Dos años, dos meses y cinco días, es el increíble tiempo que se tardó en poner en pie uno de los monumentos más visitados, con más de 7 millones de visitantes al año. La construcción de la Torre Eiffel en París finalizó el día 31 marzo 1889, convirtiéndose así en una proeza a nivel técnico y de arquitectura, a pesar de las polémicas que generó en su época.
De entre los datos más curiosos de esta torre de más 300 metros, destaca que hay ocho ascensores para subir a lo alto del edificio, aunque también es posible subir los más de 1.600 escalones que hay hasta la cima.
Además, aunque ahora puede quedar eclipsada por otras edificaciones, la Torre Eiffel, en un principio llamada "La Torre de 300 metros", fue durante 42 años la estructura más alta del planeta con 312 metros, hasta 1931, cuando fue destronada por el Empire State Building, con 381 metros de altura.
En todo este tiempo, también ha tenido que experimentar una serie de renovaciones y cambios para adaptarse a los años y el gran volumen de turistas que la visita.
Otras de las curiosidades más señaladas es la variación en altura que parece sufrir en diferentes estaciones del año, y es que, aunque la Torre Eiffel ha crecido gracias a sus antenas de transmisión de radio y televisión, llegando a los 330 metros, lo cierto es que su estructura metálica puede ganar o perder algunos centímetros a lo largo del año, según explican desde su página web oficial.
Gana altura en verano y pierde en invierno
La Torre Eiffel ha sabido adaptarse al entorno y diferentes condiciones climáticas, como viento, lluvia, nieve, frío, calor... Y, en concreto, el hierro pudelado del que está compuesto su estructura tiene una particularidad, y es que es sensible a las variaciones térmicas.
Esto significa que en verano, cuando suben las temperaturas, la torre puede llegar a crecer un poco en altura debido a un fenómeno físico natural llamado expansión térmica, que provoca un aumento de volumen. Esto provoca que la Torre Eiffel gane unos centímetros, y también que se incline ligeramente hacia el lado opuesto al sol al golpear en solo uno de los cuatro lados de la estructura.
En cambio, cuando bajan las temperaturas en invierno, se produce una contracción térmica, que provoca que la estructura metálica pierda unos centímetros.
Sin embargo, "estos cambios de estado son naturales e ínfimos, no ejercen ningún impacto en la solidez de la estructura y son absolutamente indetectables para los visitantes u observadores", explican. Aunque los vientos fuertes, que pueden llegar a tambalear o hacer vibrar la torre, sin llegar a suponer "ningún peligro" para esta gran estructura, y las tormentas sí pueden obligan a cerrar la cima o la Torre entera por seguridad.
Sobre el autor:
María Bonillo
María Bonillo es licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Escribe principalmente sobre temas de sociedad. También tiene experiencia en comunicación corporativa de empresas como OmnicomPRGroup y Pentación Espectáculos.