Ante la ola de gentrificación en el centro de las ciudades europeas, son muchos los vecinos que están reaccionando para exigir un lugar habitable para vivir. Vecinos de Berlín, Londres, Barcelona y ahora Madrid se unen para exigir que se respeten los derechos de sus habitantes ante corrientes imparables como la especulación inmobiliaria o el turismo masivo que se están produciendo en el centro de las ciudades históricas.
Frenar el botellón, el ruido, la proliferación de pisos turísticos y el deterioro del espacio urbano son los principales caballos de batalla de la agrupación vecinal SOS Malasaña. Un movimiento vecinal creado en octubre de 2018, que ya ha conseguido reunirse con el Ayuntamiento de Madrid tras enviar un grito de socorro ante el inminente “peligro de extinción de sus vecinos”, afirman sus portavoces.
“Nos estamos convirtiendo en un decorado, en una ciudad sin alma que sustituye a vecinos por turistas. Necesitamos una protección especial para preservar nuestra ciudad, ese patrimonio inmaterial que da vida a una ciudad y que se está perdiendo. Y los vecinos de toda la vida se están yendo”, afirma Jordi Gordon, portavoz del movimiento que agrupa ya a más de 300 vecinos de Malasaña y que defiende extender esta campaña a todas las ciudades españolas. “Nosotros en los últimos cuatro años estamos siendo expulsados por fondos de inversión privados. Hacen falta medidas”, señala.
Reuniones con Carmena y planes a largo plazo
De ahí surgió la carta a la alcaldesa Manuela Carmena enviada a finales de 2018. “Se necesitaba abordar este tema, no de manera parcial como se estaba haciendo hasta ahora, sino con un plan conjunto que surgiese de los vecinos. Por eso propusimos una plan de choque que abordase la grave situación que vivimos como consecuencia del parque temático de ocio y turismo en que se ha convertido nuestro barrio”, explica Gordon.
“Empezamos entonces a hablar con la junta de distrito, nos recibió Carmena a principios de febrero y como consecuencia se ha abierto una línea de comunicación directa a través de la comisariada Mar Barberán hace unos días”. Desde la reunión con la comisariada se han conseguido ciertos avances como mayor control del botellón, o aumento de las tareas de limpieza, principales compromisos del Ayuntamiento. Pero siguen pendientes otros puntos negros como el ruido, que sigue superando niveles legales de 55 decibelios. Según datos de SOS Malasaña, el pasado fin de semana se superaron los 75 decibelios en la calle Velarde o la plaza del Dos de Mayo.
Aún así, aseguran desde SOS Malasaña que es necesario un plan duradero a largo plazo. “Próximamente, queremos reunirnos con todos los partidos políticos para que se comprometan antes de la elecciones. Queremos un compromiso político respecto al barrio, que garantice los derechos de los vecinos, que parta de la ciudad y de todos sus habitantes”, explica Gordon. “Necesitamos una protección especial, preservar nuestra ciudad. Y esto debería ser la principal preocupación política y social…”, añade.
Representación del encuentro con
Carmena el pasado 5 de febrero //
Fuente: @Capitan Malasaña para SOS Malasaña
En Malasaña, los mayores son invisibles
Pese a que Madrid y Barcelona ocupan los primeros puestos del ranking de nivel de vida, según un reciente informe del Ivie y Fundación BBVA, el debate sobre la calidad de vida en el centro de las ciudades históricas sigue en pie.
Después de que en los años 60 se llegase a un consenso sobre la necesidad de proteger zonas residenciales en el centro de las ciudades, frente a los intereses comerciales, instituciones como la Comunidad de Madrid acaban de eliminar el límite al porcentaje de alquileres turísticos en los barrios residenciales, denuncian desde SOS Malasaña.
También son un problema las licencias hosteleras. “Desde 2011 se han incrementado un 25% el número de bares en Malasaña, con el ruido y suciedad que esto implica. Hay actualmente 1 por cada 15 hogares, por lo que nadie se libra”, denuncia Gordon. Con el fenómeno del barrio de moda, Malasaña puede morir de éxito. “En la exaltación de los alquileres turísticos por parte de Airbnb, Booking o el resto de grandes plataformas, se generan desperfectos que pagamos todos los vecinos”, reclama Gordon.
También cierran comercios tradicionales, se sustituyen farmacias por franquicias… En este contexto “la gente mayor es invisible y queda aislada”, opina Gordon. "No solo no es un barrio para niños, sino que no es un barrio apto para mayores porque a los problemas que sufren el resto de los vecinos, se unen los problemas de accesibilidad, atropellos por falta de espacio y hasta falta de dotaciones de centros de salud y residencias. Y es una falta de respeto”, opina Gordon.
Por todo esto, es necesario que recuperemos el ecosistema urbano hacia una convivencia de diferentes actividades, pero que mantenga el carácter residencial”, insiste Gordon. "Lo importante es que hemos abierto una brecha y esto es imparable. Nosotros no bajamos la guardia”, anima una vecina del barrio.