuatro décadas de diferencia?
R.: Es cierto que el colectivo de mayores es enorme y muy heterogéneo. Y este debate exige políticas diferentes para los diferentes grupos que lo componen. Hay que iniciar un debate serio sobre cómo integrar a estas personas en los debates sociales actuales, cómo hacer sostenible el sistema de pensiones. Y también incluso reflexionar sobre la idoneidad de que puedan contribuir, al menos parcialmente, al tejido productivo de nuestro país y no romper de forma brusca, de un día para otro, con un trabajo para el que muchos se sienten capacitados de poder seguir realizando. Además no hay que perder de vista que los ancianos tendrán cada vez mayor peso político en nuestro país, lo que influirá de forma clara en las políticas públicas del estado de bienestar como la sanidad, la educación y los servicios sociales.
No podemos retrasar mucho más tiempo este debate. Hoy hay en España más de 9 millones de personas mayores de 65 años y la mayoría de ellos, afortunadamente, son personas activas física, intelectual y socialmente. No podemos perder la enorme riqueza en términos de experiencia y conocimiento que han acumulado a lo largo de su vida sin que la reviertan de nuevo a la sociedad, para mejorarla. Y para aquellos a los que se les acumula una carga de enfermedades muy importante con mayor o menor dependencia (que afortunadamente son minoría) hay que disponer de los mejores servicios de atención sanitaria y social.
P.: ¿Cómo es posible que se aborde la situación de los mayores sin contar, es la triste realidad, con ellos? ¿No es como si les tratáramos como a niños y tomáramos las decisiones por ellos porque su opinión no importa a nadie?
R.: Es cierto que tenemos una tendencia a tomar decisiones por nuestros mayores y esta dinámica tiene que cambiar. Para ello necesitamos que los mayores se integren cada vez más a las instituciones que toman decisiones en nuestro país (partidos políticos, universidades, asociaciones, etc.) para que pasen a jugar un papel más activo. Yo estoy observando un movimiento positivo en los últimos años en este sentido y soy muy optimista al respecto. Aunque hay que reconocer que aún queda mucho camino por recorrer. Cada vez más nuestros mayores tomarán decisiones sin la influencia de generaciones más jóvenes que pueden tener una idea no tan clara de sus problemas y aspiraciones. Es lo deseable y lo que creo que realmente pasará.
P.: Es un hecho que muchos mayores viven una soledad no deseada y que eso repercute negativamente en su calidad de vida y su salud. ¿Qué se puede hacer para remediarlo?
R.: El problema de la soledad no deseada es realmente un tema prioritario para toda la sociedad, porque tiene una influencia directa en la calidad de vida e incluso en la aparición de enfermedades mentales y en el uso de servicios sanitarios. Es más, en los últimos estudios se demuestra que los ancianos que padecen de soledad no deseada tienen mayor mortalidad, con lo que este fenómeno pasa a ser un problema de primer orden sanitario y social. En España disponemos de amplias redes sociales que ayudarán a prevenirla y se trata de potenciarlas: asociaciones culturales, grupos de viajes y de deportes, actividades en los pueblos y los barrios, etc. Y, como complemento, el uso de redes sociales usando tecnologías de la comunicación que ya están disponibles a un precio asequible para todos nosotros. Aquí juegan un papel muy importante las asociaciones culturales, deportivas y de proximidad y los ayuntamientos, que disponen de la virtud de la proximidad para detectar colectivos en riesgo y para diseñar actividades diseñadas al respecto.
P.: ¿Cuál es el secreto para lograr un verdadero envejecimiento activo?
R.: Envejecer de forma saludable es como ir en coche. Para ir en coche necesitamos un motor, combustible y alguien que conduzca. El motor es el ejercicio físico. El combustible es la comida y el conductor es nuestro cerebro. Se logra un envejecimiento saludable si mantenemos una actividad física adecuada, si comemos de forma saludable y si nuestro cerebro se mantiene intelectualmente activo y se relaciona socialmente con otras personas. Este es el secreto de envejecer de forma saludable. En España no tenemos excusa para no hacerlo, puesto que nuestro clima nos ayuda a hacer múltiples actividades físicas, la dieta mediterránea es la que ha demostrado los mayores beneficios en la salud a nivel mundial y los españoles, en general, tenemos tendencia a mantener activas nuestras relaciones sociales y familiares. Desde la Geriatría y la Gerontología insistimos en no bajar la guardia y potenciar la actividad física (cuanta más mejor), la dieta mediterránea y evitar la soledad no deseada. Moverse, comer bien y estar acompañado son los secretos de ir sumando años con salud.
P.: ¿Habría que preparar a los mayores para afrontar de forma positiva la jubilación?
R.: Sin ninguna duda. Cada uno de nosotros deberíamos prepararnos para pasar de tener una vida activa laboral a tener una vida activa sin vinculación laboral. Pero una vida activa. Y es muy importante que las actividades que se desarrollen en esta nueva etapa se adapten a las características de cada uno de nosotros para poder sacar el máximo provecho de las mismas. No se trata de concienciarse de que entramos en una nueva etapa menos exigente, sino todo lo contrario. Jubilarse es cambiar el escenario de juego e incluso el juego, pero deberíamos seguir siendo igual de competitivos y de deportivos que en la etapa anterior. Y esto exige una preparación concienzuda.
P.: ¿Cómo ve la sociedad a los mayores? ¿Vivimos en un mundo edadista?
R.: El mayor peso demográfico de las personas mayores se suele abordar desde una óptica negativa y de preocupación, como si se tratara de un problema. Un problema centrado sobre todo en una dimensión económica (nos preocupa la viabilidad del sistema de pensiones) y en una dimensión sanitaria y asistencial (cómo atendemos a los ancianos en los hospitales y centros sociosanitarios y cómo hacemos frente a los cuidados de las personas mayores con dependencia). Es decir, en el fondo este envejecimiento viene a hacernos perder a los jóvenes el estado de bienestar porque no podremos hacer frente a todas las necesidades (económicas y asistenciales) que se generarán. Además, el estereotipo que tenemos de la vejez es que es una etapa de la vida negativa, donde sufrimos un importante declive físico e intelectual y somos pasto de múltiples enfermedades, muchas de ellas crónicas, que influyen de forma negativa en nuestra calidad de vida.
Hay una doble preocupación que tenemos que combatir: nos preocupa y asusta lo que nuestros mayores necesitarán de nosotros y, en el fondo, tampoco queremos llegar a ser mayores. Pensamos en negativo cuando hablamos de envejecimiento. Hay que cambiar la visión y considerar que sumar años a la vida es un éxito. Envejecer no es ser viejo más tiempo, sino lo contrario, ser joven durante más tiempo.
P.: ¿Le preocupan los mayores a los jóvenes?
R.: Les preocupan cuando se habla del sostenimiento económico de las pensiones o de la sanidad, como decíamos antes. A nivel individual, a los jóvenes les preocupan sus mayores, los que tienen más cerca en su familia. Esta preocupación se manifiesta en hechos concretos como el cuidado. En España, el 80% de los cuidadores son familiares directos y. muchos de ellos, son los propios hijos.
P.: ¿Cuáles son los problemas que más van a afectar en los próximos años a la salud de los mayores?
R.: Los principales problemas sanitarios vienen marcados por las tres “c”: cabeza, corazón y cáncer. Es decir las enfermedades neurodegenerativas, especialmente las demencias; las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Todas ellas tienen una alta prevalencia en los ancianos. Afortunadamente en todas ellas estamos haciendo grandes progresos y cada vez disponemos de mejores tratamientos para hacerles frente. Desde el punto de vista social serán la soledad no deseada y la pobreza. Hemos de luchar para que nuestros mayores mantengan buenas relaciones sociales con su entorno y con su familia y también que puedan disponer de unos ingresos económicos dignos que no coarten sus posibilidades reales de desarrollo.
P.: ¿Puede convertirse el alzhéimer en una especie de pandemia en las próximas décadas?
R.: La Organización Mundial de la Salud llama pandemia a la propagación mundial de una nueva enfermedad. Por lo tanto, en el sentido estricto la enfermedad de Alzheimer no será una nueva pandemia. Pero sí podemos decir que las demencias en general (la enfermedad de Alzheimer y otros tipos) serán un serio problema de salud en los siguientes años, dado que tienen una alta prevalencia entre los mayores y aún no disponemos de tratamientos efectivos.
P.: ¿Y las enfermedades coronarias?
R.: De nuevo estamos ante enfermedades muy prevalentes en los mayores y que constituyen uno de los principales problemas de salud con los que hemos de lidiar en los próximos años. Y no sólo la enfermedad vascular coronaria (la del corazón), sino también la enfermedad vascular de otros territorios de nuestro cuerpo: la enfermedad vascular cerebral, la de extremidades inferiores, la intestinal, etc.
P.: ¿Son suficientes los avances en la prevención y tratamiento del cáncer?
R.: Estamos avanzando como nunca antes en el tratamiento del cáncer y hay que albergar esperanzas de que podremos combatir la gran mayoría de ellos en un par de décadas. Probablemente acabemos convirtiendo el cáncer en una enfermedad no mortal en muchos casos. Y cuando no podamos acabar con él, lo convertiremos en una enfermedad crónica.
P.: ¿Se podrá solucionar satisfactoriamente el problema de las pensiones públicas?
R.: Si iniciamos el debate en serio y pronto sí. Si continuamos con debates cortoplacistas y con ritmos electorales no. Es una urgencia comenzar a hablar de este tema de forma calmada, desde una óptica que considere las prioridades técnicas y no políticas, y teniendo en cuenta a todas las partes implicadas. El debate no puede quedarse meramente en si incrementamos las pensiones el IPC u otro porcentaje, debe ser más profundo: ¿Hay que jubilarse a una edad o se puede seguir trabajando a tiempo parcial? ¿Hay que considerar las pensiones individuales o de la unidad familiar? ¿Hay que tener más beneficios fiscales para los pensionistas?...y un largo etcétera. Hay que sacar el debate de las pensiones del terreno electoral y ponerlo en un terreno político, social y técnico que no obedezca a luchas partidistas.
P.: ¿Cuáles son los aspectos sociosanitarios de la población mayor que más preocupan a la SEGG?
R.: Hay tres grandes carencias en España para realizar una correcta atención sociosanitaria: La primera es dotar a todos los hospitales generales de un servicio de geriatría completo que, al menos, disponga de unidad de ingreso para pacientes agudos, unidad de recuperación funcional y consultas especializadas en geriatría.
La segunda consiste en disponer de buenos servicios de atención en el domicilio de las personas mayores con necesidades complejas (múltiples enfermedades crónicas y/o dependencia). Hay que complementar a los equipos de atención primaria con el soporte de especialistas en geriatría.
La tercera consiste en incrementar la calidad de vida y de atención a las personas ingresadas en residencias de ancianos. A través de la formación en geriatría de los profesionales que en ellas trabajan y de la información transparente a sus familiares.
P.: Hay quien piensa que la Ley de Dependencia es tan buena como inútil si no se la dota económicamente mucho más que ahora ¿Cuál es su opinión?
R.: La Ley de Dependencia fue un gran avance en nuestro país y está ayudando a las personas con dependencia a tener una mejor atención. Después de diez años de funcionamiento necesita de una revisión de sus procedimientos para poder dar respuesta más rápida a las necesidades de las personas beneficiarias y también ampliar la cartera de servicios actual. Y sí, de forma muy clara, necesita incrementar mucho su dotación económica actual. Y de forma urgente.
P.: ¿Qué le parece la situación de nuestro sistema sanitario público?
R.- Es un sistema muy sólido y del que todos deberíamos estar orgullosos. La mayoría de los países de nuestro entorno disponen de sistemas de salud peores que el nuestro. Pero no debemos caer en un orgullo engañoso y que nos haga olvidar que hay que mejorar siempre. En este sentido, nuestro sistema público de salud necesita extender la geriatría a todos sus hospitales públicos. Esto es especialmente urgente en Andalucía y el País Vasco, donde no existe geriatría en el sistema público de salud. Es una evidencia la mejoría de la atención a los ancianos cuando se incorpora la geriatría en los servicios hospitalarios públicos. Está demostrado por la ciencia en todos los países occidentales. No hay justificación para que los mayores andaluces y vascos sean ciudadanos de segunda cuando ingresen en un hospital.
P.: ¿Y nuestra red de servicios sociales?
R.: Yo creo que la red de servicios sociales en España es muy potente por varios motivos: participan varias administraciones en su desarrollo (fundamentalmente la administración autonómica y local), cuenta con financiación múltiple (estatal, autonómica y copago del usuario) y contempla servicios en domicilio, ambulatorios y de internamiento. Pero, desde mi punto de vista, la red de servicios sociales necesita mejorar dos aspectos clave: su financiación, que es claramente insuficiente en estos momentos y también necesita diversificar los servicios para adaptarse mejor a los diferentes perfiles de usuarios que la utilizan. Es necesario mejorar la cartera de servicios domiciliarios y ambulatorios que disponemos en estos momentos y potenciar al máximo que el usuario permanezca en su domicilio a través de servicios más flexibles y adaptados a las necesidades de cada persona.
P.: ¿Es optimista respecto al futuro de los mayores españoles en los próximos años?
R.: Muy optimista. Estamos en uno de los países con más mayores del mundo (algunas estadísticas dicen que el segundo y otras que el primero) y donde se dan las condiciones idóneas para envejecer de forma activa y sana: es un país con una dieta mediterránea saludable, con predisposición clara a la interacción y dinamismo social y con condiciones idóneas para mantenerse físicamente activo hasta edades muy avanzadas. Y cada vez más, los mayores son conscientes de su papel en la sociedad y el gran peso que ocupan en la toma de decisiones políticas. Y están dispuestos a participar y a aportar desde su experiencia y su conocimiento. El gran motor del cambio social en España será el envejecimiento. No serán las nuevas tecnologías, ni el cambio climático, ni la globalización, ni las crisis políticas o económicas. Y estoy seguro que será un cambio en positivo. Y desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología no nos queremos perder este cambio, sino contribuir al mismo. Por el bien de nuestros mayores y por nuestro futuro.