En el top 10 de la famosa lista Forbes de 2021 de las personas más adineradas del mundo, nos encontramos algunos rostros conocidos como Jeff Bezos, el fundador de Amazon; Elon Musk, el magnate sudafricano cofundador de Tesla y Paypal, entre otras empresas; Bernard Arnault, propietario del grupo de artículos de lujo LVMH; o al creador de Microsoft, Bill Gates, y de Facebook, Marc Zuckerberg. Sin embargo, después de los diez mayores multimillonarios de la Tierra que, además, resultan ser todos hombres, en el puesto número 12 –solo por detrás del paisano Amancio Ortega– está la mujer más rica a nivel mundial: Françoise Bettencourt Meyers.
Tiene 68 años y un imperio a sus espaldas. Francoise Bettencourt Meyers es la nieta de Eugène Schueller, el hijo de un panadero de Alsacia (Francia) que se las ingenió para estudiar química y que, en 1907, fabricó los primeros tintes para cabello en la cocina de su casa: este fue el origen del gigante de cosmésticos y belleza, L'Oréal. El joven francés de origen humilde vio que su fortuna crecía como la espuma hasta su fallecimiento, en 1957. Eso sí, no todo fue un camino de rosas. En 1947, fue absuelto por una supuesta colaboración con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pero la vinculación con el partido de Adolf Hitler persiguió a Schueller y a la compañía durante el resto de su vida.
Tras su muerte, la multinacional cayó en manos de su hija, Lliane Bettencourt y, junto a su esposo, el político francés André Bettencourt, la pareja pronto alcanzó el estatus de socialité en Francia. Desde 1997, la hija del poderoso matrimonio, Françoise Bettencourt Meyers, ha formado parte del directorio de L'Oréal. Pero, fue en 2017, cuando se convirtió en la mujer más rica del mundo, título que ha mantenido desde entonces. Ese año, Bettencourt Meyers heredó la empresa y toda su fortuna al fallecer su madre a los 94 años.
Posee el 33% de las acciones de L'Oréal yForbes cifra su fortuna en casi 74 mil millones de dólares, con un incremento de nada menos que 24 mil millones este último año. Asimismo, en la década de los 80, la familia fundó la Fundación Bettencourt Schueller, que apoya la investigación en ciencias y arte, y desde donde realiza acciones solidarias. Una de las más conocidas tuvo lugar en 2019, cuando destinó 226 millones de dólares para reconstruir la catedral de Notre Dame tras el terrible incendio de abril de ese mismo año. La última de sus acciones tiene relación con la pandemia del coronavirus: la familia ha brindado apoyo financiero a varias organizaciones involucradas en el campo de la atención a la infancia y a los colectivos más vulnerables, entre los que se encuentran las personas mayores.
Además de esto, Françoise se ha dedicado durante los últimos años a fomentar el entendimiento entre las religiones. La multimillonaria se convirtió al judaísmo y ha publicado varios libros donde reflexiona sobre la importancia de las buenas relaciones entre el cristianismo y judaísmo, algo sorprendente teniendo en cuenta que, no solo su abuelo, sino también su padre –ministro en varios gobiernos– fue acusado por varios medios de haber colaborado con el régimen de Hitler durante la ocupación de Francia en la II Guerra Mundial.
La difícil relación entre madre e hija
Sin embargo, estas aparentes diferencias que tenía con su padre no fueron tan graves como el conflicto con su madre.
Françoise nació en una de las familias más importantes de Francia, por lo que no conoce otra vida que no sea estar rodeada de lujos. Ella misma describió su infancia "como un mejillón pegado a una roca", protestando sobre la actitud sobreprotectora que, en especial, tenía su madre al temer que la secuestraran. Igualmente, algunos medios explican que a Liliane no le hizo gracia que su hija se casara con Jean-Pierre Meyers, el nieto de un importante rabino asesinado por los nazis.
Sin embargo, esta mala relación entre madre e hija fue más que evidente cuando Lliane Bettencourt dio las siguientes declaraciones a Vanity Fair en 2008: “Ya no veo a mi hija y no deseo verla. Para mí, se ha convertido en algo inerte”.
Tal y como recoge South China Morning Post, la pelea familiar acaparó las portadas de los periódicos tras conocer el escándalo de que Françoise Bettencourt Meyers había puesto una demanda al fotógrafo de celebridades François-Marie Banier, amigo íntimo de su madre, acusándole de intentar hacerse con una parte del dinero de la fortuna de Liliane.
Françoise aseguró que el fotógrafo se estaba aprovechando de la supuesta debilidad psíquica de su madre para arrebatarle su dinero, quien le había hecho donaciones y regalos por valor de 1.300 millones de euros durante décadas. “A mi madre la usaron como carnaza”, dijo Françoise a XLSemanal en 2012.
El alboroto mediático protagonizado por la poderosa familia también incluye un mayordomo espía que filtró convesaciones a la prensa francesa entre Liliane y Banier, supuestamente, bajo las órdenes de Françoise y que, incluso, involucraban al ministro de Trabajo del gobierno de Nicolás Sarkozy, Eric Woerth.
La multimillonaria ganó el caso y Banier fue condenado a cuatro años de cárcel, además de tener que devolver 150 millones a la familia y pagar una multa de 375.000 euros. Aún así, más tarde el fotógrafo contraatacó acusándola de soborno a varios testigos y se demostró el pago de unos 400.000 mil euros y un préstamo de Françoise al abogado de su madre en 2012.
Sobre el autor:
Marta Vicente
Marta Vicente Carmona es Graduada en Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos y Máster de Marketing Digital y en Edición y Postproducción Digital. Es redactora especializada en temas de sociedad y salud y tiene experiencia como Community Manager.