Vicente (92 años) es una de las miles de personas que pasaron el COVID-19 en las residencias de mayores madrileñas durante la primera ola. Y es que, se calcula que en esta región hasta el 70% de los residentes (más de 34.000 personas) se infectaron y tienen anticuerpos y una buena parte de ellos han superado el coronavirus sin apenas síntomas.
Sin embargo, este nonagenario no tuvo una infección sencilla: sufrió una neumonía grave. Aunque también fue uno de los afortunados que, en pleno pico de la primera ola, pudo ingresar en el Hospital 12 de Octubre, situado a escasos kilómetros de su residencia Villaverde, gestionada por el grupo Casablanca.
Ahora, varios meses después de la infección, Vicente cuenta a 65Ymás cómo recuerda los momentos más duros de la pandemia y de qué manera vivió la pérdida de muchos de sus compañeros, puesto que su residencia fue gravemente afectada por el virus en primavera.
Y lo hace con mucha emoción, pero también con cierto orgullo por haber logrado pasar la infección a su edad, teniendo patologías previas. "Aguanté al bicho, no pudo conmigo", cuenta.
De esta manera, recibe a este diario en el jardín de su residencia, donde se llevan a cabo las visitas los días que no llueve. Desde el banco en el que conversa con este periódico, se ve, tras la verja, el parque forestal Julio Alguacil al que, desde que la incidencia acumulada de la región es superior a 80 casos por cada 100.000 habitantes, no pueden salir a pasear.
"Mi familia llamaba por teléfono a todas horas"
"Viví el confinamiento muy aburrido, pero tranquilo. No podía estar en las zonas comunes, estaba encerrado. Me pasaba el día con mi sopa de letras. Pero no tenía prisa por salir, porque la cosa estaba muy mal", comenta Vicente.
Sin embargo, "un día" –prosigue–, tanto él como su compañero empezaron a "tener fiebre". "Cogimos los dos el virus y a él se lo llevaron antes. Yo, tardé dos o tres días en irme. De repente, sentí un dolor malísimo y, entonces, todo fue como una película", comenta.
Recuerda asimismo Vicente que, antes de que le llevasen al hospital, pasó por la enfermería de su residencia y allí recibió los primeros tratamientos. "Me inyectaron muchas cosas y me fui tranquilo a la ambulancia. No sé qué me dieron, pero fue una maravilla. Además, si no me llegan a medicar aquí, me muero, porque, cuando llegué al hospital, estuve 13 horas esperando en Urgencias", relata.
"Me acuerdo también que, cuando salí del centro, todas las enfermeras y trabajadoras ('que son de 10 y han estado para mí siempre') me lanzaban besos y que el de la ambulancia me miró extrañado de que le dijese que venía de una residencia y dijo: 'Qué suerte'", añade.
Así, tras una larga espera en la cola, continúa, Vicente pudo subir a planta y pasó "unos ocho días muy mal". "Estaba solo y no podía ver a nadie ni hablar. Fue muy duro. Me acuerdo que se me olvidaron las zapatillas en Urgencias y subió mi hijo a dármelas pero no le dejaron pasar. No me podían ver. Y, bueno, de vuelta a la residencia, tampoco. Mi familia llamaba por teléfono a todas horas", señala.
"Miedo, no tengo, y vivo tranquilo"
A la semana, Vicente pudo regresar al centro Casablanca Villaverde, donde tardó unos días en recuperarse del todo. "Estuve en la habitación bien. Tenía muchas precauciones y hacía lo que me mandaban. Y, después de unos días, ya me dijeron que bebiese mucha agua y ya. Ahora, duermo de maravilla, me levanto, desayuno y bajo a hacer pedales", cuenta.
Con todo, este nonagenario –que apenas lleva un año viviendo en una residencia– echa de menos el contacto exterior. Y aunque con su familia se ha visto en los "vis a vis" o a través de la "valla", "no es lo mismo" que antes, dice.
También echa de menos su vida anterior, cuando, "hace pocos años", vivía en su casa y se hacía "10 km. diarios" con su hermano (ya fallecido) para recoger tomates en San Martín de la Vega.
Aun así, comenta, lo lleva "bien". "Miedo, no tengo, y vivo tranquilo, aquí se portan muy bien conmigo", afirma. Y es que, reconoce, en su casa "ya no podía estar" y sus hijos "trabajan y no van a dejar de hacerlo" por él.
"Recuerdo que cuando volví miré y dije: 'Éste no está, éste, tampoco, éste, falta...' "
Por otra parte, Vicente echa de menos a los residentes que fallecieron durante la pandemia. "Aquí hay gente con más años que yo. Antes, nos daban una aspirina, y ya. Pero ahora, hay gente que toma 13 pastillas, sólo en la mañana. Por eso vivimos tantos años, pero si cogen un constipado fuerte...", reflexiona.
"Mi compañero de habitación murió en un centro de Villa del Prado y tardaron seis días en decírmelo. Me contaron que se le paró el reloj a las 4 menos cuarto y que, a las 4, falleció. Creo que el reloj se paró cuando se murió", cuenta entristecido. Y añade: "Recuerdo que cuando volví a la residencia miré y dije: 'Éste no está, éste, tampoco, éste, falta...' ". "Conté hasta siete compañeros que se habían ido", prosigue. Cabe recordar que, sólo en la Comunidad de Madrid, han fallecido más de 6.000 residentes por coronavirus o con síntomas compatibles (ya que en la primera ola no se hacían apenas test en estos centros), lo que representa el 12% de la población que vivía en residencias.
Pese a todo, Vicente entiende que ahora la situación ha ido a mejor, al menos en el centro. "Van con cuidado. Aunque, por mucho que lo tengan, entran y salen", matiza. "Todo está muy mal, pero veo que la cosa está más leve que al principio. En ese momento, se fue mucha gente", concluye.