María Martínez Denia
Sociedad
El superalimento chino conocido como el hongo de la inmortalidad
Lleva usándose desde hace 2.000 años en la cultura asiática
A pesar de no ser tan conocido en España, el reishi es la última tendencia del consumo. Conocido como el hongo de la inmortalidad, de la longevidad o de la eterna juventud, este es un hongo medicinal y comestible originario de Asia, con numerosos beneficios para la salud.
Desde hace 2.000 años se cree que el reishi tiene propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, inmunomoduladoras, antivirales y antitumorales, usándose desde la tradición china y japonesa para tratar numerosas enfermedades. Sin embargo, desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), han advertido que aunque se usa como tratamiento para muchas enfermedades, "lo cierto es que no hay evidencia científica consistente que respalde estos usos".
El reishi contiene más de 400 compuestos bioactivos, incluyendo triterpenoides, polisacáridos, ácidos grasos, esteroides y aminoácidos, por lo que se ha calificado como superalimento por sus propiedades que favorecen el buen funcionamiento del sistema inmunitario y reduce la presión arterial como el colesterol, entre otros.
Además, el reishi resulta beneficioso para prevenir las inflamaciones y posee cualidades antioxidantes que contribuye a la prevención de algunas enfermedades, por ejemplo el cáncer, la artritis, el alzhéimer o enfermedades cardiovasculares, como la diabetes. Junto a una reducción de estrés, ayudando a rebajar los niveles de cortisol, mejorando el estado de ánimo de la persona que consuma.
Sus buenas cualidades viene motivada por sus propiedades antioxidantes que lo convierten en un aliado para la prevención del envejecimiento celular, además de para la regeneración de tejidos. En cuanto a su uso más estético, avalan que acelera la cicatrización de heridas en la piel, disminuye las lesiones post-quemadura, colabora en los procesos de renovación en pieles con acné.
Además de sus propiedades medicinales, el reishi también se utiliza en la cocina asiática como ingrediente en sopas, guisos y tés. Este tiene un sabor amargo y terroso y una textura leñosa, por lo que a menudo se utiliza en pequeñas cantidades como condimento o para dar sabor a los platos.